"Para mí, para mis amigos, para cualquiera interesado en leerlo.
Nada especial, solo hobby."

-AldhaRoku

jueves, 1 de junio de 2017

Capítulo 27

27



     El sol entraba por los agujeros del techo de aquella vieja casa clásica, portaba un estilo anticuado, algo antiquísimo que recordaba a la época colonial, esas grandes ventanas y aquella exageradamente enorme puerta, un bribón rayo de luz se proyectó justo en mi ojo y me levante sagaz e hiperactivo porque recordé que la noche anterior caí sin darme cuenta, me había quedado dormido y no recuerdo haber hecho el protocolo de sueño, no tenía vendas ni estaba amarrado, si me hubiera transformado en un comegente en la noche le hubiera costado la vida a muchos, era un descuido que no volvería a cometer…  

     –  ¿Sigues vivo chango? – Pregunto sentado a lo lejos en aquella gavera sucia Kamui, quien se veía repuesto y bien despierto.

     – ¡Hermano! ¿Cómo estas vale? – Pregunté evidentemente ante mi preocupación. 

     – He estado mejor y también he estado peor Aldhita, lo importante es que he estado. – Respondió con buen ánimo y empezó a estirarse. 



     Fui a la sala y me alivie al ver que allí, echados como cerdos de granja se encontraban aparentemente en estado de mucha paz Meg, Joan y Jonás, era hasta enternecedor poder verlos dormir tan apaciguadamente, preferí no despertarles para que retomarán la mayor cantidad de fuerza posible, yo estaba más que excelente así que no necesitaba descansar más, me tome la molestía de ir a la cocina para ver si podía prepararle algo a los muchachos y aunque no estaba vacía, ciertamente todo estaba podrido, lo que no se pudría fácilmente como los granos y esas cosas estaba celosamente bien comido por ratas e insectos rastreros.

     – Puta mierda. – Afirmé en voz baja.



     Rato después me encontraba conversando con Kamui en el suelo viendo a través de la ventana la cual nos dimos el lujo de abrir, solo para ver el panorama “Hermoso” de afuera, la calle hecha mierda, uno que otro comegente pasajero moribundo, a veces que se veía una moto a lo lejos, pero eso era lo divertido, Cumaná ya no era el centro de un enjambre zombi caníbal como se diga, tampoco era la cumbre de la violencia pandillera post-apocalíptica de un libro de ficción, ahora era un hueco vacío, las únicas veces que sentías que el lugar estaba vivo era cuando pegaba una ventolera, y sin embargo solo hacía un eco que agradaba el aire a soledad de la misma. Los muchachos se despertaron, voltee a verlos.

     – Ya era hora ¿no? – Les pregunté en tono de regaño. Se estrujaban los ojos y caminaban como verdaderos zombis.

     – Quisiera cepillarme. – Afirmó Megan.

     – ¿Cepillarte? ¿Esos lujos todavía existen? – Reafirmo Kamui.

     – No perdamos más el tiempo, deberíamos irnos de aquí, no hay nada porque quedarse aquí. – Añadí.

     – Apoyo al hombre serio. – Afirmo Jonás.

     – ¿Dónde? – Preguntó bromeando Kamui. No obstante no esperamos mucho, era un refugio de mierda casi en ruinas, sin comida ni armas, quedarse allí era tan interesante como ver el pasto crecer, de modo que cada quien arreglo sus cosas y nos encaminamos a la guarida << El estúpido local chino con el negro emo >>

     – Nos fuimos. – Agrego Jonás.


 
     Al salir lo primero que notamos es la mamarra soledad y el repulsivo silencio desesperante que había, nos dirigimos directo al puente para cruzar los escombros e ir al otro lado, caminando al local nos tomaría unos 20 minutos a lo mucho.

     – Papá ¿y dónde está mamí? – Preguntó Meg refiriéndose evidentemente a María, sonreí y le contesté de manera irónica.

     – Espero que no muerta hijita, aunque ya la conoces, con su testarudísmo y su suerte ella de seguro nos debe estar buscando a nosotros. – Le dije.

     – ¿Y cómo fue que se separaron? – Preguntó Megan.

     – ¿Joan no te contó? Bueno, yo te digo…– Mientras caminábamos le empecé a contar entonces todo por lo que pasamos, Jonás ya tenía una leve idea pero ahora le di detalles, todos callaron mientras contaba aquella historia, era como si contar anécdotas se hubiera convertido el único pasatiempo real.

