"Para mí, para mis amigos, para cualquiera interesado en leerlo.
Nada especial, solo hobby."

-AldhaRoku

viernes, 16 de noviembre de 2018

Capitulo 38


38


     Indefensos e incautos nos mirábamos las caras mientras todo el pandemónium ocurría a nuestro alrededor, maldita sea. ¿Experiencia? Nunca se está preparado para el fin del mundo, no podía evitar sentir aquel vacío enorme engullir mi corazón al pensar que todas estas muertes eran mi culpa, ¿debíamos quedarnos en Cumaná? ¿Valía realmente la pena arriesgarse por una oportunidad? Preguntas que bombardeaban mi subconsciente.

     – ¡Haz algo carajo! – Escuche de golpe de parte de Hernán quien interrumpió mi letargo.

     – ¡Tenemos que irnos Aldha! – Perdimos, tan simple como eso, ¡Perdimos! Me voltee para dar una última mirada y veía como esas cosas devoraban a los niños y a los más indefensos, como nuestros limitados alimentos se consumían en llamas, como nuestras herramientas habían seguramente quedado inútiles.

     – ¡AYUDA! – Me aturdió el chillón grito proveniente de Megan, largué la mirada y aunque borroso pude notar que estaba tratando de defender el cuerpo inconsciente de Joan. Hernán no tardo en saltar a su ayuda y aunque mis intenciones no eran diferentes, mi cuerpo simplemente no podía moverse, caí de rodillas al suelo y mi respiración era pesada, mi vista se hacía cada vez más borrosa y yo sabía que no era el veneno de las setas, no, estos eran comegentes normales, no hongos, yo me estaba rindiendo, mi cuerpo no quería seguir en esto. Frustrado, molesto y sobre todo deprimido me puse de pie y aunque tarde salte a matar a esos malolientes engendros de uno en uno usando solo mis confiables cuchillos de caza, largue la vista debíamos haber en total como seis, pero apenas unos cuantos peleaban.

     Los comegentes eran más, valla que más. Y peor aún, no dejaban de caer de arriba del acantilado. Algunos al caer, su espalda se rompía en dos, otros se quebraban las piernas o caían de cabeza muriendo en el acto, pero igual, eran demasiados y no todos sufrían daño al caer así que grité a todo pulmón.

     – ¡CORRAN! – Levantamos a los caídos, los desmayados y lisiados y como pudimos nos fuimos, Hernán cargaba a Joan mientras Megan con la pistola de escasas balas alejaba a los indeseables, Pepe cargaba a su hermanito Saúl y yo llevaba encima a una María que no hacía más que preocuparme más, su cabeza no paraba de sangrar se había hecho una grande herida. Aparte de ellos habíamos despertado a Mirian quien tristemente fue devorada por perder el paso, a duras penas pudimos escapar de aquel calvario, dejando no solo a amigos cuyo destino se nos era inciertos, sino también lo poco que teníamos y cadáveres que no tendrían un sepulcro jamás.

     Aquellas cosas nos persiguieron por un largo rato, Megan gastó la última de sus balas y no podíamos detenernos por nada en el mundo. No fue sino hasta aproximadamente tres kilómetros al oeste que entre tanta maleza y arboles los perdimos. Cruzamos el río esperando que el sonido del agua los confundiera más y continuamos hasta tener la suerte de encontrar algún refugio. 

     Cansados por no permitirnos la opción del descanso nos topamos con lo que parecía ser una posada, miento, aquello era una casa << de estética colonial >> con una plantación de yuca, tomate y pimentón bien formada, dije susurrante.

     – Esta mierda le debe pertenecer a un loco, te lo aseguro.

     – Alguien debe ir a revisar. – Afirmó Pepe

     – Yo iré. – Respondí.

     – ¡No irás solo! – Exclamó Hernán.

     – ¿Qué pretendes entonces? O muere uno intentando ver si es seguro o morimos todos aquí. – Manifesté.

     – Yo voy a ir. – Recalcó Pepe.

     – ¿Pero qué verga dices Pit? Te vi la pierna, sé que estás malherido.

     – Soy el más rápido del grupo, la pierna no me detuvo en todo este rato, cuida tu mejor de mi hermanito, si algo sale mal Megan puede con Saúl, solo tiene cinco años. Solo, solo confíen ¿ok? Esperen.

     Tras esas palabras Pepe partió a explorar el área, le di uno de mis cuchillos, no le di ambos por si las cosas se ponían feas para nosotros. Entonces comenzó la espera, aquella tortuosa espera que pareció ser eterna. Yo no dejaba de tronar mis dedos esperando el momento de una respuesta entonces escuchamos los matorrales moviéndose y como era costumbre nos pusimos en guardia, no dijimos ni una sola palabra solo esperamos, callando incluso la respiración. Para mi sorpresa de entre las hojas salto un comegente anciano hacía mí, atrás de él Pepe saltó de igual manera clavándole el cuchillo de oreja a oreja obviamente matándolo en el acto, el cuerpo cayó desplomado al suelo sangrando sin parar y Pepe exclamo.

     – Sabía que había uno, pero no lo encontraba. – Y sonrió.

     La casa era enorme, estaba construida de bloques y puertas enormes, parecía ser bastante resistente pero igual no podíamos fiarnos, la cocina era un empedrado con carbón, a su vez la casa estaba dotada con sacos y sacos de carbón, también tenía baldes de gasolina y lotería, fósforos.

     – Tengo la impresión de que ese hombre era el dueño de esta finca, quizás se transformó hace poco y quedo atrapado deambulando por ahí, no se veía flaco así que quizás es reciente. – Afirmó Pepe.

     – O quizás ya se comió a todos los que estaban cerca, completo Hernán.

     – Como sea debemos aprovechar el lugar para reponernos, dentro de unas horas se hará de noche y no quiero ni pensar en cómo se pondrán los comegentes bajo la luna, – Afirmé.

     A todos se nos veía derrotados, cansados y sucios, apartamos un cuarto para atender a los heridos. En lo que parecía ser el cuarto del viejo, una cama gigante diría yo, acostamos a Joan, María y Saúl. De buenas a primeras quien parecía estar en peor estado era María, Joan y Saúl parecían solo tener una contusión y estaban desmayados, igual checamos su respiración y revisamos si no estaban mal heridos físicamente, María aunque me tenía la cabeza mala parecía que también estaba en el mismo estado que Joan y el niño, la diferencia es que se había roto un poco la cabeza, pero solo era superficial, me dejé llevar por toda la sangre que corrió de su cabeza a su barbilla, empecé a limpiarla, afortunadamente el viejo cargaba con dos pipotes bien llenos de agua << quizás agarradas del río >>  así que aproveché.

     Antes de que cayera la noche salí al patio y junto con Hernán seleccionamos unas verduras, para nuestra suerte el viejo aparte de tomate y yuca también tenía papa, pimentón y todo tipo de aliño. Cogimos los suficientes y rezamos porque el viejo tuviera algo de sal guardado. Además de sal, el viejo tenía cubitos, Harina pan y orégano, mucho más de lo que pensábamos así que encendimos el carbón, montamos la parrilla y la olla donde sancocharíamos las yucas, además preparamos un guiso de tomate estilo boloñesa y sancochamos papas para acompañar con puré. Notamos que había tablones que cerraban las ventanas y monolíticos trozos de troncos para cerrar la puerta, quien sea que fuese este viejo, no solo se había adaptado mejor que nosotros a sobrevivir, sino que probablemente estaba mejor preparado, sin que siquiera llegase la puesta de sol cerramos bien las puertas, usamos los troncos como barricadas y cada uno se turnó para darse un baño.

     Rato más tarde, a penas caída la noche despertó Joan, comíamos cuando caminando como un zombi se acercó a nosotros.

     – ¿Qué paso? – Preguntó.

     Megan dejo su plato de comida a un lado para darle un abrazo.

     – Ven, siéntate y come y te contamos todo. – Afirmó Hernán.

     Mientras comían y le contaban lo ocurrido a Joan yo había terminado mi plato, Joan se tapó la boca y dejo de comer cuando Hernán le comento sobre Michelle y yo me alejé para ver a mi novia. Aparté mi mirada hacía su lado y vi Saúl, aquel niño de tan solo cinco años y apreté mis puños al unísono que salían mis lágrimas al recordar a todos esos pequeños caídos.

     – Apenas llevo unas semanas desde que te conozco Aldha, pero sé cómo eres. Sé que te culpas por lo ocurrido y te digo. Estamos aquí viejo, nos hubiéramos quedado o hubiéramos hecho este inevitable viaje el destino iba a ser el mismo. ¿Sabes cuál es la diferencia y por lo cual no puedo estar molesto contigo ni con ninguno de los líderes? Que quedarse en Cumaná hubiera sido morir a lo seguro, venir al contrario te daba un rayo de esperanza, y... – Pepe empezó a llorar también.

     – Mi hermanito está bien, viejo, mi hermano sigue aquí y eso es todo. Es mi familia, y seguimos aquí, no sé si gracias a ti. Pero algo es seguro, todos los que murieron estaban preparados para morir. Y que sigamos vivos, algunos, maldita sea, créeme que representa que no todo está perdido. – Completo Pepe quien me dio fuerzas poniendo su mano en mi hombro, no dije ni una sola palabra, todo estaba dicho.

     En la misma habitación revisé y descubrí que el viejo tenía unos bozales, tres para ser exacto, le pusimos uno a María, uno a Saúl y le entregamos el otro a Megan, los demás rompimos una camisa vieja del guardarropa del viejo para usarlas como cubre bocas para la hora de dormir, nos reunimos en la sala a conversar, muy en voz baja por supuesto y tras desahogarnos y pasar el mal trago con un guarapo de caña con limón que encontramos en una vieja y descompuesta nevera Joan comentó.

     – Así que Nelson… ¿se fue?

     – No está muerto hasta donde sabemos, al menos quisiera creer que no, tras el impacto salió volando a quien sabe dónde y no tenemos idea de su paradero, también Nicole y probablemente otros más. Estoy seguro de que vi a Kamui durante el desbarate, pero no sé, Podemos ser realistas y decir “Lo más probable es que murieron” o podemos ser optimistas y esperar pronto encontrarnos con ellos, si es así no deberían estar muy lejos. – Opiné.

     – Yo creo que siguen vivos, no son del tipo de gente que muere rápido, sus cicatrices hablan mejor que nuestras palabras. – Completo Pepe.

     A eso, mientras conversábamos empezó a llover, y nos cayó como anillo al dedo porque hizo un frío más que delicioso, lo único malo es que atrajo a la casa los alacranes y ciempiés, maté antes de dormirme a dos alacranes y a un ciempiés enorme. Hasta que eventualmente deje de darle importancia y tras arropar a María y al niño, le pedimos a Megan que durmiera en el otro cuarto que parecía ser uno de niño o de huéspedes con una cama más pequeña, los demás dormimos en la sala, Joan agarro el mueble pequeño, Pepe el mueble grande y Hernán y yo nos quedamos en el suelo, unas sábanas hicieron de futón para nosotros.
     A la mañana siguiente Pepe me despertó apresurado.

     – ¿Qué haces despierto tan temprano bro? – Pregunté tras quitarme el tapabocas.

     – Hermano tienes que ayudarme, Saúl tiene una fiebre muy alta, está hirviendo… – Respondió Pepe.

     Rápidamente fuimos corriendo a verle para ver la seriedad del asunto, los demás seguían dormidos, ciertamente la cabeza del niño estaba hirviendo y sudaba como cerdo, recordé entonces que allá en el cultivo había unas hojas de lo que parecía ser paracetamol, aunque fuese para el dolor tomaríamos eso como un comienzo.

     – Báñalo con agua fría primero Mano. – Le manifesté.

     A eso que digo eso María se despierto abruptamente y se desesperó por completo, había empezado a patalear y gritar como una loca, así que a la fuerza le quite el bozal y la agarre por la cabeza gritándole.

     – Todo está bien amor, Todo está bien, ¡Cálmate! A lo que ella asustada y temblando, tras despertar a todos quienes corrieron a ver qué demonios ocurría, exclamo.

     – ¡¿Quién eres tú?!


miércoles, 5 de septiembre de 2018

Capitulo 37



37


     Oficialmente el día había iniciado, el sol entraba por las rendijas superiores del almacenen que llamábamos hogar. Todos sin excepción empezamos a preparar comida tanto para desayunar como para el camino en caso de un imprevisto, no llevaríamos todos los equipos que cargábamos por cuestiones de peso, estoy hablando de cocina, horno, bombonas. Al menos no todas, solo una pequeña parte hasta encontrar un nuevo lugar, eventualmente regresaríamos por el resto de las cosas, eso pensábamos.

     Para María, Nicole, Joan y Hernán preparé unas panquecas con queso. Lo último que nos quedaba del queso que fabrico Cecilia claro. Lo que más nos sobraba era harina así que podía darme el lujo de hacer muchas panquecas, en ocasiones hacíamos pan, pero como consumía mucho gas el grupo se puso de acuerdo que cuando fuésemos a hacer, había que hacer para todos para aprovechar el potencial del horno, endulzábamos con la cosecha de caña de azúcar que encontró Martín, se estaba secando la cosecha así que tomamos justo a tiempo tantas cañas como pudimos y guardamos el jugo en potes de refresco, con eso endulzábamos toa’ mierda. No había agua suficiente como para ducharse, apenas para cocinar y llenar las cantimploras necesarias. Así que después de que todos ya habían desayunado, Kamui dio la orden de aviso. Primero iba a ir un grupo de exploración, Nelson, Agustín, Cesar, Joan y yo.

     Éramos muchas personas así que no podíamos deparar en cuidados, tan pronto abrimos la enorme puerta principal se escucharon algunos gritos y como no si hasta a mí me dieron ganas de vomitar al ver que cayó el cuerpo, más bien los restos esqueléticos y rojizos de << imaginaba era Brayan >> Pateando los restos como si fuera menos que un animal muerto lo apartamos de la entrada y decidimos ir a ver, cantar la zona, ver si había moros en la costa.

     De buenas a primeras no se veía nada raro, pero teníamos que tener la guardia alta, había frío aquello era señal suficiente como para saber que los hongos “aún con el sol” podían ser activos. En la parte principal al menos, no había nada raro más que la horrida muerte de Brayan, al verlo dirías sin pensarlo dos veces que fue devorado por la mancha voraz, era un despojo simplemente aterrador.

     Nos movilizamos por los costados separándonos en dos grupos, un grupo agarro por el lado izquierdo y el otro por el flanco derecho, misma dirección, el garaje, si todo estaba despejado podíamos cargar el convoy e irnos todos al diablo.

     – ¡MIERDA! –  Gritó Agustín quien iba con Joan del otro lado del almacén, Cesar, Nelson y yo corrimos entonces y nos dimos cuenta de lo que sucedía, ya se me hacía raro ver a esos malditos, así que cargando con no más que armas blancas para minimizar el ruido << Y una mierda, nos quedaban como seis balas en total >> Nos lanzamos ante esos comegentes, no parecían tener el efecto de lentitud que le daba la luz solar a casi todos, se veían fuertes, rápidos y voraces,  cuan si fuera poco debían haber más o menos doce, en otro momento no hubieran sido problema, pero estos comegentes tenía un comportamiento anormal, anormal para los estándares de un comegente, era entendible, llevábamos meses sin ver uno, últimamente solo se veía hongos por allí, Pero era imposible olvidar a los desgraciados, menos su forma de ataque. Uno salto hacía mí usando sus dientes, “Típico” Pensé, y el hijo de puta entonces me golpeo en la mandíbula, y como comegente que era tenía una fuerza jodidamente notable, caí al piso y esa cosa se abalanzó sobre mí, de no ser por Nelson quien le bolo la cabeza con un bate lleno de púas no la cuento.

     – ¿Son todos? – Nos preguntamos luego de acabar con los doce.

     – ¿Aldha que coño paso allí? –  Preguntó Nelson.

     – Marisco Esa cosa hizo un puño y me golpeo.

     – ¿Qué verga? – Preguntó Joan.

     – Te digo que el hijo de puta me lanzo a morder, obviamente evadí eso y lo agarré por la cabeza para matarlo, hizo un puño, vi el momento en que apretó la mano y me golpeo con la suficiente fuerza como para tirarme al piso. –  Afirmé con vehemencia.

     – ¿Y ahora qué? ¿Son inteligentes? –  Preguntó Asustado y con sarcasmo Cesar.

     – Carajo, lo que faltaba. – Se quejó Nelson con igual sarcasmo.

     – Debió haber sido una coincidencia, ¿Cuántos comegentes no has enfrentado ya? Que uno entre todos los que has matado hiciera algo fuera de lo común solo da más validez a lo que dije. – Manifestó Joan.

     – Sí, tienes razón, pero igual hay que estar atentos, llevamos más de seis putos meses desde que comenzó esta mierda y todavía no sabemos que es, he visto, zombis, mutantes, monstruos, las mordidas no te infectan, los que están bien pueden despertar como caníbales, esto debe ser el maldito apocalipsis. –  Dije iracundo.

     – Aja, ¿y sí le damos luz verde y salimos de aquí antes de que vengan más? –  Preguntó Agustín.

     Tras aumentar la seguridad del garaje, armando no solo a los que ya estábamos sino a Kamui, Hernán, María, Juana, Jessica y al chino es que todos empezaron a empacar, no todos estaban actos para pelear, pero cada uno era complementa útil, algunos sabían fabricar medicamentos con plantas, otros hacían alimentos con viejos trucos heredados de familia, y otros simplemente sabían trabajar muy bien en equipo.

     No nos llevó ni veinte minutos preparar el convoy, aquella mierda era gigante pero con la cocina, las bombonas y las cajas con alimentos no iban a entrar todas las personas, así que al menos  seis quedaron por fuera, conveniente teníamos una camioneta que usábamos para recolectar alimentos << saquear lo poco que sorprendentemente quedaba >> allí iba Nicole, Alexander, Megan, Johan, Karly y Kamui Aparte llevaban el poco armamento de fuego que nos quedaban excepto una pistola simple que tenía el conductor en el caso de toparnos con ladrones, llevaban también una caja de alimentos preparados y una de granos.  Ya todos listos arrancamos esas carcachas y decidimos ir a tierras de nadie, tomamos la vía más común a Cumanacoa, yo iba montado junto con Nelson atrás en el Convoy, la vista ciertamente era hermosa, el aire frio golpeando tu cara, ya sabes, aquellas pequeñas cosas por la cual ninguno de nosotros pensaba todavía en meterse un tiro.

     – ¿Qué vez? –  Me preguntó gritando Nelson del lado izquierdo del camión.

     – Ahhh.. Nada, solo veía. – Respondí.

     – Veme este. –  Dijo Nelson.

     Bostezaba, quizás por el sueño tras no dormir bien por lo de ayer, quizás por lo frio del ambiente o quizás por el clima nublado que tan hermoso y perfecto se me hacía. Tras lo más difícil, que era la cantidad inaudita de escombros que adornaban todo el pavimento finalmente salimos de lleno de lo que era Cumaná.

     – Ojalá te caiga un meteorito coñoe’tu madre –  Dijo Hernán refiriéndose a Cumaná.

     El plan iba bien, lo único malo es precisamente que no teníamos idea de dónde íbamos a hacer parada, literalmente este era un viaje a la nada. Miré hacía dentro de Convoy para ver a mi novia y lanzarle un besito, luego voltee hacía atrás para ver a los muchachos en la camioneta. Entonces noté algo raro, teníamos una montaña al lado como era normal en estas zonas, pero creí ver una roca que cayó de arriba, pero afortunadamente no golpeo al auto, Entonces dirigí la mirada hacia arriba y me di cuenta de que rodaba una cosa, temí con que fuese un derrumbe y golpease al Convoy o a la camioneta, Ojalá hubiese sido un derrumbe, aquello que caía de la montaña no eran más que Comegentes.  Era una maldita horda, gigante y desesperada, se arrojaban desde arriba hacía nosotros, quizás atraídos por el ruido de los autos y yo me preguntaba ¿Cómo podían ser tan rápidos?

     – ¡Nelson Grítale al conductor que aceleré! –  Exclamé, Pero antes de que dijera algo el Convoy freno de golpe seguido por la colisión que no pudo evitar darnos la camioneta, nuestro vehículo se salió de la carretera cayendo justo cuesta abajo a un acantilado de quien sabe cuántos metros, Estuve consiente todo el trayecto y tan rápido como pasó puedo contar cada detalle. Nelson salió disparado a quien sabe dónde, yo de igual manera salí disparado, pero hacía dentro del convoy con las demás personas. En ese momento mi mente se volvió borrosa, entre negrura y personas que salían disparadas fueras del convoy, Sangre y gritos, tengo una imagen borrosa que luego me aclararían de Maria y Hernán sosteniéndome entre los dos, y luego simplemente el golpe.

     Todo era negro, pero sabía que tenía los ojos cerrados, estaba ¿Desmayado quizás? Aunque borroso escuche unos disparos, gritos incesantes y lloriqueos de niños, me di cuenta de que estaba acostado en el suelo en un charco de mi propia sangre, María estaba a mi lado con los ojos abiertos, pero sin conciencia, me asusté, su cabeza no paraba de sangrar, todo nuevamente se volvió en cámara lenta para mí, miré abajo, arriba a los lados, vi a Hernán Tratando de levantar la enorme cocina que evidentemente al ver esos zapatitos podía discernir que estaba aplastando a alguien. Miré hacía un lado y noté que algunas personas peleaban a mano limpia y con lo que encontrasen contra algunos comegentes y a su vez con hongos, parecíamos estar en medio de un bosque porque aparte del camión bañado en llamas y todas esas personas peleando y tratando de levantar a otras solo había árboles y riachuelos. Rápidamente pensé, Comegentes, hongos… ¿El convoy en llamas y las bombonas adentro? Mi corazón latía a millón, a duras penas pude levantarme, caminaba más torpemente que un ebrio y solo pensaba en llevarme a María y a Hernán “que eran mis conocimos más cercanos que podía ver a simple vista”

     – De, de… Deja eso Hernán, esa cosa va explotar. – Torpemente hablando le manifesté a Hernán. Pero se negaban a darme bola, como pude, no sabría decir de dónde saque fuerza para ayudar a Hernán pero entre los dos pudimos quitar la pesada cocina industrial que aplastaba aquella pobre persona, Sus piernas estaban destruidas completamente, y no me sorprendería que también se le hubiesen salido parte de las tripas. Por eso se me rompió el corazón y automáticamente largue lágrimas al ver que ese pobre individuó era nuestra pequeña Michelle Manzella.

sábado, 18 de agosto de 2018

Capitulo 36



36


     Respiración pesada, mirada vidriosa, estado de conciencia inestable, claro. Tenía que ser, lo que sea que emanase de aquellas asquerosas esporas me volvía a pasar factura como aquella vez hace meses. Perdimos a un amigo << Eso a nadie sorprende >> Me empezaba a marear y como habíamos aprendido en tan poco tiempo nuestra única salvación era precisamente nuestro poco tiempo de reacción, inyecte una suave dosis de adrenalina en mi brazo izquierdo para ver si me dignaba a mover el culo de una vez, << Mala idea >> mi corazón casi se detuvo o al menos me avisó que la había cagado dándome un fuerte dolor en el pecho.

     Era ridículo la cantidad de vástagos que esperaban campantes ante nosotros. Kelly, Joan, Megan, Cesar y yo nos encontrábamos en la ala oeste del Hospital, podía ver a lo lejos a través de los ventanales al grupo beta que estaba del otro lado conformado por  Kamui, María y Chu. El plan era infalible, simple y rápido. El equipo Alpha nos infiltraríamos en el ala oeste, quizás la única zona del hospital con insumos, o al menos de la que teníamos seguridad. El Grupo Beta nos escoltaría ya que son los que mejor manejan las armas de distancia.

     Al principio todo fue predecible, sabíamos que encontraríamos a un enjambre, y claro que acabamos con ellos fácilmente, Había una reina casi al final del pasillo, asimilaba a un clásico final Boss, pero el equipo beta se encargó de retenerla mientras nosotros preparábamos las molotov para quemar a esa escoria.

     Cuando llegamos tuvimos un fuerte imprevisto, debía haber al menos veinte comegentes aún en estado normal. Lo malo de un comegente normal es que son jodidamente fuertes, tanto tiempo sin haber visto uno nos dejó sin práctica, era zona invisible para los francotiradores así que tuvimos que entrarnos a vergajasos con esas cosas, la única con pistola era Megan pero debía usarse solo en caso de emergencia, no queríamos atraer más a nuestra posición.

     A pesar de una que otra arañada, moretones y algunas mordidas leves acabamos con ellos. Y hubiéramos celebrado como enanos de no ser que la maldita ala, en todo el maldito edificio para ser exacto no había más que una roñuda y asquerosa bolsa de frituras de queso. El suelo estaba lleno de latas destapadas, y bolsas de chucherías, comieron hasta el hartazgo antes de convertirse. Usando un espejo a través de la ventana les hice la señal de fracaso al equipo beta, nos preparamos para irnos al demonio hasta que el imprevisto saltó a nosotros.

     Al parecer tan mala suerte cargábamos que había otra reina en la escena, no teníamos fuego para dos, y la primera se llevó todas y cada una de las molotov. Lo  más preocupante que eso no era la puta reina, era el simple hecho de que nunca estaban solas. Podrás imaginar mi cara al escuchar el gruñido inentendible y asqueroso, acompañado de docenas de pisadas de una pequeña horda de hongos. 

     Cuatro imbéciles con cuchillos, machetes y lanzas y solo una niña con una pistola.

     – ¡Corran! – Grito Joan y no nos tembló el pulso para hacerlo, no pensamos en nada más lógico al momento que encerrarnos en el salón dónde estaba los comegente que hace un segundo habíamos matado, cerramos la puerta con cerrojo y claro, un clásico, empujamos el escritorio para reforzar la puerta. En eso momento me maldecí por no pensar en otro plan.

     – Estaremos a salvo – Dijo Cesar.

     – No, no estaremos a salvo un coño de la madre. ¿Sabes una cosa en la que se diferencian los hongos de los comegentes Negro? Simple, los comegente se aburren, y se van tan pronto escuchan otro ruido cercano, los malditos hongos pueden plantarse  a esperar hasta un maldito mes con tal de joder a su presa y no solo eso. Si bien es cierto que lo más jode de un hongo son sus esporas y solo las lanzan en batalla directa,  una reina las puede expulsar a voluntad. Créeme, con una reina afuera estamos todo menos a salvo.

     – ¿Qué tiempo nos queda antes de qué se les ocurra algo a los muchachos? – Preguntó Joan.

     – Necesitan fuego ¡Y mucho! Yo creo que entre el tiempo que tarden en ir a la base, ver si consiguen alcohol, preparar los molotov y volver estaremos bien muertos.

     – ¿Cómo que muertos? – Pregunto temerosa Kelly.

     – La toxina de una reina no es como la de un esbirro, es letal y en un lugar encerrado como este será más rápido. – Manifestó Megan.

     Kelly se empezó a hiperventilar, no sorprende, habían pasado ocho meses desde que comenzó todo, el Z day por darle un nombre exótico, pero a pesar de ellos Cesar y Kelly así como Chu, eran buenos sobrevivientes pero nunca han estado al filo del peligro como nosotros que ya hemos estado en tantas situaciones.

     Un fuerte sonido como de descompresión sonó de golpe.

     – Me cago en… ¡Comenzó! – Grité, conocía ese sonido, debía ser por el coño la reina haciendo su gracia, todos tapamos nuestra boca y nariz antes de que el gas entrase por debajo de la puerta, a pesar de ello no estábamos protegidos por los ojos y las heridas expuestas, así qué forcejamos rápidamente para quitar el escritorio que nosotros mismos habíamos puesto, y aunque mi plan era suicida, era lo más sensato. << sí tuvieras que elegir entre morir a lo seguro, o posiblemente morir ¿Con qué te quedas? >> Entonces escuche disparos de alto calibre, y aquello fue casi una señal inmediata.

     Abrí la puerta de par en par con una patada con todas mis fuerzas, los muchachos se asustaron por mi arriesgada iniciativa pero no eran tontos y reaccionaron rápido, me siguieron. Empezamos a caernos a machete y navajazos contra esas cosas mientras Megan distraía a la reina a tiros. El ambiente estaba impregnado de gas. Fue en ese momento que me empecé a marear, a perder un poco la conciencia y sentí que se me iba el mundo hasta que recordé que desde lo que pasó aquella vez cargo conmigo siempre una dosis de adrenalina o cualquier otro reactivo similar. Les abrí pasó a los muchachos para que avanzaran, Joan tuvo que escoltar a Megan por más razones que simple amistad, era nuestra enfermera, médico y apoyo moral.  Kelly les siguió después y lastimosamente tuvo que presenciar posiblemente en cámara lenta, o quizás así solo lo veía yo por la adrenalina, como entre tres de esas cosas engulleron vivo al inerte y sonriente Cesar, quien parecía haber caído en la locura segundos antes de morir. Joan Jaló a Kelly por la muñeca con toda sus fuerzas y mientras tanto el equipo beta a lo lejos acababa con aquellos vástagos uno a la vez. El Corazón me dolía, pero estaba aún con chance de salir de aquel pasillo de la muerte. Necesito repetir que veía todo en cámara lenta mientras respiraba a velocidad normal, corrí y avancé y quizás porque fue muy repentino o quizás porque atravesó a un hongo, pero una de aquellas balas me dio en un brazo, no obstante no sentí dolor, solo quería salir de aquel lugar, y casi como puesto allí por los dioses había una camilla parada verticalmente, no sé cómo pude lanzarla tan rápido y seguir corriendo como si nada, pero eso hice, la lance contra el suelo haciendo la barricada más pendeja y estúpida de la historia, pero contaba con que al menos durante un segundo los detuviera.

     Llegamos a las escaleras, bajamos saltando como liebres que huyen del cazador, a todo pulmón y sin derecho a detenerse corrimos al estacionamiento, Maria y Kamui quienes estaban haciendo de francotiradores también bajaron de su zona y los intersectamos justo a tiempo para montarnos todos en la camioneta.

     – ¡CHU MUEVELA! – Gritamos casi al unísono, aquellas cosas nos siguieron hasta que eventualmente y a toda marcha salimos del hospital y los perdimos.

     – Buen día para que fuese nublado, no hay sol que los detenga. – Dije.

     – ¡Amor estas sangrando! – Exclamó María, y al ver mi brazo me di cuenta de que toda mi manga derecha “que era blanca” estaba teñida en rojo y negro, quizás seguía bajo efectos de la adrenalina  hasta ese momento, porque al darme cuenta de toda la sangre que había perdido, me desmayé. Era eso, o había inhalado mucho veneno de la reina.

     Aparentemente desperté al día siguiente, estábamos en la guarida y estábamos todos bien, todos excepto Cesar claro, quien había muerto tras su primera misión. Me levanté y lo primero que hice fue mirar mi brazo, estaba vendado pero parecía estar bien, empuñé mi mano derecha y efectivamente todo parecía estar en orden. Me dirigí con el resto del grupo quienes hablaban del mismo maldito tema que me tenía el pepe flaco.

     – Nos queda comida apenas para unos días. Necesitamos hacer algo. << Murmuraban >>

     – ¿Hace cuantos meses propuse que comenzáramos el maldito cultivo? – Pregunté callando su murmullo. – Ya no queda comida aquí, en toda esta ciudad, lo único quizás que nos de comer es el mar pero no podemos vivir de un pescado y ya, ni siquiera sabemos pescar bien. Yo creo, creo y sé que más de uno estará de acuerdo conmigo porque ya lo he comentado con casi todos, es hora de irnos, y no hablo de barrio ni nada de esa mierda. Es hora de irnos de esta ciudad.

     – Aldha ya no somos un pequeño grupo, ahora somos bueno, hasta ayer veinte personas, no podemos movilizar tanta gente así de la nada. – Afirmó Joan.

     – Como siempre sensato, pero estaba vez creo que voto por lo que dice Aldhair. – Completó Nelson.

     – ¿Y a dónde iríamos? No es como si solo fuera en Cumaná el problema sabemos de más de una fuente que todo el país, todo el continente o el mundo probablemente está en esto. Deberíamos enviar a un grupo de exploración para que encuentren una zona y si la encuentra, entonces si irnos al diablo. – Dijo Brayan.

     – Yo no voy a volver a crear un grupito de exploración, tenemos a un hombre menos gracias a eso, casi, también pierdo mi vida, y cada vez que hacemos un “grupito de exploración” – Dije con voz chocante. – Terminamos con un pie metido en el culo. Quienes se quieran quedar adelante, pero yo y sé que los míos iremos afuera, y no mandaré a nadie a buscar a los que se queden. – El silenció se apropió de la sala durante unos escasos segundos.

     – Sí, pero la vaina es saber a dónde vamos pues. – Pregunto Nelson.

     – Yo digo que deberíamos ir por lo seguro, y en este momento nada es más seguro que lo inhabitado, las montañas, pa’ ya dónde no haya tanta gente. – Afirmó Kamui.

     – Podríamos comenzar yendo vía Cumanacoa. – Dijo María.

     – Un momento vale, ¿enserio estamos considerando irnos de este lugar tan seguro al monte sin saber nada de nadie o de qué? – Preguntó Brayan.

     – No sería la primera, ni tampoco la última vez. – Dijo Nelson tocando su hombro, Y sin más, empezamos a empacar para irnos mañana, claro, que en mis planes no estaba que esa decisión le cayera tan mal a cierto grupito de personas.

     Durante la noche luego de cenar << Si se le puede llamar cenar a comer una latica de frijol entre dos >> nos preparábamos para dormir, hasta que escuché unos gritos y unos golpes salí rápidamente de mi campaña junto con María, era Nelson quien estaba golpeando a Brayan y lo tenía contra el suelo con una llave.

     – ¿Qué rayos pasó? – Pregunté histérico.

     – Este hijo de puta planeaba hacer algo raro a nuestras campañas, huélelas. – Dijo Nelson, efectivamente justamente las tiendas de acampar nuestras, las del grupo que se iba estaban bañadas en alcohol, de pasó pude observar un yesquero en el suelo, no tenía que ser un genio para saber de quién era. Brayan era el típico sujeto que no hace una mierda. El sobreviviente que sobrevive a costillas de los demás. Y se me hacía evidente que sin nosotros no iba a durar y eso le molesto.

     – Pedazo de mierda ¿Cuál es tú problema? – Gritó Joan quien había escuchado todo también. Y así, todos en ese momento despertaron mientras el sujeto patéticamente lloraba.

     – ¡Debería matarte ahora mismo! – Grito Nelson iracundo como pocas veces lo había visto.

     – No, no vale la pena que te ensucies las manos con un sujeto así. Sácalo de aquí. – Afirmé autoritariamente.

     – No es diferente a morir. – Dijo Nelson, A fuerza bruta y con una llave de la cual no podía zafarse, Nelson saco al sujeto a la calle, yo solo abrí y cerré la puerta. Nadie dijo nada, escuchar los gritos, sollozos y lamentos de disculpa del sujeto del otro lado de la puerta daba la cruda imagen de que éramos asesinos fríos y calculadores, pero ellos sabían que hacíamos lo correcto, no psicópatas ni criminales era casi una ley entre nosotros.

     “¿Cómo sacaremos a dieciocho personas de la ciudad sin ser devorados en el intento?”  Pensaba mientras analizaba los peligros de la acción.

     – Bandidos, comegentes, hongos, posibles bestias. Casi todas las opciones terminarían en una muerte segura. – Afirmó Nelson.

     – Ya hemos vivido lo suficiente como para preocuparnos por morir. – Afirmé.

     – Y por esa razón nadie te verá como un líder. Quizás tú no. Pero todos aquí quieren vivir, quieren sobrevivir a esto, cuando el mundo ya esté roto y ya lo está. No puedes decirles a personas que llegaron tan lejos que morir es una opción. ¡Vamos a sacarlas de aquí! Y ¡vamos a sacarlas con bien! – Dijo Nelson, y aunque sus palabras me animaron y me hicieron sonreír repliqué.

     – Solo estaba siendo estadístico, hablamos de algo grande. Quizás lo más grande que hemos hecho en nuestra vida, estamos hablando de qué hay casi veinte vidas en nuestras manos.

     – No sabrás hasta que lo intentes, te necesitaré para mañana, así que espero que ese rasguño en tu brazo no sea excusa. – Manifestó Nelson, y le respondí.

     – Eres una mierda. No tienes idea de cuánto me duele.

     – Sufrías más cuando las termitas se comían a Mauricio. – Respondió y nos partimos de la risa. Risas después de condenar a un hombre, así era ahora.


miércoles, 9 de mayo de 2018

Capitulo 35


35

     Su nombre era Denis, venía de Puerto la cruz con su marido y sus dos hijos, me había contado que su esposo una noche se había convertido en una de esas cosas, que trato de hacerle daño a uno de los pequeños y a ella no le tembló el pulso a la hora de atravesarle la cabeza con una cabilla mal picada que llevaba rato usando como un arma, “nunca fue un buen esposo” afirmó algo desanimada, le había preguntado ¿qué la trajo de Puerto la cruz hasta aquí? En lo que a mi concernía Cumaná era el epicentro del caos, o al menos eso piensa uno dado a que los habitantes de aquí son muy bestias. Se arrugo la cara y me dijo:

     – Créeme que las cosas en puerto están mucho peor que aquí. Cumaná es un desierto no lo dudo y claro que he visto a uno que otro loco, pero yo sé reconocer a una buena persona de una mala, y créeme, he visto muchas malas. La diferencia crucial entre Cumaná y Puerto es el simple hecho de qué aunque sea aquí puedes conducir, Puerto está abarrotada de zombis, parece como si cada dos metros cuadrado hay uno que no te deja caminar, te digo enserio que no quisieras estar allá. 

     – Entiendo, ¿así que ustedes creen que son zombis? – Pregunté deliberadamente, a lo que ella respondió con una risa de antemano. 

     – No, sé que no son muertos vivos, pero con tantas películas que ve uno ¿qué va uno a pensar? Mi esposo, mi madre y mi amiga, créeme que nadie los mordió, ¡nadie nada! Solo un día despertaron así. 

     – Ya veo, ¿usted cree entonces que debería quedarme en Cumaná?  Pregunté. 

     – No digas usted, que yo no soy tu madre, y si quedarte o no, es lo mismo que antes de todo este despelote, tú puedes irte del país si quieres o quedarte a combatir, pero el tiempo que has perdido ya en esta tierra maldita no lo recuperarás jamás, yo, no me fui del país cuando tuve la oportunidad porque pensé que las cosas mejorarían, de que yo podía ayudar a que las cosas mejorarían, no lo hice, y no sé si solo es en Venezuela que está pasando esto, quizá si me hubiera ido del país estarían mejor, no tengo idea, quizás estaría peor. Hace poco decidí irme de Puerto, y, aunque esto es un basurero << carcajeo >> y no hay nada que comer, estoy mucho mejor que allá, y no sé cómo o con qué, pero no dejaré que mis pequeños pasen hambre. – Allí terminó nuestra conversación, y el rato solo fue silencio apreciando el paisaje, o al menos podría apreciarlo si fuera un demente amante del gore realista. 

     – Déjame por aquí.  Le dije a Denis

     – ¿Seguirás solo con la pierna así? – Preguntó preocupada.

     – Tengo fe de que pueda encontrar a mis amigos aquí, además, me iba a venir hasta acá en este estado, tú ya hiciste mucho por mí. – La mujer sonrió, sus hijos estaban dormidos, y entonces se despidió. 

     – ¿Cuál es tú nombre chico? 

     – Aldhair. – Respondí. – Espero que encuentres a tus amigos y puedas estar en paz, tu cara no deja ver más que preocupación. Aceleró y siguió su curso a quien sabe qué destino.

     Me encontraba justo en frente de la comunidad de Joan, había algo extraño que me molestaba un poco, en mi estado actual no podía precisamente tomar riesgos, pero había llegado demasiado lejos como para solo dar la media vuelta, como pude lancé bastón hacía el otro lado de la misma, y haciendo un esfuerza sobrehumano, me guindé de las superficies de bloques, maderas y botes de metal que había para subir arriba, lo había logrado, el problema ahora radicaba no en cruzar, sino en cómo caer, si caía con las dos piernas me iba a abrir la fractura, si caía con la pierna buena podía jodermela y evidentemente no era un riesgo que podía tomar, de modo que me guinde y poco a poco fui descendiendo hasta que solo faltasen unos centímetros para tocar el suelo, una vez hecho eso me lancé y caí con un pie, tratando de mantener el equilibrio, me agache un poco para coger mi bastón y seguí andando, tome a mano izquierda hacía la vereda en la que vivía Joan, finalmente cuando había llegado a su casa, me alegré, era como un logro desbloqueado, así que anduve, seguí y ya estando en frente a la puerta empecé a tocarla. Pero nadie salía, y toqué, y toqué, y toqué, pero nadie parecía avecinarse, me estaba desesperando, “Con un demonio” pensé. 

     – ¡JOAN! – Grité a todo lo que el pulmón me dejó. 

     – ¡CARAJO! ¡JOAN! ¡NELSON! Maldita sea… – Torpemente trataba de romper la puerta y empecé a hiperventilarme, el sol estaba algo fuerte a pesar de que se veía una masa de nueves que venían del norte. 

     – ¡ALGUIEN! – Grité, así que salí a las carreteras de la comunidad para ver si veía algún rastro de vida, pero estaba vacío como las cuencas de un cráneo, mis ojos aguanosos reflejaron la viva imagen de la desesperación y el rendimiento, me di la vuelta y justo de la otra calle se asomó alguien quien me crispó de lo rápido que salió. 

     – Amor… – Era María, quien no espero para correr hacía mí y recibirme con un abrazo, seguidamente salió Hernán quien venía haciéndole compañía y ya viéndose mejor mentalmente también corrió hacía mí y me recibió de un abrazo, finalmente, ¿las cosas estaban saliendo bien? Pensé.

     Todo el grupo si es que nos podía llamar grupo estábamos alojados en una pequeña casa en la comunidad, literalmente toda la misma estaba “vacía” y digo entre comillas porque todo el lugar estaba lleno de comegentes, vivos y muertos, lo muchachos me contaron que por así decirlo, llegaron masacrando a los pocos vivos que habían, los días seguidos fue de limpieza, quitar y quitar cuerpos que lanzaron al otro lado de la comunidad, como era de esperar saquearon cuanto pudieron, y hubo la fortuna de que todavía quedaba bastante comida y gas para cocinar, ciertamente no todo estaba bueno, toda la comida orgánica por así decirlo estaba reducida a mierda pero los enlatados y empaquetados seguían fructíferos, algunas personas habían comenzado cosechas que afortunadamente siguieron creciendo a pesar de la ola de calor y si bien no mucha, había la suficiente agua como para cocinar y al menos bañarse una vez al día, pero igual el grupo deseaba con gran fuerza que cállese algo de agua, así fuese una garua, una mera y patética lluvia, María, Hernán, Nelson, y Michelle estaba bien, llevaban días comiendo como gente, bañándose y durmiendo despreocupados, ellos fueron precisamente los que montaron la barricada en la entrada para evitar la llegada de más comegentes y desviar la mirada de curiosos por así decirlo, Kamui, no podría decir que estaba excelente pero al menos ya podía caminar, y moverse con más tranquilidad, sus mordidas y heridas grandes se habían cerrado, y es que no solo el tratamiento ahora más higiénico y la comida, sino también  que en algunas de las casas encontraron medicinas y aunque escasos, algunos antibióticos, fui al cuarto principal y allí se encontraba Megan quien salía con un plato vacío de comida, efectivamente la saludé y abracé alegre de que se encontrase bien, entonces fui al cuarto con mi bastón en mano.

     – ¿Cómo está el hombre? – Le dije a Joan quien me devolvió la mirada y respondió con una sonrisa.

     – Juraría que cuando vi la muerte hace unos días tú la estabas acompañando, pero tú no mueres ¿verdad? – Me afirmó entre risas. 

     – Se te ve mejor hermanito ¿cómo va todo? – Pregunté. 

     – Bien vale, solo estaba descansando la herida, digo, yo no estoy usando bastón. – Respondió.

     – Juraría que no la contabas hermano. – Le dije. 

     – Todos los demás así también lo creyeron, pero me levante y salí de esto, más bien nosotros, todos nosotros pensamos que no te veríamos más. – Manifestó.

     – Ya deberían estar acostumbrado, la gente como yo no sirve ni para morirse. – Afirmé, y respondió con una risa, lo dejé descansar y salí del cuarto, a hablar con los muchachos. 

     – Amor ¿te quieres bañar? – Preguntó María. 

     – ¿Huelo a mierda verdad? – Riendo y con los ojos aguados me dijo que sí, y no pude más que reír con ella, de modo que efectivamente me fui a bañar, un tobo de agua se me dio pero era más que suficiente, en la ducha dejaba caer sendas hileras negras y marrones, literalmente llevaba días sin ducharme y no podía ni imaginar mi olor, habían, jabón, champú, y una esponja, lujos del pasado que valla me hacían feliz volver a ver, tomándome mi tiempo, tarde como veinte minutos en el baño, pero aquel fue el momento más perfecto que había sentido en meses muy probablemente, María me había dejado una muda de ropa sobre la tapa del inodoro, aquello era un pantalonsito corto y una camisa enorme que fácil hacía de piyama, pero solo quería eso, estar cómodo así que  me la puse y fui a conversar con los muchachos.

     Empezó a tronar, el cielo empezaba a mostrar un poco de piedad puesto a que pequeñas gotas empezaron a caer tan pronto la oscuridad de las nueves negras tapó el resplandor del sol, mi conversación con los muchachos se vio interrumpida puesto a que salieron corriendo con tobos y tambores inmensos al afuera para que se llenasen con la lluvia que cayese, tenían muchos, tenían tobos, los de la casa y los alrededores, se habían puesto las pilas como nunca y sería mentira si dijera que no estaban esperando este momento desde hace tiempo. 

     – ¡Aldha ven a bañarte! – Manifestó María desde la entrada de la puerta, pude notar como las gotas de agua rompían contra el suelo y hacían un eco espectral, en otras palabras, la lluvia estaba buena. Cojeando y con mi humilde bastón, ya sin ningún rastro de pena a estas alturas me quite la camisa para no ensuciar más de la cuenta y me salí a bañar. 

Relampagueaba y el calor del suelo se evaporaba y lo que había comenzado como una lluvia fuerte pero calurosa se había convertido en una gélida y avasallante lluvia. Todos excepto Joan nos estábamos bañando y jugando como malditos niños, el momento  no podía ser más perfecto así que aproveché para besar a mi querida novia de quien de verdad necesitaba sentir su afecto nuevamente.