"Para mí, para mis amigos, para cualquiera interesado en leerlo.
Nada especial, solo hobby."

-AldhaRoku

sábado, 4 de marzo de 2017

Capítulo 21

    Al despertarme me encontraba dentro de una habitación que asemejaba perfectamente una cárcel improvisada, eran cuatro malditas paredes, una sábana bañada en mierda y una reja por puerta de entrada, giré mi vista a todos lados buscando algún punto que pareciese un punto de escape, pero aquel lugar tenía platabanda, o rompía la reja o me moriría allí, ¿pero cómo lo haría? Un flash golpeo mi mente y empecé a revisarme por doquier, me habían quitado mis armas, inclusive el picahielos, en ese instante recordé al maldito sujeto de la vereda y me frustré al haber sido capturado tan miserablemente. Asomé el ojo a lo que pude, pero no se veía más que paredes, quería pegar algún grito de ayuda, pero no me fiaba, lugar extraño, mejor no arriesgarme con nada. 



    El lugar apestaba demasiado, me fui a sentarme en una esquina de la habitación con la nariz tapada y me quedé viendo fijamente a la reja esperando ver alguna otra señal de vida, coloqué un pedacito de tela de mi camisa en la nariz para respirar un aire más puro, realmente la peste me estaba mareando, inhalaba lentamente y exhalaba con gran fuerza. Me estaba desesperando, no sabía que tiempo pase inconsciente, pero solo despierto ya habían pasado cuarenta minutos, retorcijaba los dedos de mis pies y movía mi cabeza de lado a lado por el gran fastidio y la sensación de claustrofobia de estar atrapado allí, me levanté, iba a empezar a embestir ese macizo portón así no lograse nada, cuando me levanté escuché un silbido a la distancia, me quedé tranquilo, entonces el sujeto paso justo en frente de mí. Tac, tac, tac… era el sonido que hacía la punta de la pistola pasando por los barrotes de las rejas. 

    – ¡Qué macho el hombre! Hahaha… – Mirándome con arrechera. Afirmaba el desgraciado muriéndose de la risa al verme a los ojos, le daba risa el que yo estuviera tan molesto en una situación dónde debería estar pidiendo auxilio. – ¡Buh! – Gritó de golpe frente a mí y luego largo la risa, aquel hombre evidentemente era un psicópata trastornado, deseaba con toda índole preguntarle qué demonios quería conmigo, pero aunque molesto por fuera me encontraba derrumbado por dentro, las palabras no salían porque de verdad sabía que mi situación era la misma de un ratón dentro de la caja de una serpiente. El hombre se fue, largaba la risa entre pasos, era como si todo fuese una comedia, pertenecía a ese detestable grupo de individuos que estaban mucho mejor ahora que antes de la infección, era asqueroso.



    Desesperante, era la única palabra que podría definir aquella situación, a veces me levantaba y me lanzaba contra la reja pero era inútil, no hacía más que darme un fuerte dolor en el hombro derecho, no encontraba la forma de salir de allí, ¿Será que me va a dejar morir aquí? Llegué a pesar, “Maldita sea, no ha transcurrido ni un día ¿por qué siento que me ahogo?”, mis ánimos decaían cada vez más. Entonces escuché el fuerte y ensordecedor grito de una mujer quien se lamentaba y gritaba con todo el pulmón, siendo ateo era contraproducente decirlo, pero si existían las almas en penas, debían gritar así. 



    Más que miedo, más que coraje, mis brazos empezaron a temblar, era como si en el tuétano percibiera que el mismo destino que sufrió aquella chica lo iba a sufrir yo. Los gritos cesaron, fue instantáneo, solo cesaron, luego de eso solo hubo paz, a veces escuchaba a lo lejos una carcajada, por alguna razón me recordaba a cierta película que vi hace tiempo, y no era nada agradable, llegué a sonreír, era como si al fin, luego de tanto, la aventura ya había llegado a su fin. Pasaron unas cuantas horas, el sujeto volvió a pararse frente a la reja, pero esta vez no estuvo mucho tiempo, tomo un pedazo de lo que parecía ser carne y me lo lanzó en el piso. 

    – Come o te vas a poner flaco. – Afirmó, tenía hambre, pero no había perdido tanto los sumos como para comer esa mierda dada por aquel imbécil, Aquello se veía grasoso, la carne era negra, aún conservaba piel aunque toda agujereada por la alta precio del agua, estaba sancochada, “¿Carne humana?” Pensé de manera normal con mi mórbida imaginación, “Debe ser cerdo, debe estar descompuesto porque ya no se ven animales como antes” Pensé buscando la opción más realista, “¡Como coño salgo de estar mierda!” Pensé con mucha ira, no quería abrir la boca, mientras menos llamara la atención de aquel imbécil, mucho mejor para mí. 