     – Tengo unas ganas de Jugar Magic marisco, o una partida de Warcraft…– Añadió Jonás por el camino. Empecé a reír y afirmé

     – ¿Qué soy el único que aún tiene sus cartas en un lugar seguro?

     – ¿Marisco de pana? ¿Aún tú cargas eso encima? – Preguntó sorprendido Joan.

     – Mano yo tengo en el local guardado celosamente mi deck de Yugi y de Magic, y mis cartas sobrantes están todas en mi casa en una caja fuerte. Añadí.

     – Tú lo que eres es un maldito enfermo vale. – Agregó Kamui y nos partimos de la risa toditos.

      – Qué callado está todo por aquí… – Afirmó Megan rato después, estábamos a punto de llegar, cruzando una esquina nos topamos con tres comegentes, estaban en estado de putrefacción inicial, su respiración se escuchaba torcida y aferrada y estaban temblorosos, sus miradas eran perdidas y a veces sacaban las lenguas y se lamían sus labios, parecían estar en un estado de drogadicción por cocaína grave. Joan desenfundo la pistola y afirmó.

     – Aún me quedan unas balas en esta… 

     Quédate tranquilo, que pa’ casitos así trajimos los cuchillos. – Interfirió Kamui. Aquellos tres tristes imbéciles despojados de su humanidad inhalaron durante un buen par de segundos y luego se lanzaron corriendo con todo hacía nosotros. No fue necesario que hiciera algo, rápidamente Kamuí patio a uno haciéndolo caer mientras le chavaba en la cien una confiable navaja a otro de ellos,  por otro lado Johan se dio vida tranquilamente clavándole la navaja entre los ojos al tercero, fue gracioso escucharlo gritar “¡NOJODA!” como si celebrara, luego Kamui acabo con el pateado y pudimos continuar nuestro camino. Estábamos cerca de la casa de María, lo que significa que el local estaba a la vuelta de la esquina “Técnicamente” solo esperábamos que el Hernán estuviera pendiente para bajarnos la escalera, cosa que dudo, pero no va de más soñar.


     Por el edificio, casi llegando al local vimos a un ente cubierto de telas << Posiblemente para cubrirse del sol >> quien observaba al horizonte como esperando algo, algo que  quizás éramos nosotros, puesto a que volteo a vernos y no se despegó más, además su cara ya se empezaba a distinguir, era nuestro jodido negro, Hernán. Entre más nos acercábamos más se distinguía, su expresión era fría y dejaba ver un ligero entrecejo iracundo, pero era entendible, porque aún no lo superaba, – Baja la escalera mano. Le afirme estando ya cerca. Con una paciencia increíble y quizás hasta una pisca de desprecio nos devolvió la mirada, pero en sus ojos solo se podía distinguir la tristeza, si había algún otro sentimiento estaba bien oculto y no lo quería dejar salir.


     Dentro del local me hallaba meditando << ¿Qué demonios hacemos ahora? >> voltee la mirada hacia la izquierda, allí se encontraba Megan llenando de anécdotas a Hernán, anécdotas que parecían no llegar a ningún lado. Ella no había terminado de hablar cuando él solo se levantó y se fue, era como si escucharla lo atosigara.

     – ¡Qué mierda te pasa a TI marisco! – Le gritó Joan quien ya estaba hasta la corona de la actitud de Hernán. Hernán solo se limitó a dejar de caminar, ni siquiera tuvo la decencia de devolverle la mirada

     – Lo siento, solo iba por agua… – Le dijo. Pero sus palabras solo hicieron que Joan se enfadara más.

     – ¡Yo sé que Yue lo era todo para ti, pero deja de pagar tu arrechera en nosotros ridículo! ¡Pareces un piace emo de mierda! – Le grito Joan. Pude ver que Hernán se pico, no respondió con palabras, pero empuño sus manos y le temblaron. Me levante.

     – No vale la pena Joan, Hernán solo necesita tiempo. Afirmé. Yo sé que Hernán quería decir muchas cosas, pero se mantuvo callado y creo que fue lo más maduro que pudo haber hecho, su pena no justificaba su comportamiento hacía nosotros. Cuando las cosas dejaron de estar tan inflamadas y sentí que Hernán ya no saltaría a caerse a coñazos con Joan, entonces decidí irme.

     – Bueno, hasta luego muchachos…– Afirmé.

     – ¿Te vas man? – Preguntó Jonás.

     – Si pa’ tengo todavía mucho que hacer.

     – ¿Qué harás para ver si te ayudo? – Pregunto Jonás.

