"Para mí, para mis amigos, para cualquiera interesado en leerlo.
Nada especial, solo hobby."

-AldhaRoku

domingo, 5 de febrero de 2017

Capítulo 12

    Me encontraba en camino al Cumaná Plaza en una sucia moto Yamaha con la intención de reencontrarme con mis amigos, como plan premeditado para la situación que veía venir aceptamos la idea de encontrarnos a las diez de la mañana en el piso tres de Cumaná Plaza. Me detuve por el mercado cuando vi a un comegente caminar lentamente por la calle, dejé la moto encendida dado a que lo que iba a hacer era rápido, agarré una botella de ron que estaba tirada en la calle y la rompí para usarla como arma << El confiable pico e’ botella >> La criatura me observo y empezó a correr torpemente hacía mí, sé cayó, una vez en el suelo me acerqué ante ella y antes de que se levantará clave el pico de botella en su cráneo matándolo en el acto, “A revisar” pensé, metí las manos en sus bolsillos para ver si conseguía un teléfono pero no hallé nada. Me iba a ir a probar suerte con otro comegente, pero como el mismo tenía una chaqueta me dio por revisar sus mangas.

    – ¡Perfecto! – Dije en voz alta, aquel hombre tenía lo que buscaba, un reloj, lo cogí y observé la hora, – Ummm, nueve y cuatro. – Dije al mirarlo, así que me lo puse para tener una idea clara de la hora y estar más tranquilo, me subí a la moto y seguí mi Camino hacia el C.P.




    Cuando estaba llegando noté algo inusual, había menos personas que antes, había cuerpos regados por doquier, cuerpos que cubrían zonas enteras de la carretera, pero seguía siendo raro, la imagen mental que me hice, me dio una Cumaná << un centro sobre todo >> lleno de tukkis y malnacidos, pero no veía a nadie normal, asomaba la mirada a las casas adyacentes y a los apartamentos, y dónde alguna vez habían personas que observaban con miedo o preocupación no quedaba nada.

    – ¿Dónde demonios están las personas? – Quizás no era objetivo, pero se me hacía demasiado extraño la falta de personas. En aquel momento lo ignoré, de todos modos no iba a llegar a nada dándome más preguntas, así que seguí mi camino hasta que finalmente llegué al Cumaná Plaza. 




   Entrando al mismo inmediatamente lo sentí más solo que nunca, la última vez por lo menos había comegentes, ahora no había nada, las escaleras eléctricas obviamente seguían como estaban << Inexistentes >> y cuando tome camino hacia las escaleras normales, pude notar que la barricada estaba desecha, era un camino limpio por así decirlo. Convencido de que mis amigos estaban allí, que ya habían llegado, me alegré y subí rápidamente, primer nivel, nada, segundo nivel, nada. Cuando subí al último nivel mi sonrisa se borró, no había tampoco nada, mi único acompañante en aquel sombrío piso era el seco y lleno de gusanos cuerpo del hombre que se había suicidado en la silla, sin respirar y aguantando el asco provocado por aquellos gusanos blancos que se retorcían por toda su cara, saliendo repetidas veces de sus ojos, oídos y fosas nasales noté que le rallaron con espray dibujitos absurdos, tenía penes y caras dibujados por todo su cuerpo y en el pecho ponía “Cumaná es Crisis” Obviamente era obra de malandros, ellos debieron quitar la barricada  y recorrer todo el centro comercial buscando que robar, al no encontrar nada solo dejaron su marca y se fueron. Me sentía un maldito Sherlok Holmes con tantas deducciones obvias que hacía. Ya no veía para nada seguro el Cumaná Plaza.

    – ¿Seguirán por aquí esos orates? – Me preguntaba, así que decidí salir un momento a fuera a improvisar un arma, solo en el caso de que llegase a necesitarla. << Mejor prevenir que lamentar >> Ya me había tocado la situación típica de matar o morir, pero antes de salir arrastré la silla con el cadáver maloliente en ella hacía una de las escaleras, la más rota, con arcadas y ganas de vomitar puse la misma en frente de las escaleras y la patee, la silla con el cuerpo cayeron con la gracia de una verdura, a nadie le importo, y solo paso. Sentí escalofríos cuando escuche el pegajoso sonido de su cabeza haciéndose añicos, no quise observar pero ya imaginaba el nido de gusanos que tenía por cerebro. Me estiré un poco, levante mi brazo para observar el reloj.

    – Nueve y cuarenta. – Dije casi susurrando. – Mejor busco esa mierda rápido. – Bajé las escaleras como pude y me dirigí a la calle a buscar algo que pudiese usar como un arma.




    En la callé observaba dónde pudiese conseguir un arma, no podía irme muy lejos dado a que se acercaba la hora de encuentro.

    – Vergasión. – Susurré en medio de la calle, nuevamente el ambiente se tornaba siniestro, me sentía observado, pero no había nada, no veía comegentes, tampoco personas normales, era extraño. Pero mi atención se desvió cuando observé un fierro arrojado a pocos metros de mí, aquel era un hierro alargado como de metro y cuarenta centímetros con ambas puntas afiladas. 

    – Este bebe es perfecto. – Dije en ese momento, y viendo el reloj noté que ya eran las diez. Bostecé.

    – Que ladilla esperar, ojala lleguen rápido. – Dije en mi aburrimiento, decidí subir las escaleras, pero solo hasta el segundo piso, de todas formas, de cualquier forma u otra tendrían que pasar por allí, tenía una buena vista y era un buen punto de visión. Les di un margen de error de una hora porque afín de cuentas quizás el reloj estuviera malo, quizás se les presentaría algún problema, quizás simplemente, lo que sea, el factor margen de error siempre está previsible en situaciones así, pero eventualmente paso una hora, pasaron dos, tres, el reloj ya marcaba las tres y cuarto y aún no llegaba nadie, era evidentemente de tarde, se hacía obvio su fracaso, mentiría si dijera que no me preocupé en dicho momento, pero sabía que mantener la calma sería mi única amiga.




    El estómago me gruñía, debía buscar algo de comer para tener fuerzas para la noche, así que se me ocurrió un clásico, clásico que no hizo más que revolverme aún más el estómago. Salí a fuera nuevamente a ver si conseguía algún comegente, no había nadie allí, en toda Cumaná no había visto nada a parte del sujeto del reloj y los decrépitos del Marina Plaza, así que agarré un pote de mantequilla que encontré en la acera y opté por la opción que menos quería, me acerqué a la mina de gusanos echa puré y con una pala improvisada recogí parte de su coagulada sangre y la eché en el pote, no sin antes irme en vomito claro. Ya con el pote lleno de sangre y uno que otro gusano, subí al punto de encuentro y con un pedazo de rama de una planta que conseguí afuera escribí, usando la sangre como tinta y la rama como pluma “Aldha Estuvo aquí, fui a buscar comida ¡Estoy vivo!” Luego de escribir eso, con el estómago pegado a la columna y con mi hermosa lanza de doble filo partí en dirección a las casas adyacentes con intención de saquear sus alimentos. << Claro si es que ya los tukkis no lo habían hecho antes >>. 




    Mientras caminaba veía como las casas más frágiles yacían destruidas, rejas destrozadas, puertas rotas a punta de bala, ventanas destrozadas por completo. Sabía que debía buscar la manera de entrar a una casa fortaleza, de aquellas casas gigantes que no puedes evitar sentirte pobre al verlas << Esas mismas >> Caminé entonces hacía la perimetral.



    – Mierda. – Dije en voz alta y abrí mis ojos como plato, y antes de cualquier cosa, corrí hacia hacía la calle de al lado. Había visto una manada, literalmente una horda de comegentes caminando y tapando toda la perimetral. Aquellos comegentes estaban despalda, caminaban con más rapidez y firmeza, pude notar durante esos segundos que los vi que algunos temblaban como si se hubieran drogado con cocaína de la fuerte. Exhalé fuertemente y me movilicé hasta la calle izquierda, la cabeza se me hizo un nido de preguntas, pero ahora estaba más que claro todo, aquellos seres estaban emigrando y moviéndose en manada, podría calcular que había más de doscientos, literalmente llenaban las calles de la perimetral, aquello parecía una concentración chavista, quizás por tanto rojo en sus ropas. En la esquina del callejón, antes de cruzar me asome lentamente, la calle estaba vacía, la concentración parecía estar solo en la perimetral, quise arriesgarme y seguir caminando hacia el frente, todo con la posibilidad de que me vieran a través de una de las calles.




    Lo que sucede es que a pocas cuadras estaban las enormes casas de la Cajigal, aquellas eran unas casas enormes de tres pisos aparentemente que parecían mansiones nivel Venezuela, << bellas pero no para tanto pues >> Debía pasar tres metros de muros, sin contar los protones y la enredadera metálica que sobresalía, todo eso con la posibilidad de que los inquilinos sean comegentes o en su defecto psicópatas asesinos, como todo hombre terco estaba decidido a entrar allí, así que atravesé mi camisa con la lanza para llevarla en la espalda sin cargarla, esperando que no se caiga para no hacer ruido. Subiendo lentamente por las rejas y ayudándome un poco con el concreto del muro, poco a poco subía << Mis días como niño mono afín daban frutos reales >>.




    Llegue hasta la cima del muro y ahora tocaba la segunda cosa más difícil, el alambrado, me subí por completo en una de las esquinas de la casa y pase mi pierna sobre el alambrado, el alambre se clavaba en mis muslos, me traté de agarrar como pude del muro lateral para pasar la otra pierna pero entonces mis brazos resbalaron, mi pierna izquierda se enganchó con el alambrado desgarrando parte de mi muslo y gran parte de mi batata, aunque la peor parte no sería eso, estamos hablando de una caída mal programada de más o menos cuatro metros, caí con un solo pie y mis dos manos, la caída premeditada me fracturo la tibia, posiblemente el tobillo y me doblo las muñecas al grado de causarme un dolor tan aberrante que ignoré casi por completo mi pierna, << ambas piernas >> entonces allí estaba tirado en la casa, había entrado eso sí, pero dejando un sendero de sangre que se hacía más grande, trataba de aguantar las ganas de gritar para no atraer a ningún maldito, y mi cabeza pensó a la velocidad de la luz dado a que pensé en la posibilidad de que la casa estuviera infectada, saqué rápidamente la lanza de mi espalda y con mis manos temblorosas y el conocimiento casi ido apunte como si de un cazador se tratase, pero fue inevitable, me desmayé. 




