"Para mí, para mis amigos, para cualquiera interesado en leerlo.
Nada especial, solo hobby."

-AldhaRoku

viernes, 24 de febrero de 2017

Capítulo 20

    Los muchachos se habían acostumbrado bastante al local, era de entender, sobre todo Hernán, luego de tanto tiempo huyendo en trincheras, ya era hora de que le tocase estar en un lugar medio bonito, Joan tuvo la libertad de pasar un tiempo en su casa, también disfruto un tiempo en la casa de playa de Guirintal, de modo que más me sentía feliz por Hernán y Yue. Habían pasado dos días exactamente de nuestra llegada al local chino. Cada quien se había dado sus lujos como bañarse, comer y tratarse las heridas, podría decirse que estábamos bien, pero solo era la punta del iceberg, la preocupación latente de un ataque programado por los tukkis era grande, Yue todavía no se mejoraba del todo, a veces podía levantarse durante el día para comer algo sólido e ir al baño, pero sin decir una sola palabra o hacer algún otro gesto volvía a caer a la cama, realmente distábamos de estar bien. 




    Ese día en particular optamos por “ir de compras”, debíamos aumentar nuestros recursos médicos, armamento y si era posible, lo más importante, comida, un detalle importante a tratar, que siempre teníamos en la cabeza era el reencuentro con nuestros amigos, no había momento en que no pensáramos en ellos, mi preocupación se centraba más que todo en mi novia, pero todos los demás también tenían mi mente dando vueltas. María, Nicole, Michelle y qué demonios, también Héctor estaban a salvo estando en manos de Nelson, al menos eso quería creer, me preocupaba muchísimo Megan, Indriago, Veruska y Edinson, Songer y Elio, Angelica, Ángel, también Kenyi, de ellos no sabía absolutamente nada, había días en que me concentraba tanto en el grupo N, que olvidaba que más de la mitad del grupo andaba perdida. Hacía volar la imaginación sanguinaria, dado a que Cumaná es una ciudad tan pequeña, era raro que no nos hubiésemos topado con alguno de ellos en todos los trayectos que hacíamos, Solo esperábamos que ellos se hubiesen refugiado en alguna parte y por esa razón no los habíamos visto. 




    Hernán se quedó en el local cuidando a Yue, era mejor así puesto a que su pierna no estaba del todo curada, fue de hecho un milagro que no perdiese la misma, hablando de milagros, mi fisura en la pierna derecha estaba casi sellada, al menos eso me da a entender la desaparición de mi dolor. El hueso solo dolía en las noches cuando el frío es muy potente, de resto se mantenía excelente. Kamui armado con su ballesta y un cargamento de veintidós flechas se había preparado para volver a las andadas, Joan y su confiable sable, acompañado con una navaja de caza que ahora cargaba escondida bajo su pantalón tapada con el ruedo, y yo cargando solo un machete, un picahielos en mi bolsillo izquierdo del pantalón y una pistola sin balas << Solo para intimidar >>, estábamos listos para irnos a la mierda, era todo o nada, esa era la definición de la vida cada día ahora. 

    – ¿Y a dónde deberíamos ir primero? – Preguntó Joan. 

    – Fíjate que no pensé en eso, pero creo, se me ocurre ahorita… Sí, ya sé dónde. – Respondí.

    – ¿Aja y pa´ dónde? – Agrego Kamui. 

    – Para no ir tan lejos, primero deberíamos ir al galpón de la otra cuadra. – Añadí. 

    – ¿Galpón de la otra cuadra? – Preguntó Joan. 

    – A una cuadra de aquí, justo al frente en la calle Cajigal, por casa de María, hay un galpón, esa mierda tiene suficiente comida como para varios años, no exagero, son toneladas de alimentos, de hecho, en la forma en la que están apilados superan fácilmente los quince metros. – Respondí.

    – Suena demasiado bien para ser verdad. – Agregó Kamui. 

    – Yo digo lo mismo, ósea, no nos cuesta ir a revisar, pero con tanto tukki, ¿no crees que ya habrán deshuesado ese galpón? – Preguntó Joan. 

