"Para mí, para mis amigos, para cualquiera interesado en leerlo.
Nada especial, solo hobby."

-AldhaRoku

domingo, 5 de febrero de 2017

Capítulo 10

    Llegando a Guirintal, todos amoreteados, con el hombro de Joan a medio comer, el mío atravesado y aún sangrante, antes de siquiera pasar a saludar nos lanzamos a la playa, la sangre con tierra, más la fetidez corporal no eran tópicos agradables, así que optamos por un baño clásico playero, Por la ventana de la casa nos vio Héctor, quien rápidamente salió con Michelle y Nicole alegres de vernos con vida, pero antes de responder las típicas preguntas, necesitábamos primero un momento de relax y confort.




     Dentro de la casa empezamos a maquinar nuestra historia, los muchachos se quedaron boquiabiertos cuando hablamos sobre la situación en  Cumaná, recordó a aquellas veces en que dices “No podría estar peor” y bum, se pone peor.

    – ¿Y por qué no agarraron ustedes también armas? – Preguntó Héctor.

    – Porque hubiéramos salido como coladeras pajuo. – Respondió Nelson, terminando de contar todo lo ocurrido con lujo y detalle me fui a la cocina, tenía mucha hambre y sabía que los demás también.

    – ¿Y a ustedes les paso algo interesante? – Pregunto María.

    – ¿Qué les va a pasar? No vez que andan con Héctor. – Recalco Nelson jodiendo.

    – Ahora que lo mencionas ayer si paso algo fuera de lo común. – afirmó Michelle.

    – Ah, sí, sí, las motos… – Dijo Nicole  – Ayer como a las doce o una, era ya tarde en la noche. 

    – Era la una y media, yo vi en el reloj. – Interrumpió Héctor.

    – Eso, ayer a la una y media nos despertamos porque escuchamos como pasaban motos y autos a gran velocidad, digo que fue fuera de lo común porque eran demasiadas, parecía una marcha inclusive, además, era de noche, así que nos pareció más raro aún, con lo loco que hay que estar para salir de noche con esas cosas merodeando, igual, escuchamos gritos pero no de dolor, parecía de emoción o algo por el estilo. – Contó Michelle.

    – ¿No será toda esa gente iba camino a Cumaná porque escucharon sobre las armas? – Preguntó Nelson. 

    – Quizás, ahora que me cuentas sobre el peo de las armas es lo único que me da para pensar. –r
 Respondió Michelle. El incómodo silencio aparco otra vez, pero Héctor se encargó de espantarlo.

    – ¿Y van a ir de nuevo a buscar a los muchachos? 

     No creo, porque una cosa es tener de enemigos a los locos comegentes, y otra es tener de enemigo a los locos comegentes Y a los locos con pistola. – Recalcó Joan, mientras los muchachos conversaban yo hacía un arroz con vegetales salteados, << Me di cuenta por el color del fuego de que el gas se estaba acabando >>.




    La comida estaba lista y servida. 
    – ¡Vamos a comer muchachos!. – Dije en  voz alta – Hice para todos. – Ya era casi medio día, así que era natural que cocinara para todos, empezamos a comer y a conversar, en la mesa central.

    – Se está acabando el gas, deberíamos improvisar un fogón dentro de la casa para tener dónde cocinar. – Comenté mientras comía.

     – ¿Cómo cuánto le falta a la bombona? – Preguntó Nelson.

    – No sé, podría durar, para dos, quizás tres comidas. – Respondí.

    – ¿Y qué necesitan para hacer un fogón? – Preguntó Nicole.

    – Bueno, podríamos hacer uno simple y antiquísimo con piedras de playa y barró casero, ya lo demás es solo hacer nuestro carbón con madera que hay bastante en la colina después de la carretera. – Respondí. Ya decididos, después de comer y descansar, la planeación del fogón era un hecho, como durante ese día no haríamos nada productivo, nos pondríamos a trabajar. Comenzamos con el proyecto a eso de las dos de la tarde, y ya para las cinco tendríamos la estructura base hecha, ya solo harían falta además de esperar que se seque bien, reunir la madera y hacer una parrilla para usar.

    – Chicos miren lo que conseguí. – Dijo Joan quien mostraba exactamente una parrilla metálica de gran tamaño.

     – Marisco ¿dónde la encontraste? – Pregunté animado y sorprendido. 

    – Es de un carro, un modelo viejo que estaba por ahí. – Respondió Joan. 

    – Tamos listo. – Dijo María. Había acabado el día y de la manera más gloriosa posible. 




    Durante la noche me encontraba haciendo unas arepas fritas las cuales iba a preparar con atún enlatado cuando empezamos a escuchar unos fuertes ruidos, era de noche, las siete y cuarenta y dos, marcaba el reloj, el silencio dentro de la casa se hizo notar y sería despectivo decir que las chicas estaban asustadas, podría decir con confianza que todos los presentes teníamos la guate al pecho. Los ruidos se hacían más fuertes, apagué la cocina, me acerqué al grupo que se encontraba todos casi pegados los unos a los otros, me encogí de mis hombros para preguntar qué estaba pasando, y María me miró y se puso el dedo entre los labios haciendo el símbolo universal de guardar silencio, los ruidos de golpes se esfumaron, pero ninguno tenía la osadía de hablar, no fue hasta el paso de dos minutos que Michelle dijo susurrando, en estado de terror absoluto.

    – ¿Qué fue eso? – Nelson le respondió también susurrante y le dijo:

    – Debe ser un comegente perdido, no sería la primera vez que por aquí se avecina uno o algunos en otros casos. – Entonces el mismo y aberrante sonido reapareció pero con más fuerza, Héctor subió para asomarse a ver por una rendija y se puso pálido al observar aquella imagen, subí junto con él y observe también por la rendija, miré lo que él había visto, se trataba de una horda de comegentes, gigante, tan grande como las observadas en el centro de Cumaná, me agarré por los cabellos y no paraba de preguntarme en la cabeza el cómo y porqué era posible la existencia de tantos, ¿por qué aquí? ¿Por qué ahora? Nelson me abrió los ojos y los puso enormes, preguntándome deliberadamente ¿qué coño pasaba? Le hice señas entonces para que subiera a ver, yo y Héctor bajamos, Nelson por el contrario subió a ver. Cuando observó se arrugo los ojos y luego las cienes, pero no fue para mirar bien, él estaba consciente de lo que veía, era más bien para aceptar lo que venía, bajo y los sonidos se hacían más fuertes, la reja y la puerta parecía que se iba a caer en cualquier momento, entonces nos llamó, Nelson nos llamó para formular un plan de emergencia. Se sacó las llaves del bolsillo de la pijama que tenía puesta, trago saliva y empezó a susurrar en el tono más bajo que pudo vocalizar. 

    – Son demasiados, creo que podrían entrar, si eso es el caso… << Tragó saliva >> Si ese es el caso entonces nuestro único escape será por la puerta trasera, el problema es que solo podemos correr hacía la camioneta, es un problema porque será imposible llegar allí sin que agarren a uno… 

    – No lo veo del todo imposible Nelson, Si uno los distrae le podría dar chance a los demás de entrar en la camioneta, tengo un plan, pero podría no salir bien. – Comentaba yo, los ruidos no paraban de incrementar y la puerta se estaba rasgando. – Sin quejas, y es contigo María, voy a salir por la puerta trasera y voy a distraerlos, me debería dar tiempo abrir la puerta del carro para que ustedes no pierdan el tiempo abriéndola, y es por ti Héctor, necesito que corras y no estorbes a nadie, luego de abrir la puerta llamaré su atención con gritos y me lanzaré al mar, hasta dónde sé ellos no pueden nadar, yo nadaré hasta otra maza de tierra segura y ustedes me esperan con la camioneta más adelante, si empiezan a perseguirlos siguen hasta ponerse seguros y si no nos vemos… Nos veremos mañana a las diez en punto en el Cumaná Plaza, último piso, es seguro hasta dónde sé. 





    Sin más que decir, con María aguantándose todo lo que tenía que decir no podía perder más tiempo, cada quien agarró sus armas, yo solo un cuchillo porque debía ir ligero. Abrimos la puerta trasera, y salí, el plan había comenzado, rompieron la puerta y entraron dos a la casa gritando y gruñendo, pero antes de que dieran más pasos y entraran más, empecé a gritar y a llamar su atención, ahora tenía una maldita horda de al menos treinta comegente tras de mí,  se voltearon y retorcieron corriendo hacia mí, me dio tiempo abrir la puerta de la camioneta y luego de eso empecé a correr aullando, me iba a lanzar al mar, pero estaba muy cerca del auto y debía alejar lo más posible a los comegentes de allí, corrí como si no hubiera un mañana, la horda tras de mí intimidaba, pero me sentía bien de que el plan parecía marchar bien, todo iba al pie de la letra hasta que resbale, en ese momento tomaron gran ventaja de mí, pero me pude levantar y continuar, uno se lanzó hacía mí tan pronto me levanté, mi reacción fue clavarle el cuchillo en la cabeza, ya no tenía armas, así que corrí y corrí, voltee la cabeza mientras corría y aunque tenía el corazón en la boca, me pude dar el lujo de sonreír cuando vi que la camioneta arrancó, se llevó a algunos por el medio, estaban lejos, pero pude observar que atrás del vehículo estaba María y Joan, quitándose a esos desgraciados a fuerza de batazos y estocadas, mi corazón ya no daba más, las piernas me ardían “¿cómo es que aquellos idiotas seguían corriendo?” me preguntaba en la cabeza.




    No aguante más, pero tampoco me iba a dejar comer, así que me lance a rodar por un acantilado, por suerte no muy en vertical y con matorrales, me había roto una costilla pero al momento no le presté atención, estaba más ocupado dándome cuenta de que no me lancé solo, atrás de mí me acompañaba la huerta de fanáticos empedernidos, me levante sin derecho a pausas o descanso y corrí hasta dónde hubiera agua, visualice entonces el mar y como si fuera una cama acolchada cuando te estás muriendo del sueño, me lancé ante él, me sentía seguro en el agua, pero me sentiría más seguro estando más en el agua, así que nadie al menos unos quince o veinte metros adentro, dentro del agua fue que me pude dar el chance de jadear, descansar y hasta flotar. Seguidamente empecé a escuchar los gritos de los malditos los cuales se lanzaron al agua, gritaban, gruñían y hacían un falso y patético intento de nadar, y sabía que si me quedaba sin hacer nada me comerían, “Maldita sea, ¿Qué de noche ni el agua los detiene?” me preguntaba, fue entonces que sentí el fuerte dolor en la costilla, apreté los dientes con tanta fuerza que mi mandíbula temblaba, realmente dolía como el infierno, pero empecé a nadar, y no me iba a detener hasta no llegar a alguna otra masa de tierra. Me estaba agotando mucho, y es que la herida en mi hombro se abrió, estaba dejando un rastro de sangre en el agua, ya no sabía que me dolía más, si mi hombro que ardía gracias al agua salada, o bien mi costilla rota, cuando vi una casa solo iluminada por la luz de la luna supe que debía estar cerca de otra maza de tierra solitaria, no había subido antes porque debía perder a los comegentes.
 



    Subí entonces por la empedrada caída, ignoré por completo la casa, si tenía comida, kit médico, todo lo ignoré, subí a la carretera para ver si veía la camioneta esperándome en algún lugar, pero no había nadie, baje la mirada y observé como había un comegente patético y desnutrido sin piernas, tratando de acercarse a mí, pero lo ignoré, miré a los lados  y noté que habían algunos todavía a lo lejos, pero esos pocos segundos que estuve en la carretera casi me condenaron, escuche su garrafastral gruñido a lo lejos acercándose hacia mí y entonces jadeando corrí hacia la casa, la maldita casa estaba cerrada con candado y cerrojo. 

    – ¡Verga! – Gruñí, miré a todos lados y noté que había un bote aparcado en la orilla de la playa, entonces baje rápidamente la empedradora bajada y empecé a empujar el bote al agua, me monté en el mismo y noté que no tenía motor, habría que hacerlo a la vieja escuela, pero las cosas se pusieron mejor puesto que cuando me acomodé, observé que habían dos remos recostados en el bote. Así que sin nada que perder, empecé a remar con intención de remar toda la noche, no tenía prisas dado a que no iba a poner un pie fuera del bote, mucho menos fuera del mar, hasta que no fuera de día. Y allí estaba, sin armas, en medio del oscuro mar, preocupado por mis amigos, por mi chica, por mi única familia, sin idea de dónde estaban y sin idea de si estarían bien, la historia se repetía otra vez, la diferencia es que había una esperanza, Cumaná plaza, diez en punto, mañana a las diez de la mañana todo volvería a estar bien, eso quería pensar.




    Cuando me cansé de remar, más bien, cuando mi brazo dejo de hacerle caso a mi cuerpo por el desangramiento en mi hombro, me recosté en el tambaleante bote, la fría y salada brisa del océano se sentía hermosa, el cielo estrellado sin ningún tipo de contaminación lumínica se venía sinigual, el agua chocando contra las tablas de madera del bote y salpicando mi cara era sublime, tanta felicidad solo podría ser superada si estuviera con ellos otra vez, en especial con ella… Trataba de no dormirme, pero había perdido mucha sangre, todo el cuerpo me dolía, y la paz y nirvana que me ofrecía la situación en aquel bote era insuperable, casi como si me pidiera a gritos que me durmiese, y sin idea de dónde o como estaban mis amigos, y así, derramando una lágrima de mi ojo izquierdo, me quede dormido en medio de la enorme oscuridad que había entre el mar y el cielo nocturno.

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