"Para mí, para mis amigos, para cualquiera interesado en leerlo.
Nada especial, solo hobby."

-AldhaRoku

domingo, 5 de febrero de 2017

Capítulo 13

    La boca me ardía con tal intensidad que era irreal, las grietas en mis labios habían roto la carne haciendo que cortadas se formaran en la misma, no había pasado mucho tiempo, así que no se había infectado mi boca, la saliva seca cubría mi mejilla izquierda, parecía semen seco o pintura blanca de mala calidad.




    Abrí los ojos, estaban rojos a más no poder, la pierna izquierda me ardía, bajé la mirada y noté como en la carne rojiza se habían formado costras amarillentas, pero mi deleznable vista fue interrumpida cuando un suave movimiento atrofio mi pierna derecha, el maldito dolor de un hueso roto o quizás fisurado.




    Pensé en todo lo que paso, como había terminado en una posición tan miserable. Me acordé de todos aquellos personajes anime que tanto detestaba, aquellos imbéciles inútiles que simplemente no servían para nada, hora porque eran miedosos, hora porque eran mal afortunados, hora porque eran inseguros, hora porque simple y llanamente no servían para una mierda. Ese era yo en mi mundo, no me sentía inútil, pero todo me salía tan mal que la vida apuntaba a que yo no era más que otro perdedor, que quizás toda mi vida fue un fracaso y de alguna manera había llegado más lejos que el plan que me deparaban los hipotéticos dioses de la creación.




    Los rayos del sol pegaban justo en mi cara, el clima estaba frío, era temprano. Sentí un rato aquella cálida caricia y me levante, usé las barandas de la casa para ayudarme. Bajé las escaleras lentamente y cada paso no era más que un jodido inferno, ambas piernas temblorosas y destruidas, un estomago encogido al tamaño de una pasa, y un nivel de cordura que dejaba que desear, paso tras paso llegué a la puerta, lo primero que hice fue abrir la puerta, abrí las ventanas también para dejar entrar la mayor cantidad de luz posible.

    – Bien… – Dije en voz baja, la luz me dada una imagen nítida de todo el contenido de la casa. – Fue una mudanza rápida. – Dije. Había muchas cajas, bolsas y objetos inútiles regados por doquier, la imagen me daba un análisis obvio. Se llevaron todo lo de valor y dejaron muchas cosas, pero de igual manera nada útil. Lo cual me daba la imagen mental de que la mudanza fue hecha cuando empezó todo este peo’. Como si de un anciano de noventa años empecé a revisar torpemente los escombros y basura en la casa para ver si conseguía algo  útil, ¿Pero que podía hacer yo con muebles, cajas, bolsas y algunas mesitas de noche? Mi cerebro no daba para pensar en algo, solo sabía, solo podía conectar una cosa, debía buscar la manera de salir de aquella trampa a la cual entré por voluntad propia. Mis piernas flaquearon, pero me mantuve firme y con la lanza empecé a mover algunos cartones. 

 – ¿Qué, que diablos es eso?... – Había encontrado prácticamente debajo de un mueble una cierra eléctrica, aquello era perfecto, hasta que me di cuenta de que llevábamos semanas sin luz eléctrica en ninguna parte. La sonrisa que se me había formado se esfumo en instantes, debía seguir buscando. A medida busqué, encontré unas cosas que seguro me ayudarían, unas tablas de madera, gasolina, un bloque, una bombona y un martillo. El orgullo masculino no me daba la opción de pegar gritos para pedir ayuda, o quizás no se trataba de orgullo, sino más bien del simple hecho de que no quería atraer de gratis a comegentes cercanos en la zona. Empecé entonces a martillar el cerrojo del portón, golpeaba con tanta fuerza como mi estado físico me permitiese golpear. Pero a los ocho golpes fue que recapacite.

    – ¿Qué coño… qué coño estoy haciendo? – Dije mientras jadeaba, primero que nada no estaba haciendo nada más que abollar la coraza. Segundo, el sonido del martillo atraería a los comegentes y cuan si fuera poco, solo estaba desgastando más mi patético cuerpo. Me había resignado, entonces como si se tratase de una caricatura se me encendió el bombillo. Fui tan rápido como pude a la cocina y empecé a revisar lo que hubiese quedado allí, revisé bajo el gabinete de un estante soldado al suelo y encontré unos fósforos viejos, pero que aún conservaban la mecha. Mi cerebro estaba mal, parecía que ni oxigeno me llegaba al mismo, pero se me había ocurrido una locura que quizás podía funcionar. Rápidamente empecé a buscar en la basura.