    – Esa es la vaina, no mucha gente está al tanto de la existencia de ese galpón, y si sí, como tú lo dijiste, no nos cuesta nada ir a ver, quizás un balazo o dos, pero, normal. – Afirmé jodiendo. 

    Sin más que hacer, Hernán subió con  nosotros para bajar y recoger la escalera, le dimos la importante tarea de estar pendiente, aparte de Yue, que estuviera pendiente cuando llegásemos para que nos lanzara la escalera. Bajamos y allí nos encontrábamos, en medio de la perimetral, el clima era agradable, el bello sol de la mañana, sumado a que hacía algo de frío. Exhalamos como aquellos que sienten que están a punto de morir y nos encaminamos al galpón. 




     Rápidamente llegamos al galpón como había afirmado, estaba allí mismito, cuando llegamos nos sorprendimos y bueno, no quisiera decir que al mismo tiempo que nos alegramos nos decepcionamos pero sí, nos decepcionamos. No había tukkis eso era un hecho, de hecho aparte de nosotros no había nadie, no habían comegentes, no había malandros, era zona limpia. Limpio en el sentido empírico, porque las calles estaban llenas de cuerpos pegajosos que parecían estar derritiéndose, estaban minados de gusanos carroñeros y emanaban lo que parecía ser baba, evidentemente aquellos eran cuerpos ultra descompuestos de hace mucho. La escena se volvía ya tan normal para mí, que mi asco y fobia a los gusanos se estaba yendo. El galpón parecía estar en perfecto estado, y precisamente ese era el problema, aquella cosa estaba tan sellada, que parecía que ni explotando la cerradura con una escopeta se iba a abrir, << Estoy Exagerando >>, la única forma de entrar a lo que pude pensar rápidamente fue en un esmeril, casualmente al lado había un taller de herrería, pero válgame el resonante hecho de que Cumaná era una zona sin energía eléctrica desde el segundo día de la infección. << Sí, los servicios públicos de esta ciudad son envidiables >>

    – Nojoda, no hay forma de entrar allí. – Afirmé. 

    – Esa vaina se ve demasiado bien sellado, pero eso es bueno, significa que si logramos entrar ya no tendremos que preocuparnos por comida. – Agregó Joan. 

    – ¿Alguna idea de cómo podemos entrar? – Preguntó Kamui. 

    – Yo sí, y la respuesta no te va a gustar. – Respondí, me vieron con cara de intriga. – ¿Ustedes conocen al escuadrón suicida? Bueno, la misma verga, podríamos abrirlo con un esmeril, pero como no hay energía eléctrica tendríamos que buscar un esmeril que trabaje con gasolina, el peo es que el único esmeril que trabaja con gasolina que conozco es uno modificado y le pertenece a un pran de la llanada que es el jefe de la tribu de tukkis violadores que andan gobernando ahorita Brasil y la Llanada. – Agregué. 

    –  Verga… – Dijo Joan. 

    – Maldita sea ¿y qué no se puede abrir de un escopetazo? – Añadió Kamui. 

    –  Realmente sí, pero hace mucho que no veo una escopeta, cosa rara porque la policía corriente las usaba como arma genérica…  Bueno, al menos tenemos el galpón, luego resolveremos como abrirlo, por ahora es un win, creo yo, no sé ustedes. – Añadí. 

   – Ósea, está bien, ta’ bien que tengamos el galpón disponible, pero si sigue así es porque nadie ha logrado entrar hasta ahora. – Añadió Kamui. 

    – Yo creo que estamos perdiendo mucho tiempo, luego vemos como entramos a esa mierda, por ahora tenemos mucha vaina que hacer. – Agregó Joan. 

    – Ahora que lo pienso, otro lugar que está igual es Express Mall. Sabemos, es obvio que debe estar lleno de comida y artículos de todo tipo, pero hasta ahora sigue cerrado, sé que han tratado de entrar, pero no lo han logrado. – Añadí. 