    Empezaba a hacer frío, significaba que debía ser de noche, ya habían pasado poco más de seis horas desde que desperté en aquel enajenado lugar, bostecé, vi una hilera de hormigas que llegaban al trozó de carne en el suelo, solo me llamo la atención verlas, me acerqué a las mismas y por ende al pedazo de carne y noté algo fuera de lo común, sobre la carne, justo en el poco cuero que quedaba habían bellitos, el cerdo tiene bellitos, pero esos eran diferentes, eran más finos, eran más oscuros, parecían como los de una persona, en ese momento me lancé hacía atrás de golpe y aquel simple pedazo de carne allí se había convertido en un mártir el solo verlo, había demasiadas pruebas como para no aceptarlo, me habían capturado como ganado, el idiota había recurrido al canibalismo, se me revolvió el estómago de repente, pero no pude vomitar, solo sufrí arcadas y un leve mareo. 



    El sujeto volvió a pasar frente a mí y con su sonrisa de oreja a oreja me veía, bajo la mirada sin quitar su sonrisa al suelo y observó la carne, volvió a subir su cara sonriente y me dijo:  

    – ¿No te gustó la comida? – Se empezó a reír entonces y partió nuevamente a hacer lo que sea que estaba haciendo en ese momento. Me frustré y me lancé ante las rejas y le grité:  

    – ¡SÁCAME DE AQUÍ MALDITO LOCO! – El sujeto corrió hacia mí y me lanzó un machetazo con mi propia arma, por suerte pude quitarme a tiempo, el golpe hizo vibrar por completo el portón y si no hubiera sido porque me quite a tiempo me hubiera rebanado una sección de la cara, el sujeto sonriente soltó el machete y se puso el dedo entre los labios. 

    – Shhhh… – Me siseo y luego me dijo. – No hagas ruido que mamá duerme. – Se fue sonriente y alegré sin decir una sola palabra. 



    Me encontraba sentado nuevamente en aquella maldita y orinada esquina pensando en lo patético que serían mis últimos momentos de vida, y pensaba, “La extraño…”, “Salgamos de búsqueda, gran idea ALDHA”… 

    – Debimos quedarnos solo con la recolección de alimentos. – Afirmé en voz baja, luego de ello se me encendió el foco, se me había ocurrido una manera de zafarme de allí, el temor y la desesperación no habían dejado pensar bien, pero ahora tenía la respuesta, empecé a hace ruido con la intención de atraer al sujeto, gritaba, silbaba, pateaba el portón hasta que escuché al sujeto corriendo hacia mí. 

    – ¿Qué te dije? ¡TE VOY A MATAR! – Llegó el sujeto gritando a todo pulmón ante mí apuntándome con su pistola. 

    – Espera, espera, espera mano, tengo una preposición que hacerte. – Afirmé fingiendo no estar cagado. Nos vimos las caras y al notar que no respondía ni preguntaba decidí hablar yo. 

    – ¡Hagamos un trato! ¿Te parece?  – Pregunté.

    – ¿Un trato?... – Empezó a reír el condenado, prosiguió – ¿Y qué propones? – Preguntó. 

    – Simple, mi libertad, a cambio de toda la comida que puedas imaginar, hablo en serio, estoy hablando de toneladas de comida, tú y tu madre y quien sea podrían tener comida por años sin que se les acabé… – Sonreí falsamente mientras le hablaba, su respuesta fue tan corta como el cambio en su expresión, volvió a reír y recalcó. 

    – ¿Qué te dije de las reglas del juego? – Luego de esas palabras se acercó a las rejas y susurró, me acerqué un poco para escucharlo puesto a que no entendía del todo. – Tú, te vas a morir aquí, serás mi cena en unos días y nadie lo va a cambiar… – Hubo silenció, sus palabras me dejaron frío y casi sin habla, me estaba derrumbando, debía decir algo o parecería que estaba mintiendo. 

    – No, ¿no me crees verdad? En serio te puedo dar toda la com… 

    ¡¿Crees que mato por necesidad?! – Interrumpió, sonrió viéndome con anhelo. – Me gusta, la carne fresca, tanto ahora, como antes de entrar a la cárcel. – Agregó. 