    Cuando desperté ya era de noche, la situación se había hecho aterrador para mí, mis brazos estaban aún tensos, aunque eran capaces de aguantar, lo que me ponía en total desventaja eran mis piernas, literalmente no podía caminar, una pierna fracturada y otra desgarrada,  de alguna manera debía encontrar la manera de levantarme y entrar en la casa, primero, de noche, si pasaba algún comegente cerca que oliese mi sangre, entraría, de cualquier forma u otra entraría a devorarme, segundo, debía asegurar la casa, si la misma se encontrase infectada sería solo cuestión de tiempo para que me encontraran, tercero, tenía que conseguir algún kit médico, cualquier cosa con la que pudiese tratar mis heridas, y por último y la razón por la cual me metí en aquel embrollo, debía conseguir algo que comer, no aguantaba ya el hambre. Traté de levantarme, pero el dolor en mis piernas era horrible, las lágrimas se me salían inconscientemente, empezaba a temblar, de alguna manera conseguí la fuerza para levantarme, usando la inestable lanza como bastón, y empecé a cojear, usaba la pared como apoyo, la lanza como un pilar, y mi pierna desgarrada para andar, aunque hinchada, estaba más capacitada para andar que la otra. No me aseguré, solo lancé una mirada rápida, hasta dónde mi vista daba no había nada allí, ni siquiera el carro que siempre solía estar estacionado allí, lo cual me daba la esperanza de que los dueños salieran de la misma, la puerta de la casa estaba cerrada, y no había ventanas que pudiese romper.

    – No puede ser… – Susurré, usando un viejo truco que aprendí de mi padrino, logre abrir el cerró de la misma sin forcejearlo mucho, eso sí, tarde casi una hora en ello, prueba y error hasta que eventualmente di con el mecanismo. Cuando aquellas puertas se abrieron mentiría si dijese que no tenía la guate al pecho. La luz eléctrica aún nada que llegaban, la casa era literalmente una cueva oscura, con toda mi preferencia a la oscuridad, era inevitable tener miedo, no solo a los comegentes, la misma soledad era aterradora, aun siendo ateo imaginaba monstruos y espectros en cada esquina, veía sombras en la oscuridad, cuando un hombre se siente débil e inservible es más frágil que cualquier cosa existente en este mundo, y esa era mi situación.




    Me adentré cojeando, trataba de mantener el ruido al mínimo pero era inevitable, cada paso que daba era una señal de posición, tragué saliva, empecé a caminar toda la casa, la plata baja al menos, mis ojos se acostumbraron al obscuro, y podía notar unas cuantas cosas que me parecieron curiosas, pero primero que nada, me alivié de que no hubiesen comegentes, repetí el mismo proceso y arriba y luego bajé, No había comegentes, mis sospechas eran ciertas, la familia que vivía aquí se fue, quizás cuando empezó todo esto, no lo sé, pero se fueron, la casa estaba vacía, opté por cerrar la puerta, solo en el remoto caso de que a los comegentes les nacieran dotes de escaladores, << ¡Ja! >>. Subí a la azotea y me senté en el suelo, veía como la luz de la luna hacía sombras y figuras en las calles de cumana, escuchaba como el frío viento me hacía temblar y movía las hojas con tanta majestuosidad, y me sentía patético, más bien malafortunado al estar en la situación en la que estaba, perdí dos piernas, casi mis brazos, todo para entrar a una casa la cual estaba más vacía que un cascaron. Se habían llevado todo, las personas que vivían allí se habían llevado todo en el sentido literal de la palabra, televisor, nevera, cuadros, toda la comida y recursos útiles, fue como una mudanza, lo único que no se llevaron a lo que pude ver fue la cocina, quizás por falta de tiempo o alguna otra razón, pero en aquella casa solo habían cajas vacías, bolsas y una cocina. Llegue a pensar en la idea de cortarme una pierna y cocinarla, pero no estaba tan desesperado, aguantaría el hambre y si con suerte no amanecía muerto mañana, iba a tratar de resolver esta patosa situación, que bolas es cuando no estás seguro de que te va a matar, si un monstruo caníbal esquizofrénico o en su defecto solo te morirás de hambre o desangrado como un perdedor solitario.





    Tomando un baño con el frío de la noche, sentado en la terraza de aquella gigante y hermosa trampa mortal, pase la noche allí. Las primeras horas no podía dormir, no por el dolor, no por el miedo, el hambre era tal que empezaba a reír solo y luego a gruñir de la rabia mientras temblaba, sentía que estaba enloqueciendo cada segundo que pasaba, pero simplemente en algún punto pude dormir.

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