"Para mí, para mis amigos, para cualquiera interesado en leerlo.
Nada especial, solo hobby."

-AldhaRoku

viernes, 16 de junio de 2017

Capítulo 28





28


     Penumbra, era lo único que pasaba por mi cabeza, parecía estar en un calabozo obscuro y mugriento. ¿Estoy solo? Pensé, en la lejana obscuridad avasallante escuche un castañeo, eran los dientes de un sujeto y forzando mi vista y esperando que mis pupilas se acostumbraran a la oscuridad, noté vagamente que se trataba de Jonás, no tenía ni puta idea de que estaba pasando, dónde estábamos o si él estaba bien, pero si me di cuenta de algo inquietante, no éramos los únicos. En aquel cuarto parecía haber más personas que solo nosotros dos. Una puerta se abrió, la luz enceguecedora vislumbró una habitación plata llena de personas encadenadas, nosotros formábamos parte de ello. De la misma una sombra se hizo presente, aquel era un hombre musculoso y mugriento, se acercó a un patético y tembloroso hombre esbelto que se encontraba encadenado frente a él, el pequeño hombre le devolvió la mirada y se alteró al ver aquel mamut frente a él, tenía un cuchillo de carnicero enorme en una mano y una llave en la otra. 



     El hombre gritó y lloro, “No por favor, por favor no… ¡YO NO!” Gritó y gritó, entonces aquel monstruo levanto la mano y clave aquel enorme cuchillo justo en su cabeza, la sangre salió a cántaros bañando en negro y rojo al pobre sujeto, todos los presentes  a su alrededor gritaron y lloraron, los sollozos de algunos otros más se escuchaban a lo lejos, ¿qué demonios estaba pasando? Pensé. Entonces delicadamente usando la llave el mamut aquel abrió las cerraduras del ahora cadáver ensangrentado y montó su exánime cuerpo sobre sus hombros, como si se tratase de un animal muerto. “Parecemos ganado” Pensé, y entonces todos se aclaró para mí,  ya sabía de qué se trataba esto, debía ser eso, todo apuntaba a lo mismo, efectivamente debíamos ser ganado, por eso no nos mataron en aquel instante, por eso toda esta gente. Casi no me inmute ante esta situación, pero me sentía parecido a aquella vez por el terminal, cuando aquel imbécil me secuestro en el mercado. Mi respiración se hacía más fuerte, me estaba sofocando, en un impulso de supervivencia trate de mantener la calma. 

      – Jonás, Jonás… Jonás despierta viejo… – Afirmé, pero el mismo no respondía, un pequeño brillo en su reflejo oscuro me hacía ver que estaba despierto, pero estaba en shock, empecé a patearlo, él estaba lo suficientemente cerca como para hacerlo, – Despierta maldita sea, tenemos que salir de aquí.– Le grité, empecé a ver a los lados, pura maldita oscuridad, no podía distinguir nada además de Jonás, << Y Vagamente por cierto >>¡MALDITA SEA! – Grité, pero Jonás no se inmutó. Yo empezaba a sudar, me estaba alterando mucho, pero eventualmente sucumbí.



     No sé qué hora era, sé que dormí, pero no sé con exactitud qué tiempo pasó desde entonces, me dolía mucho la cabeza, debió ser por gritar, quizás por estar encadenado con las manos arriba, ya me hormigueaban y temblaban por el mal flujo de sangre, voltee a medio ver a Jonás, parecía estar despierto.

     – Sabes, yo… yo también tengo miedo, pero no es la primera vez que paso por esto, incluso así, pensar que podría morir en cualquier momento, por más frío que lo diga, sigue doliendo, pensar en tu propia muerte, es doloroso… Da impotencia, pero no todo está perdido, todavía podemos salir de aquí pa’ Pero necesito tu ayuda, necesito que estés conmigo viejo. Uno no podrá hacer nada contra ellos, pero quizás los dos…– Callé, mis palabras no llegaban a nada y, entre más hablaba, menos me lo creía yo mismo, mis ojos se llenaba de lágrimas que negaba dejar salir, el vacío que se siente cuando piensas en la muerte jamás había sido tan grande como ahora. Pero no podía hacer nada. María, me pregunto si estás viva. Pensé, entonces un fuerte golpe abrió la puerta  de la habitación, entraron muchos hombres armados y encendieron la luz, la luz me encegueció de modo que entrecerré los ojos, pero pensé, “estos desgraciados hasta tienen generador” 

      – Hora de comer ¡Párense! – Afirmó uno, Pusieron una gran olla en medio del cuarto, nada de platos o cubiertos, solo esa olla de lo que parecía ser sopa. Apestaba, decir que olía como el culo sería una ofensa al mismo, era mierda. Uno se acercó a mí, no pude evitar petrificarme, mi respiración pasó de profunda a nula, era como si  fuese un T-rex, y yo el explorador manteniendo la calma. 

     – Esté está muerto. – Afirmó el hombre, lo dijo justo a mi lado, mi curiosidad me impulsaba a voltear a ver, mi cuello temblaba, pero podía hacerlo, seguí inmóvil. 

     – Agarrarlo pues, aún sirve. – Afirmó otro de los hombres aquellos, en ese momento el tiempo se congelo, escuchaba como las cadenas hacían ruido y como el hombre a mi lado hacía esfuerzo para montárselo encima. 

     – Esté mamaguevo está muy gordo, no lo puedo cargar. – Afirmó el hombre, de modo que empezó a arrastrar el cuerpo, yo seguía inmutable, pero era cuestión de tiempo, pude ver lo que ya sabía, me temía y no quería aceptar, era Jonás, estaba muerto y lo estaban arrastrando como si fuera un pedazo de carne, un vacuno, algo así. Mi respiración se salía de control, empezaba a temblar, ira, pena, miedo, ¿cómo debía sentirme entonces? No hice nada. 

     – Quítale las cadenas. – Afirmó el que parecía ser el líder del grupo, entonces nos apuntaron con sus armas, Kalashnikov Ak 103, era armamento bolivariano, entonces uno a uno empezaron a liberarnos.

     – Dónde está mi mujer, ¿qué le hicieron a mi mujer?… – Afirmó un hombre de no más de cuarenta años, se veía desesperado y enojado, aunque temblaba de miedo al mismo tiempo, le apuntaron con un arma, y entonces el que lideraba le dio la orden de que no lo hiciera, aquel hombre dio unos pasos y le dijo. 

     – ¿Tu mujer? Aquella perra como goza conmigo desde que me la lleve, ¿sabes? Le encanta columpiarse en mí, sobre todo le gusta que le den entres tres al mismo tiempo… – Los sujetos armados que se encontraban atrás empezaron a reír desmesuradamente. 

     – ¡Mentira! – Grito el hombre quien se abalanzo hacía el líder, pero este lo pateo con tal fuerza que le desvió la mandíbula y lo dejó en el piso llorando. Aquel hombre en el piso lloraba y sangraba diciendo una y otra vez, “mentira, mentira, mentira…” Aquello era una imagen tan deprimente que no tenía pies o cabezas para definirla. 

     – Dos días, esa comida será lo único que tendrán en dos días, así que no la desperdicien. Mañana vendrá un grupo a encadenarlos de nuevo. – Afirmó el sujeto, quien sin más se marchó, cerró la puerta y aunque dejo la luz encendida, también solo dejo nada más que tristeza y desesperanza, aquel lugar maldito era sucio y caluroso, era patético, y yo pertenecía a aquello. 



     El bombillo amarillento titilaba, las tripas gruñían y entonces la gente no aguanto, algunos empezaron a comer, agarrando aquel purulento caldo con sus manos y tomándolo con aquel desespero, uno inclusive metió el brazo hasta adentro y agarro un pedazo de carne velludo y empezó a mordisquear con furia. Algunos que veían el festín holocaustico simplemente se fueron en vómito, pero no les salía más que agua, otro metió el brazo también, rebusco en medio del sancocho y tomo una cabeza, una evidente cabeza humana, la lanzo fuera de la olla hacía la puerta y la gente gritaba y vomitaba, más claro imposible, aquello era un purulento festín canibalístico,  no aguanté. 

     – ¡Tenemos que salir de aquí! – Afirmé, había más o menos doce personas presente, contándome. – vamos, esos tipos son unos idiotas, nos dejaron libres a nuestras anchas a un grupo así de grande, podemos escapar. – Afirmé nuevamente, el hombre a quien le voltearon la mandíbula afirmó casi inentendible 

     – Ellos tienen armas… – Volteaba a los lados y solo veía desesperanza en sus rostros. 

     – Dijo que mañana enviarían un grupo, si todos, todos nosotros que somos más de diez nos lanzamos ante ellos podremos por lo menos quitar un arma para defendernos, ¡No estoy diciendo que todos vallamos a lograrlo pero…! Pero si eventualmente todos vamos a morir, si aunque sea una parte logra salir valdrá la pena. – Afirmé, uno de los que comía se detuvo y me confrontó en habla. 

     – Oye… Héroe, ¿y acaso tú sabes disparar una de esas? Te vez muy confianzudo.

     – No soy un héroe… Y sí, sí sé disparar una de esas. 

     – Bien, pero ¿solo tú? ¿Qué haremos si mueres? ¿Terminar muertos todos por ti? Qué tal esto, Soy nuevo aquí, me hago el héroe y le digo a todo el mundo que se disparar una metralleta, así darán su vida para protegerme y yo podré salir ileso de aquí. ¡Eres un pendejo si crees que alguien te va a ayudar! – Afirmó aquel hombre, quien siguió comiendo después de hablar. Hubo un rato de silenció, literalmente me calló la boca, pero no podía dejarlo así. 

     – No estoy pidiéndole a nadie que me salve, solo quiero que nos unamos para hacer algo, y considero que cada quien debe estar por su lado, ¡Quienes quieran convertirse en caníbales y esperar unos días a ser los próximos en ser comidos! ¡Si quieren! Quédense con este idiota, quienes quieran intentar algo, aún podemos hacerlo. – Afirmé sin escrúpulos. Pero nadie me hacía caso, mis palabras eran basura omisa, y era entendible, allí había gente que había presenciado horrores antes, había personas que habían visto pasar a otros como yo, que quisieron intentarlo y fracasaron, puta mierda. Pensé.



     Pasaron las horas, la olla debía estar más o menos la mitad de su contenido total, debía ser de madrugada, yo estaba dormitando, bostezaba una y otra vez, entonces alguien abrió la puerta. La cautela y la paciencia con la que abrió la misma no tenía nombre, definitivamente no era uno de los salvajes, medio desperté y me puse en guardia, entonces se asomó un ser conocido, muy conocido por mí. Tenía el cabello un poco largo y estaba un poco más delgado, pero su cara, era él. Era Indriago a quien había dado por muerto. Uno de los chicos que estábamos como prisionero se levantó rápidamente y le susurro 

     – Daniel, Daniel hermano, ¿ya es hora? 

     – Sí, sí, ya nos vamos, Carla está conmigo… – Afirmó Indriago. 

     – Mano, ¿y yo puedo ir? – Pregunté, entonces voltearon a verme, Indriago puso sus ojos como platos y susurro fuertemente 

     – ¿Aldhair? ¿Qué coño haces tú aquí?...



     Se había prendido demasiado está mierda, por Indriago supe que eran las tres y treinta de la madrugaba, estaban durmiendo todos, no sabía qué demonios estaba pasando, por qué Indriago tenía las llaves de los cerrojos y conocía tan bien el lugar, era como si perteneciera a aquel grupo de mamuts. Estábamos en alguna parte del quinto coño, no sabría explicarlo, yo pensé que nos encontrábamos en los tras bastidores del estadio, pero no. 

     – ¿Qué pasará con los otros? – Preguntó la chica con quien íbamos. 

     – Esa gente no se valora, ya estaban muertos antes de venir aquí. – Afirmó Indriago, recuerdo que me dio risa porque fue irónico que él lo dijera. Pregunté susurrando dado a que teníamos que ir con mucha cautela. 

     – Oye Indriago ¿No tienes un arma?  

     – No realmente, pero tengo un cuchillo. 

     – ¡Indriago eso es un arma! – Grite susurrante. 

     – ¿Me la prestas? – Pregunté. 

     – Tómala, no pienso volver a usar esa cosa jamás. – Afirmó, preferí no preguntar. 

     – Hay un guardia en el pasillo, pero aquí todos son flojos está durmiendo. –  Afirmó Indriago. 

     – Yo me encargó. – Susurré. De modo que les hice señas a los muchachos para que no se movieran, estaba descalzo porque me habían robado los zapatos aquellos idiotas, pero era más ventajoso para mí, no hacía ruido, con cuchillo en mano me acerque a su asiento y sin apatía o duda clave el cuchillo con todas mis fuerzas en su sien al mismo tiempo que cubría su boca por si acaso. Estaba listo, le hice entonces seña a los muchachos para seguir el camino, obviamente Indriago se adelantó, él era quien conocía el lugar. 

     – Lo mataste. – afirmó la chica. 

     – No seguiría vivo hoy en día si no hubiera ya matado a unos cuantos. – Afirmé. Lo único que me molesto es que aquel pseudoguardia  de mierda no cargaba un arma encima. De modo que volví a sacar el cuchillo como nuestra única arma. 

     – Allí muchachos, allí esta salida, por fin se acabó esta mierda. – Susurro Indriago, corrimos entonces hacía las afuera, el aire estaba fresco y limpio, la luna brillaba como un maldito oasis. Corrimos, solo escapamos de aquel puto infierno. 

     – ¡Alto o disparo! – Gritó uno atrás, no nos dimos cuenta de él, sabrá el demonio que rayos hacía afuera aquel sujeto, pero empezó a dispararnos, corrimos con todo pulmón  a dónde fuese, nada importaba, aquel idiota se montó en su moto y atrás se veía un hombre desnudo a quien le temblaban las piernas e inútilmente empezó a correr, << Se lo debió haber estado cogiendo. >>  Como sea, teníamos a aquel imbécil en su moto atrás disparándonos sin cesar. Un auto aparentemente blindado venía hacia nosotros, ya teníamos bastantes problemas como para cultivar otro. Entonces unos disparos le dieron a Indriago, el mismo cayó al suelo, y yo me detuve para verle, del blindando dispararon también y le dieron en toda la cabeza a nuestro perseguidor. Pero lo ignoré, quienes eran los del blindado, me sabía a mierda, tenía a Indriago frente a mí, cubierto de sangre, le dispararon en el cuello, pulmones y el corazón, todo desde la espalda. Esperaba que dijera algo, pero estaba muerto, estaba completamente muerto. Fue instantáneo. De pronto todo se ensordeció para mí. Casi no escuchaba nada. Entonces fueron poco a poco aclarando unos gritos, gritos que se hacía cada vez más familiares.

     – ¡Sube rápido que ya se debieron haber despertado! ¡Sube! – Lentamente volteé a ver quién me gritaba, el shock de perder otro amigo no me dejaba reaccionar bien. Pero no perdí la cordura o la compostura, porque al ver que quien me estaba gritando no era más que Nelson, y bajando del blindado se encontraba María armada con un FAL. Perdí poco a poco la conciencia, no me había dado cuenta de que una bala también me había dado a mí.

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