    Sin darle más vueltas al asunto pensamos a dónde podíamos empezar a buscar. 

    – En lugar de matarnos pensando a dónde ir, ¿por qué no vamos primeros a lo obvio? A las casas, de la redoma. – Añadió Kamui. 

    – ¿Pero toda esa mierda no está saqueado pues? – Preguntó Joan. 

    – No todo. Ósea, con la cantidad de casas que hay no creo que hallan hurtado todo, y si sí, lo más probable es que no se llevaron todo, siempre queda algo, al tener tantas opciones generalmente vas solo por lo mejor. – Respondí.

    – Entonces vamos pues, si hay comegente dentro de las casas deben estar más secos que el coño, cada quien que revisé una casa y vea que consigue. – Propuso Kamui. De modo que nos separamos en la misma redoma y empezamos a buscar, evidentemente yo fui al lugar más obvio, la casa de María. 




    La casa estaba increíblemente más horrible que la última vez, la puerta principal y la reja estaba echar mierda acostadas en el piso, las paredes estaban manchadas de sangre y fluidos secos, al ser una casa residencial me pareció raro los pocos cuerpos que habían, las habitaciones estaban abiertas, era evidente que fueron hurtadas. A lo que intuí, los residentes escaparon, de alguna forma u otra lo hicieron, si bien como sobrevivientes o bien como comegentes. Acostado ante las escaleras había un cuerpo sin vida, seco y sin ojos de un sujeto, piel morena, cabello crespo, me parecía un tanto conocido, pero su nauseabundo olor me distrajo, subí saltando el barandal de la escalera. Sostuve fuertemente mis armas blancas en las manos y esperando todo subí, camine hacía la sala y pude ver un cadáver de un niño, estaba bastante descompuesto, aparté la mirada porque sabía bien quien era. Voltee la mirada y me crispé puesto no me había dado cuenta de que sentado en su silla frente a la computadora se encontraba Víctor, la última vez que lo vi trato de comerme, pero ahora parecía como si se estuviera apaciguando, estaba seco, desnutrido, era más piel que carne. Tenía gusanos y ronchas por todo el cuerpo, era la podredumbre viviente, noté como sentado frente a esa computadora con la pantalla completamente estrellada trataba de alguna manera de escribir algo, no tenía la inteligencia para diagnosticar que no había energía eléctrica, pero su instinto le hacía teclear ese viejo teclado, apreté fuertemente el picahielos, pero me di la vuelta y lo ignoré. Algo en mi subconsciente me impedía matarlo. ¿Lastima?, ¿Qué era mi cuñado? ¿O es que realmente veía a una persona en lugar de un comegente? No lo sabría. 




    Trate de abrir la puerta de la habitación de María, estaba cerrada, de modo que la patee fuertemente, romí la cerradura, voltee a la derecha para observar a Víctor, seguía allí, me ignoró como yo lo ignoré a él. Había tantas cosas que quería agarrar, tome uno de mis bolsos que había dejado allí, vacíe todo lo que tenía, básicamente cuadernos y demás mierdas que ya no importaban y me dirigí a por la ropa, dónde estaban los cajones transparentes, allí guardábamos la comida. Parece que la casa de María no fue hurtada, quizás las primeras dos habitaciones, o quizás solo se fueron los inquilinos llevándose todas sus pertenencias ¿Quién sabe?, en el primer cajón conseguí cuatro harina pan, dos kilos de arroz, cuatro espaguetis y dos kilos de sal. En la segunda encontré poco más de dos kilos de azúcar, harina de trigo y dos latas de sardinas. 

    – ¡Perfecto! – Susurré, sabía que en la habitación de María debía haber alimentos, era un hecho inevitable a menos que hubieran saqueado milimétricamente toda la casa, metí toda esa comida en el bolso y también dos aceites, en el cuarto había cinco, pero con dos era más que suficiente, sobre la neverita agarré el adobo y dentro de la neverita, << Que por cierto olía a mierda >> agarré una salsa de tomate ya destapada pero que aún conservaba más de la mitad. Cuando estaba a punto de salir del cuarto me detuve por algo, recordé una cosa que era importante para mí, revisé entre lo oscuro y la basura de María hasta que por fin lo encontré, mi deck Infernoid y el deck lightsworn de María, <<el mundo era una mierda pero no por eso iba a dejar de jugar cartica >> agarré esa mierda, las metí en el bolso y me fui de esa mierda, podía revisar en el cajón tras Víctor, dónde Keila a veces guardaba algunos productos pero me sentía mal entre más cerca estaba de él. Casi no había espacio, pero dejé la estupidez y con el machete en mano y el picahielos en la otra me acerqué lentamente hacía él, pasando atrás de él, dejó de teclear, abrí el estante sin ver y sin quitarle la mirada de encima a Víctor, voltee un segundo para ver que había, guardé el picahielos, con el machete en la otra mano agarré tanto como pude, una caja grande de fósforos, un espagueti y medio, una harina pan destapada y más nada… Exhalé, volví por mi camino de regreso a dónde vine, la inexpresión de Víctor me sofocaba, sentía que en cualquier momento me saltaría encima, y lo peor es que yo no estaba listo para asesinarlo, tanta era mi inseguridad que de hecho me temblaba la mano derecha con cual sostenía el machete.




    Luego de un paseo muy paciente, sudando en frío y con el nerviosismo a tope logre salir de esa situación de insecto atrapado en red de araña, bajé las escaleras tan rápido como pude y salte el barandal de las escaleras, el cadáver putrefacto que estaba en la entrada de la rejita de la escalera tampoco me inspiraba confianza, sabía que estaba muerto, pero realmente me encontraba muy nervioso, salí de esa casa cargando los productos y como había planificado en privado con los muchachos no esperé a nadie, para evitar revelar nuestra posición y sufrir un atraco dónde perdiésemos todo, producto que encontráramos, producto que llevaríamos a la casa. Cuando crucé la calle pude ver una escena desagradable, Joan estaba de rodillas en la carretera y le estaba apuntando con una pistola un sujeto que parecía ser un carcelero, lleno de tatuajes de vírgenes y cruces, con cicatrices y forma de vestir indeseable, cargaba una vereta y lo estaba amenazando con matarle si no decía dónde guardo la comida, Joan parece había encontrado algo y lo había entregado, por suerte el sujeto no vio dónde, pero lo estaba cazando. 

    – ¡Deja el chamo mamaguevo! – Le grité al sujeto mientras dejé caer a la carretera las cosas que tome del estante de Keila, le apunté con el revólver. El tipo volteo a verme y se cago al ver que le apuntaba hacía la cabeza, yo me hacía el malandro, era incomodo tratar de sonar intimidante. 

    – Entrega tú o el chamito se muere. – Respondió el sujeto quien sin apartar sus ojos de los míos apunto a Joan. 

    – Vuélvete loco y te vas a ganar un balazo en la cabeza es qué… Somos cinco y tú uno solo pajuo… De seguro ni balas tienes mamaguevo. – Le afirmé mientras trataba de verme más grande. El carajo entonces empezó a dar unos pasos y a alejarse cada vez más de Joan, se montó en su moto cambiando la mira de su pistola hacía mí, traté de no verme afectado, solo mantuve la mira firme hacía él. 

    – Te voy a matar oite’ maldito… – Afirmó el malandro aquel antes de irse, se había cumplido mi teoría, él tampoco tenía balas, lo único bueno, es que creyó que yo sí. Empecé a respirar, realmente no lo estaba haciendo, si hubiera respirado con lo exaltado que estaba me hubiera revelado. Subimos rápidamente al local a llevar las cosas que encontré. Esperamos a Kamuí para hacer otro trato y mientras esperábamos que Hernán echará el ojo para que nos lanzará la escalera le afirmé a Joan mientras veía el revólver. 

    – Marisco sabía que me iba a ayudar, pero no imaginé que tanto y menos hoy mismo… 

    – ¿Y qué hubiera pasado si él hubiera tenido balas? – Preguntó Joan seriamente. 

    – Pues te hubieran matado y bueno, luego me hubieran matado a mí, y hubiéramos muertos como unos pendejos, tanto nadar para morir ahogado en la orilla. – Respondí. Joan pauto un momento de silenció y luego largo una carcajada. 

    – Marisco ya he muerto como tres veces, no sé cómo he llegado tan lejos… – Afirmó mientras carcajeaba y se vio interrumpido cuando Hernán salió y nos lanzó la escalera para subir.




     Kamui llego con un morral tan lleno que parecía más bien que saqueo una tienda de ropa. 

    – Cómo qué te diste vida. – Afirmó Joan. 

    – ¿Qué conseguiste? – Preguntamos Hernán y yo al unísono. Kamuí abrió la mochila y de allí saco lo que consiguió, Jabón, arroz, espagueti, enlatados, encurtidos, fororo y más bebidas en polvo, harina de trigo, azúcar y algunas otras cositas más, entre ellas una botella de RY que apropósito afirmo era solo para él, juntado con las demás cosas que conseguí yo, también con las cosas que consiguió Joan que constaban de, pasta de diente, un hacha, unas botanas como Rufles y Jacks, más enlatados y cuatro harina pan, estábamos más que hechos en cuanto a comida por un tiempo. 

    – ¿Cómo sigue Yue? Hernán. – Preguntó Joan. 

    – Pues, creo que está mejor, ahorita se levantó, comió algo y se sentó a mi lado, pudimos conversar un poco… Aunque, volvió a la recaída. – Afirmó él. 

    – Ummm… Entiendo. – Complementó Joan. 

    – ¿Y ahora que vamo’ a hacer? – Preguntó Kamui.

    – Yo tengo una novia que buscar, me preocupa que jode Nelson y los muchachos. – Respondí yo. 

    – A mí también, pero aparte quisiera buscar a Megan, desde el día de la separación ando pendiente con eso, pero no habíamos tenido tiempo para hacer un grupo de rescate. – Agregó Joan. 

    – No entiendo sinceramente como en una ciudad tan pequeña se pueda perder tanta gente. – Reafirmé.

    – ¿Entonces a seguir buscando? – Pregunto Kamui. 

    – Si no quieres papa, no hay problema, la cosa es qué tenemos ya varios ojos echados, yo creo, sinceramente creo que deberíamos cubrirnos, algo así como cascos o mascaras. – Añadí. 

    – No es mala idea, pero como tú dices, si los están buscando como dices tú. ¿No tiene más sentido que se queden quietos un tiempo? – Preguntó Kamui. 

    Joan y yo nos vimos las caras y al mismo tiempo asentamos que no. No había opción, a pesar de las bajas probabilidades de éxito, era mejor que solo darlos por muertos, además, el día era joven, aún no era siquiera las diez, nos acomodamos un momento  y entre todos nos preguntamos qué lugares podríamos visitar primero, tomamos como piedra angular un clásico, Cumaná Plaza, también como opciones pensamos en Cantarrana, los bordones y hacía la casa de Megan, ósea Miramar. Kamuí, Joan y yo dejamos toda la comida y cargando solo con nuestras armas por defecto optamos por no perder más tiempo, había nacido el grupo de rescate. 




    Tomamos las riendas hacía el Cumaná Plaza, era absurdo, pero por alguna razón sentía que ese lugar tenía algo especial, quizás porque fue el lugar dónde planeamos el reencuentro, o quizás, simplemente era que ya estaba cansado de buscar tanto y necesitaba verlos allí y solo allí para terminar de buscar, de modo que tomamos el camino por toda la perimetral, cubríamos nuestra boca con una mascada para ser lo menos reconocibles posible, nuestro miedo primordial eran los tukkis, los comegentes se estaban moviendo en manada << La gran mayoría >>, de modo que podríamos verlos a distancia y tomar otra ruta, y si nos topásemos con uno o algunos cuantos teníamos los medios para defendernos, y así fue. Usando mi confiable machete y el picahielos, Las flechas de Kamui y el poderoso sable de Joan, pudimos movilizarnos sin problema a lo largo de la ruta, habían días en que parecía que los comegentes se habían extinguido por completo, habían otros en que esa maldita plaga eran exageradamente enorme, como si la ciudad completa o más de la mitad de la misma se hubiera transformado, también habían días como hoy, a lo largo de la Don Bosco hasta la Virgen del Valle nos topamos con dieciséis de esas malditas cosas, modestia aparte, pero pudimos encargarnos fácilmente de ellas. Justo en la esquina de la Virgen del valle, frente al edificio de Ángel, nos cubrimos y lanzamos la mirada hacía la boca de centro para ver si había moros en la  costa, la calle parecía estar limpia, cruzamos, avanzamos hacia el frente camino al Imprecopias, justo en la esquina lanzamos la mirada hacía la zona de la Cruz roja, zona limpia. 

    – Se ve limpio. – Afirmé en voz baja. 

    – Vamos. – Propuso Kamui.

    Caminamos por esa zona con confianza, cruzando por el Humboldt pudimos distinguir a dos comegentes a la distancia, Kamui los acabó de inmediato a cada uno con una flecha en la cabeza, retomo las mismas de sus cráneos para no perder municiones y seguimos nuestro camino. 

    –  Camino limpio. – Afirmé al cruzar a la otra cuadra, de allí hacía el frente fue una trayectoria directa, solo quedaba una cuadra para llegar al Cumaná Plaza, el camino estaba despejado, quise liderar caminando al frente, Joan en el medio daba una segunda vista de los laterales, Kamui por su lado revisabas la vista trasera y era nuestro francotirador por así decirlo. 




    Entramos al Cumaná Plaza, estaba completamente obscuro, siniestro, solo había unos huesos con un poco de carne arrojado en medio de nuestro camino, yo sabía bien de quien eran esos huesos, seguimos el paso y subimos cada piso hasta llegar al último, estábamos pendientes lanzando la vista por doquier por si veíamos algún rastro de alguien, no vimos a nadie, el Cumaná Plaza extrañamente se sentía más solo que la última vez que lo había visitado. Bajamos a la feria de comida y nos paramos frente al barandal, es como si al mismo tiempo los tres hubiéramos pensando en solo ver hacía el frente y hacía abajo y pensar que todo era igual, casi siempre era así, pero ahora lo normal era aquel cadáver putrefacto casi esquelético dando la bienvenida allí abajo. No paso ni un mísero minuto hasta que entró un grupo de desconocidos al Cumaná Plaza, ¿Quién diablos eran? No teníamos tiempo ni intenciones de averiguarlo, vimos que entraron cuatro, Joan y yo nos alejamos del barandal par que si de casualidad subieran la mirada no nos vieran, Kamui se quedó viendo, se apartó del mismo y nos susurró. 

    – Agarraran por este lado. – Señalo al lado derecho de las escaleras, de modo que agarramos para el lado contrario y empezamos a bajar, debíamos evitar en toda medida ser vistos así que cuando bajamos las escaleras, siempre, al llegar al piso inferior minimizamos el ruido de nuestros pasos… 

    – Mierda, mierda, mierda… – Decía yo casi que con el aliento para no hacer ruido, bajamos a la planta baja e hicimos la de espías nuevamente, usando las esquinas y locales cantábamos la zona para poder salir, no parecía haber nadie. 

    – Vamos. – Susurré. 

    Corrimos casi pegados por las paredes para que no nos vieran desde arriba, pero entonces escuchamos:

    – ¡HEY! – Uno que se quedó abajo gritó, volteamos a ver y noté que tenía la mano izquierda en su bolsillo, iba a sacar un arma, lo supe porque se veía el cacho de la misma, Kamui le disparó una flecha sin pensarlo dos veces mientras corríamos, le penetro la rodilla, volteamos la mirada hacía el frente y no vimos el momento en que cayó, el sujeto grito y nosotros no hicimos más que apretar el paso. 

    – ¡Cualquier vaina ya saben a dónde ir! – Afirmó Kamui. No era la mejor idea, pero nos separamos, la búsqueda seguía activa, no nos íbamos a echar para atrás nuevamente, yo agarré hacía al mercado, Joan siguió hacía el frente, probablemente agarraría hacía Miramar solo el loco ese, Kamui iba a hacía el lado contrario al que yo iba, pero me alegré cuando se regresó y siguió la misma ruta que Joan, si Joan iría a dónde creo que iría, lo mejor era que no fuese solo. 




    A más o menos dos cuadras del mercado me oculte frente un poste de luz para no ser una mancha en medio la carretera y me empezaran a cazar, me dio un momento para sentarme en el suelo y respirar profundo, di una fuerte inhalada y me levante, seguí hacía el mercado, no sé a qué mierda fui hacía allá, pero no me costaba llegarme allí, me di cuenta por el camino de que había gran cantidad de casas y urbanizaciones cerca, mi instinto me pedía gritar y esperar respuesta, pero mi raciocinio me lo impedía, antes de entrar al mercado como tal, entré a una urbanización, veía hacía los lados, no reconocía nada, me paré en medio de la calle buscando que casa se veía más débil, mi idea era aprovechar la zona para buscar recursos, entonces un disparo me paso entre las piernas y supe que no era bienvenido allí, ¡MIERDA! Grité, corrí de allí y no escuche más disparos, así que imagino fue solo un tiro de advertencia, advertencia o no, no iba a esperar el de bienvenida. Troté hacía el mercado, cómo había comida en descomposición, realmente era un desperdicio, frutas, verduras, había mucha comida aplastada y podrida, fue gracioso porque en aquel momento lo único que pensé fue “Primera vez que veo esta mierda vacío”, observé una motoneta cerca de mí, fui directo hacía ella, la levante y revise.

    – Perfecto, funciona. – Afirmé alegré, en la moto entonces recorrí el mercado, todo estaba destruido, estoy seguro de que podía conseguir algunas cosas si buscaba bien, pero no me di el lujo de hacerlo, simplemente no me detuve, fue un paseo de reconocimiento, me di media vuelta y agarré hacía la zona de pescaderos, fue mera casualidad que agarrará hacía allí, me detuve, vi algo que me pareció fuera de lo normal, era. “¿El cadáver de un perro?” Pensé, dejando la moto atrás estacionada me acerqué lentamente al cuerpo, miré hacia los lados, y como no vi a nadie me despreocupe, me agaché para ver de cerca el cuerpo, parecía ser solo el esqueleto, pero ese esqueleto tenía algo raro, parecía estar cubierto por una fina capa de costras, eran costras amarillentas con coloración marrón, era como un hongo, agarré un palito que vi en el suelo y pique una costilla de aquel cuerpo, aquello se deshizo al tacto, me pareció infinitamente raro, porque literalmente solo quedo polvo, al momento de verlo se veía muy sólido, huesos cubiertos por lo que parecía ser un hongo, pero se deshizo tan pronto lo toqué, ¿Será que había resuelto el misterio de los animales?, no podía afirmar nada hasta no ver otro ejemplar, los únicos animales que había visto sin contar los peces y algunos pájaros, fue aquel cuervo raro e inflado y ahora el cuerpo de este perro, regreso a la motoneta y justo posicionado frente a ella salió un tipo en guardacamisa blanca y cadenas de oro apuntándome con una vereta.

    – Pégate. – Afirmó. “Coño de la madre” Pensé, aquel hombre bien me siguió, o me vio a lo lejos y estaba esperando que me descuidara, lanzó un tiro al airé y largo al risa cundo escucho mi expresión de pánico. 

    – Mano, no tengo nada más que la moto, si quieres llévatela. – Le afirmé poniendo mis dos manos al frente como señal de que no iba a poner resistencia, el sujeto se acercó con una sonrisa de oreja a oreja. 

    – No es así como funciona el juego no. – Afirmó sonriendo justo en el momento en que me pego un cachazo con tal fuerza que perdí el conocimiento.

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