     – Yo sé que en algún lado Nelson, María, Michelle, todos y cada uno de los muchachos deben estar igual que nosotros, sobreviviendo y esperando el reencuentro. No es necesario que vengas pero si quieres hacerlo te diré << Reí >> qué estoy bien salao’. – Cuando dije eso Jonás empezó a reír también.

     – ¿Y eso qué? Yo voy contigo, ¿y qué pasará con los muchachos? – Preguntó.

     – Bueno, no les falta nada aquí, mientras no se maten entre ellos. Creo que podrían seguir bien.


 
     Jonás y yo salimos del local, no sin antes comer algo, nos hicimos unos ramen instantáneos que kamui había conseguido hace unos días, espirados mis pelotas, valla ramen más rico. Empezamos a caminar, la intención no era irnos caminando sino más bien encontrar un auto por el camino, nunca imaginamos que no encontraríamos una mierda en un radio de cuatro kilómetros, más o menos.

     – ¿Y quién está con Nelson? Pregunto Jonás. Trate de hacer memoria rápidamente y le afirmé.

     – Si todo está bien, con él deberían estar, María, Nicole, Michelle, y… Y, y no sé quién más marico, llevo días pensando en solo esas cuatro personas, no recuerdo si había alguien más, en estos días han pasado muchas cosas, una tensión tras otra, creo que cualquier otro estaría más pendiente de su vida que de reencontrarse con gente que quizás esté muerta.

     – Entiendo, ¿y sabes dónde empezar a buscar? – Pregunto Jonás.

     – Ese es el peo… – Me detuve un momento, el viento soplo. – la maldita ciudad se ve más grande estando así de vacía y no tengo idea de dónde mierda buscar… – Me senté en un banquito callejero cerca de Hidrocaribe,  Jonás se sentó a mi lado. Pero dijo algo que me hizo pensar, algo que me despertó de inmediato…

      – ¿Tú te imaginas que mientras nosotros estamos aquí pasando la pela esté él y los demás de lo más relajao’ en uno de los locales de su familia?... – Afirmó carcajeánte. Abrí mis ojos como plato, voltee a verlo. Me levante rápidamente de aquel sucio banquito.

     – Jonás… Eres puto genio. – Afirmé.

     – ¿Por qué? – Preguntó.

     – Pensaba con mente de supervivencia ¿dónde podían estar? Cuando siempre debí pensar como Nelson, lujo más supervivencia, no va a estar en un puto agujero, debe estar en un lugar que lo tenga todo. – Afirmé animado.

     – ¿Y tú sabes dónde coño quedan los locales de su familia? – Pregunto Jonás.

     – No sé cuántos hay, ni mucho menos dónde, pero Nelson siempre me hablo de uno en particular, el Bodegón de sus tíos. – Respondí.

     – ¿Y dónde coño queda eso? – Preguntó Jonás.

     – Si no mal recuerdo, por el estadio metió hacía pa’ ya. – Respondí.

     – ¿Qué? – Pregunto Jonás.

     – Tranquilo marisco, yo sé dónde es, vamos pa’ esa mierda que aún es temprano. – Añadí, sin más, continuamos la búsqueda de un maldito auto para llegarnos al estadio, como no se veía nada por los alrededores, preferimos devolvernos y caminar por en medio del centro, si no conseguíamos auto llegaríamos a nuestro destino a pie. Ahora que teníamos destino Cumaná volvía a ser pequeña, pensé. El viento soplaba, era frío y húmedo, por otro lado el sol brillaba con suma intensidad. A la altura del BOD me pregunta Jonás.

     – ¿El centro desde cuando es así man?

     – ¿cómo así? – Pregunté.

     – Solo, desierto, parece que todo rastro de vida se extinguió. – Añadió él. Empecé a mirar hacia los lados, y solo se veía soledad.

     – La verdad no sé, pero desde que es así solo me siento incomodo, Cuando se veían pandillas y comegentes sabías de que correr y a dónde correr, pero con esta fría soledad, no hago más que pensar en que algo podría salir en cualquier momento. – Respondí, sentí escalofríos en la espalda, creo que me estaba sugestionando demasiado, aunque quizás era el frío viento.

     – ¿Que grande se ven los edificios verdad? – Pregunto Jonás.  << Sonreí >>

     – Fíjate que no me había dado cuenta, pero sí, que grandes se ven las edificaciones estando todo tan vació. – Reímos, y seguimos caminando.