    Se fue caminando sin reír, sin agregar más, de igual manera tampoco pude decir algo, mi plan, argumento, no había nada que pudiese hacer, imaginé en encontrar a mis amigos muertos, a mi pareja violada, quizás que yo mismo sería violado o asesinado, imagine que sería devorado por comegentes, asesinado por una bala auspiciada por las bandas callejeras, imagine muchas cosas horribles, también muchas formas de morir, ahora y también antes de todo esto, pero jamás imaginé terminar siendo la comida de una carcelero. Me hallaba sin aliento, mi cordura se desvanecía tan rápido como mis esperanzas de salir de aquel endemoniado lugar, ya no olía nada, me había acostumbrado a la peste, me lancé contra la pared y caí sentando poco a poco al suelo, empecé a reír lentamente como tratando de disolver mis miedos, pero así como mis brazos temblaban mis ojos se llenaban de lágrimas que me negaba a dejar caer, pero caían, no era miedo a la muerte, era miedo a que todo acabase así. Tenía hambre, mi visión se hacía borrosa por las lágrimas que empañaban mis ojos, no pude más, me dormí.



     “Coño de la madre, maldita sea ¿por qué tardan?” Pensaba con irá, otro día, había pasado la noche sin comer dentro de aquel repugnante lugar, tenía pensamientos iracundos, estaba pasando por la fase de ira, de alguna forma hipócrita culpaba a mis amigos por mi situación, “¿dónde coño están?” Pensaba mientras retorcijaba mis dedos de los pies, “¡Soy el único que no puede contar con nadie en esta mierda!” Pensaba, la desesperación me hacía hipócrita, aunque en el fondo sabía perfectamente que era mi culpa, la ira me hacía inventar excusas absurdas, “No, cálmate, ya. Ya. Ya…” Me decía a mí mismo en mi mente mientras golpeaba mi frente contra la pared. “No es culpa de nadie”… Pensé, mi respiración se hacía toxica, le ardía la garganta y mis labios estaban agrietados, no tenía agua, tenía mucha hambre, psicológicamente estaba noqueado, canté:  

    –Voy a morir, sí, voy a morir, y nunca salve a nadie, voy a morir sí, voy a morir… 

    – Voy a morir sí, hahaha… Qué buen ritmo. – Afirmó el carcelero quien venía de muy buen humor a visitar mi patética celda, traía en sus manos una manguera con abre fácil, la abrió y me baño por completo y dijo – Agua. – Como si fuera un perro desesperado, dejando toda decencia atrás me lacé ante aquel chorro de agua a apaciguar mi sed, apenas me daba tiempo respirar, me mojaba todo y me atragantaba con el agua. – Se acabó. – Afirmó el sujeto, cerró la manguera y se fue, dio unos pasos y antes de irse por completo agregó, – ¿Tú no quieres desayuno verdad? – Empezó a carcajear y se fue. 



    Poco más de una hora sin ruido, todo el blanco, “Se habrá ido a cazar” Pensé, mi idea de esperanza era tan baja que ya a esas alturas estaba más que quebrada, a pesar de eso me levanté, camine lentamente hacía la cerradura e eché el ojo a todo rincón o espacio para ver si encontraba algo, cualquier cosa,  lo que sea que me ayudara a forzar la cerradura, nada, el lugar era un caos, pero la pensó bien, no había clavos, piedras, no había nada con que pudiese forzar esa cerradura, quise arriesgarme con algo, si mi teoría era cierta, el sujeto había salido a buscar a otros como yo, “Presas”, de modo que grité con el poco pulmón que tenía. 

    – ¡AYUDA!, ¡AYUDENME!... – Solo me daba espacios para tomar el aliento y volver nuevamente a gritar, y repetía nuevamente. 

    – AYUDA… ¿ALGUIEN?... – Pero no había respuesta, volví a mi posición, una pequeña parte de mí sentía paz al imaginar la posibilidad de que me muriese de hambre, pero el instinto de supervivencia me impulsaba a vivir, no podía suicidarme, no iba a morir de hambre, lo más probable es que aquel imbécil me comiera primero, pero a pesar de ello, el no poder hacer nada producía una sensación de impotencia tan grande que siempre degeneraba en ira. 