    – Vamos maldita sea, que haya, ¡Qué haya! – Dije enojado, mientras revisaba las bolsas de basura en el vertedero. – ¡Sí!, ¡Si Carajo! – Había encontrado una caja de fosforo desechada, así que decidido a salir de allí puse manos a la obra. Como pude encontré fuerza en mi desesperación para arrastrar la bombona de gas hasta frente al portón, cerca del cerrojo para asegurarme más. Por otro lado, enrede en una tabla de manera una camisa que encontré la basura y lo bañé en gasolina. A ladrillazos y martillazos rompí el regulador de  la bombona y el gas salió expandido a presión.

    – Rápido, Rápido… – Dije cubriéndome tras un muro de cerámica y concreto, agarré uno de los fosfores y traté de encenderlo en la caja, la maldita caja estaba desgastada, el primer fosforo se rompió, cambio de lija tan rápido se rompió y a la primera encendió el fosforo. Lo lance a la madera y rápidamente se encendió en fuego, la camisa era excelente para avivar más el fuego. Sin pensar más lancé hacía la bombona aquella antorcha-molotov y me oculte en el murito aquel cubriendo mi cabeza con mis manos, de inmediato escuche aquel sonido estruendoso que me dejo con un pitido en los tímpanos, el juego se extendió hasta dónde estaba, pero el muro me había protegido, un pedazo de metal de la bombona salió disparado rompiendo parte de la puerta. Aquel estruendo hizo vibrar un poco la casa, al menos dónde yo me encontraba vibró.




    Esperé unos treinta segundos,  Quería asegurarme que todo el gas se extinguiera, el sonido se había de mis tímpanos pero igual estaban tapados, no escuchaba bien. Me levante suavemente para observar la bombona, << Nunca lo hagan >> Cuando observé la bombona aún seguía de pie pero tenía un gran hueco que representaba un cuarenta por ciento de la misma.

    – Ahí no hay gas… ¡jaa…! Celebré internamente, lo más importante. Es que se había abierto el portón, al menos una parte por dónde pasa la soldadura se había desprendido. Era lo suficientemente grande como para que yo pasase por allí. – La maldita cerradura sigue como si nada, vergasión. – Dije impresionado al ver eso. 




    Me daba miedo que el estruendo atrajera comegentes, pero por física simple no iba a tocar ese metal dónde seguramente podías freír un bistec. Esperé unos minutos, previamente había apagado el fuego restante de la explosión. Y cuando estaba seguro de que el metal estaba frío opte por salir.

    – Tsssss… Jod… – Aquel metal estaba aún algo caliente, pero no lo suficiente como para detenerme por más tiempo, cada segundo esperando allí era una sentencia más. “A dónde voy, coño” Pensé mientras jadeaba, Tenía hambre, pero como estaba no iba a recolectar nada. Así que me movilicé hasta el Cumaná Plaza, todo con la esperanza de que los muchachos estuvieran allí esperándome. Cojeando y a la velocidad de una abuela en el mercado, me dirigí al Cumaná Plaza otra vez, mis jadeos eran cada vez más fuertes, mi vista se volvía cada vez más nublosa, al punto de hacerse blanquecina, no era la primera vez que me ocurría esto, cuando entrenaba con mis amigos, al sobre esforzar los límites de mi cuerpo quede literalmente ciego durante unos minutos, ahora estaba igual, sabía que caminaba porque medio veía que me movía, pero no sentía ningún musculo de mi cuerpo. Era como si caminase por instinto, ni sentía que tenía piernas, solo andaba y ya. No veía para nada, de nubloso mi visión se tornó completamente blanca. Estaba ciego. Escuche murmullos, sonidos de alguien, no sabía de dónde o quien los hacía, pero era alguien, logré diferenciar el sonido de una moto y en algún momento del recorrido, mi visión blanca se tornó negra, me había desmayado en medio de quien sabe dónde.

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