      Casi llegando al puente pudimos notar que a la altura de la iglesia salía humo, mucho humo, era negro y voluminoso como un incendio, pero lo ignoramos.

     – ¿Man que es eso? – Preguntó Jonás al momento, yo no me había dado cuenta, dejamos de caminar y le pregunté.

     – ¿El qué pa? – Nos callamos, hubo silenció y entonces el viento empezó a soplar, podíamos distinguir un sonido extraño a lo lejos, sonidos que cada vez se hacían más claros, aquellos no eran más que gritos desgarrantes de alguien que suplicaba clemencia. Empezamos a correr para ver de qué demonios se trataba, cruzando, casi llegando a la iglesia lo vimos. Nos ocultamos a penas bajo el luminoso sol esperando no revelar nuestra posición. Aquello era típico de una película de temática satánica,  un grupo de personas de rodillas rezando y murmurando entre ellos cosas sobre el día del juicio final, nos daban la espalda, y en medio de ellos, en medio de aquel semicírculo se encontraba un hombre amarrado y postrado sobre una rueda de tractor o quizás de retroexcavadora encendido en fuego. Era la viva imagen de un sacrificio. El hombre seguía vivo, pero su vida se expiraba con cada gripo, no sabía si aterrarme o enojarme, pero no poder hacer nada me hacía sentir muy pene pequeño.


     – Va… Vámonos de aquí…– le balbuceé a Jonás, a medida que nos íbamos los gritos parecían ir en aumento. ¿Pero que podíamos hacer él y yo? Era una situación de pura impotencia. Nos devolvimos y entonces caminamos hacia la plaza Pichincha, sé que Jonás me estaba hablando pero yo no escuchaba nada, en mi cabeza solo retumbaban los gritos y de mis ojos no se borraba la imagen de aquel hombre bañado en tonos rojizos y rosas por las quemaduras, nuevamente sentí escalofríos.


    Cruzando hacía la plaza al lado de la policía pudimos ponernos a nuestras anchas, el lugar estaba libre y no había ni un alma, la cantidad de atajos que tomamos para no estar de frente a la iglesia fue impresionante, pero eventualmente pudimos salir del perímetro, poco más tarde conseguimos un auto y entonces pudimos dirigirnos tranquilamente hacía el estadio.

     – ¡ALDHA! – Grito Jonás…

     – ¿Qué? ¿qué sucede mano? – Pregunté.

    – Coño, pendiente del camino y de lo que te digo, llevo rato hablándote y ni bola me paras. – Afirmo Jonás.

     – Coño disculpa pa’ es que aún no me quito la imagen de ese hombre quemado, incluso ahora, me da unos escalofríos del coño. – Afirmé.

     – Mira, ¿a dónde vas? pasamos el estadio hace rato, de hecho casi llegábamos caminando. – Pregunto Jonás.

      – No es precisamente en el estadio pa, es más adelante y en la otra calle, solo busco un cruce que no esté lleno de escombros tan grandes. – Añadí. Escuchamos un disparo en el latón del vehículo, luego fueron dos más, definitivamente eran disparos, luego fue un disparo justo cerca de mi cara y de frente, partieron el vidrio parabrisas, pude ver cómo nos empezaron a rodear las motos, esta mierda se había puesto peligroso. << ¿De dónde salió todo esta gente >> me preguntaba. Como sea,  el sujeto que parecía ser el líder se bajó, tenía una escopeta recortada, era un maldito psicópata, entre pasos disparaba al frente del carro, y nosotros no hicimos más que ocultarnos de alguna bala perdida, mi instinto me dijo que arrancará, trate de hacerlo de hecho, pero quizás le había dado a algo importante. El auto ya no encendía. El sujeto entonces se acercó por completo, estaba a mi lado, yo era el conductor designado, con la culata de la escopeta partió el parabrisas y abrió la puerta.

     – Bajen. – Fue lo único que dijo, Jonás y yo  nos vimos rodeados de armamento superior, él y yo apenas teníamos dos cuchillos y una pistola con tres balas, con las manos arriba y lentamente lanzándonos al piso hicimos caso omiso y no intentamos nada estúpido, quien sea que fuera este imbécil con estética de motociclista americano ochentero, me causaba mala espina, parecía de aquellos brutos que no razonan solo hacen lo que quieren, y sus más de quince amigos armados parecían respetarle. Esta mierda no se veía nada bien. No sé qué sería de Jonás pero a mí, personalmente perdí el conocimiento cuando fui pateado por ese mamut en la cara.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario