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Nelson despertaba poco a poco de su fuerte golpe en el occipucio dado por esa maldita de Carmen, una loca que conocimos en el “Bicentenario” de la gran mariscal mientras nos ocultábamos de esos desgraciados.
Parece una maldita lección de vida.
<< No todo es como imaginamos que sería >>
Recuerdo que al menos mi hermano mayor y yo solíamos decir:
<< en una Apocalipsis Zombi yo no me preocupo, que los Tukkis bajan del cerro y se los echan a toditos el mismo día >>
Nunca imaginé que anhelaría la presencia de un Tukki.
Eran las seis y cuarenta y tres de la noche, primera vez en la historia de esta maldita ciudad que hacía frío a esa hora, el sol aún no se ocultaba del todo y aunque el jodido plan era mantenerse en cautela y silencio absoluto para ocultarnos, esa noche mientras saltábamos de casa en casa y nos lanzábamos sendas carreteras para llegar al maldito Traki, parecíamos sendos guerrilleros, los desgraciados corrían hacia nosotros y respondíamos usando lanzas improvisadas con escobas y cuchillos para defendernos. Y allí estábamos, Kamui lanzaba piedras como si no hubiera un mañana, yo me las arreglaba con un machete oxidado, Elio usaba el bate de aluminio de mi padre, se lo encomendé a él, a fin de cuentas no me gustan y ya mi padre estaba muerto, Nelson se estaba despertando del golpe contundente que le patrocinó Carmen, pero bueno, ya no podía quejarse, ella ya estaba bastante muerta para entonces. Y como si de un puto milagro se tratase, nos cargamos a ocho de ellos y seguimos en nuestra ruta.
Caminamos desde “Cumaná Plaza” hasta aquí.
<< el culo de la ciudad >>
Para ver si conseguíamos algo de comida, lo que sea. Llevábamos ya casi dos días sin ingerir nada más que chucherías tiradas en el suelo sobrantes del saqueo y, bueno, el buen Elio que no se aguantó ni dudo al comerse a esa rata cruda y moribunda.
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