    – Quizás por eso no morí antes, mi destino era morir de una manera miserable y patética, eso lo explica todo. – dije sonriente en voz baja con la mirada al suelo, empecé a reír, escuché entonces una puerta abriéndose, el sonido fue antinatural, fue abierta con desesperación, escuché unos gritos de desesperación de un hombre, me asomé al portón de mi disque cárcel para ver y me alejé hacías atrás porque se acercó a mí, era el sujeto que me aprisionó, era el carcelero, apuntaba a no sé qué con su arma, jalaba el gatillo, pero hacía ruido blanco, se había quedado sin balas, el hombre empezó a llorar, entonces un ruido espantoso, como la mezcla de un grito desgarrador y algún animal desconocido infrahumano se hizo notar, pude ver entonces a lo que parecía ser un perro de características ciclópeas, con múltiples hendiduras y protuberancias que salían de su cuerpo, caminando hacia aquel desgraciado hombre, ese monstruo, despojado por completo de todo título que acompañe a la palabra animal, emanaba un olor extraño, entre fétido y sanguinolento, “¡QUÉ MIERDA ES ESA COSA!” Pensé automáticamente abriendo mis ojos como platos,  me arrastré lentamente hacia atrás sin hacer ningún ruido, todas mis ansias de ver nuevamente a un animal se hicieron completamente añicos, no podía creer lo que mis ojos observaban, el hombre se orino, volteo a verme, yo yacía pegado contra la pared casi sin respirar, no tanto para pasar desapercibido, sino más bien por la impresión de aquella cosa, era como ver al mismísimo diablo. La criatura no esperó más, saltó hacía el sujeto de una sola mordida le arrancó la cabeza a dicho sujeto, la cantidad de sangre y fluidos que emanaba del mismo era colosal, y como si solo le hubiera interesado matarle, luego de comerse su cabeza, dio media vuelta y se marchó, la deformidad de aquella cosa no dejaba ver que tuviese nariz, quizás por eso me ignoró, quizás por eso siguió su rumbo,  pero yo quedé sentado en ese suelo sin nada más en la mente que la imagen de aquella cosa, era como un perro, más o menos con la proporción de un gran danés, las protuberancias que asimilaban tumores hacía que se viese más grande, mucho más grande, aunque conservaba boca y patas su cuerpo cuadrúpedo distaba mucho de ser normal, era como una criatura sacada de una mente tan perversa como imaginativa, el riachuelo de sangre que emanaba del cuerpo sin vida y decapitado de aquel carcelero había llegado hasta mí, pero eso no me importaba en aquel momento, mi boca aún seguía abierta, “¿qué coño había pasado?”, distancié mi mente de la realidad, “¿Me volví loco?” pensé, sentado allí, en aquella pocilga bañado con sangre ajena, encerrado tras rejas por un momento me olvidé de todo miedo, todo problema, toda tristeza, no asimilaba aún lo visto. 



    No sabría decir cuantas horas habían pasado desde el suceso, pero aún me encontraba en la habitación viendo a la nada, aquel lugar dónde se postró esa criatura, había aparecido en la mañana, debían ser más o menos las tres de la tarde cuando mucho, entonces desperté, << Por así decirlo >>, me levanté del suelo y la sangre goteaba de mí, mis pantalones se habían empapado de sangre ajena, negra como el petróleo y brillante como la caoba, las espesas gotas de sangre caían al suelo y hacía un suave eco fantasmal, aquel lugar estaba tan solo y era tan tétrico que era un ultraje contra la naturaleza el hecho de que aún no me hubiese vuelto loco, o quizás ya lo estaba y no me había nadado cuenta, voltee hacía los lados y largué la vista tanto como pude, no se apreciaba nada, el cuerpo del carcelero estaba lo suficientemente cerca como para alcanzarlo con mi mano, y eso intenté, estiré mi brazo por las rejas tratando de alcanzar el cadáver de aquel  imbécil, mi intención era  ver si llegaba a alguna llave o a algún objeto como el picahielos o un destornillador, lo que sea. 



    Con lo que pude estirar, pude obtener acceso hasta su bolsillo, pero no había nada, golpe con mi puño el charco de sangre. 

    – ¡Mierda! – Afirmé, no llegaba a más, para colmo me había vuelto a marear, seguía tratando de ver qué más conseguía, “¡Coño, ¿será que me voy a quedar encerrado aquí?!” pensaba, luego escuché unos pasos entrando a la casa, sabía que eran pasos porque la casa hacía perfecto eco, metí mi mano de regreso para evitar ser visto, no quería toparme con otro psicópata, los pasos cesaron, luego pude distinguir que iban de regreso a la puerta, “¿Se va?” Pensé, me alteré y grité. 

    – ¡ALTO!, ¡AYUDAME POR FAVOR!... – Podía ser otro psicópata, pero mis opciones eran limitadas, en una casa abandonada en medio de quien sabe dónde, encerrado y sin porcentaje de escapar mis opciones eran pocas, “Al menos si es otro psicópata le pediré que por favor me mate” Pensé, lo que sea era mejor que morir de hambre encerrado en una puta jaula, me encontraba tirado en el suelo bañando en un charco de sangre, levanté la mirada, el sujeto se paró justo en frente de mí frente al portón, tenía unos lentes negros, un tapaboca como si cubriese su identidad, usaba un traje bastante elegante para la situación en la que estábamos, a lo que pude ver portaba una Katana pequeña en su mano derecha, usaba guantes y vestía todo de negro, parecía un personaje sacado directamente de un manga o un comic, “¿Otra alucinación?” Pensé, el sujeto de negro se agarró de los barrotes firme y rápidamente sin soltar su arma y entonces afirmó: 

    – No… No… ¿Roku?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario