"Para mí, para mis amigos, para cualquiera interesado en leerlo.
Nada especial, solo hobby."

-AldhaRoku

lunes, 2 de abril de 2018

Capítulo 34


34

     Horas antes había despertado el iracundo e irracional muchacho quien a pesar de su inconmensurable ira mostraba una mirada aún inocente con ojos aguanosos y tristes, un oscuro fulgor se sentía del mismo y aunque enojado y vuelto una bestia su decrepito estado lo hacía más frágil que una hoja. Yo naturalmente mantuve mi distancia, poco podía hacer un lisiado en contra de un hombre demente como él, mis precauciones habían sido tomadas. Aún no me interesaba bombardear al sujeto con las mil y un preguntas, ¿qué le había pasado? Y más aún ¿por qué actuaba así? Pero le di su tiempo, habían pasado dos largos días desde que lo encontré y tan solo llevaba cuatro horas de despierto pero aún era incomodo que no mencionara una sola palabra.

     – Luziko, Luziko ¿te acuerdas de mí? – Preguntaba cada cierto tiempo sin respuesta alguna, apenas podía imaginar los horrores que habían llevado al pobre muchacho a tal estado de decadencia mental, lo había encerrado dentro de un cuarto y le hablaba desde afuera, a pesar de ello golpeaba cada cierto tiempo la puerta pero su estado esquelético solo propiciaba que se hiciese daño.

     – ¡Quédate quieto maldita sea! – Le gritaba, no parecía entender ni razonar. – Carajo, Luziko ¡REACCIONA! – ¿Quién era más loco, él o yo por intentar dialogar con el sujeto? Me resigne, me encogí de brazos y exhale dando indicios de desesperanza.

     Rato después traté de hablar de nuevo con él, le había lanzado una botella de agua y un poco de comida para ver si así recobrase la cordura, o al menos el habla, pero no seguía callado y solo habría la boca para lamentarse, hasta que eventualmente ni eso, cayó la noche, el sujeto llevaba horas sin decir una sola palabra, se había sumergido en su soledad como un lobo que carece de estima, me froté la frente, << que desesperante mi situación >> Peor era pensar que los demás podrían estar peor, pensé. ¿Quedarme con el demente esperanzado de que dijera algo, o simplemente partir de mi búsqueda bajo la penumbra de la noche y arriesgarme a que salgan los comegentes? Cualquier opción era una basura, pero prefería la supuesta seguridad de una casa, hice una especie de barricada en la puerta y ventana para esperar más conforme el otro día pero igual, no podía sentirme más cómodo con aquel demente en la misma casa. Torpemente ande hasta el mueble donde me disponía a pesar la noche, antipáticamente antes de acostarme me acerque a Luziko le dije – Buenas noches dulce príncipe. – Y eché a dormir.

     Veía como los caníbales le arrancaban la piel a mis seres queridos, como devoraban a mis amigos, aún con vida suplicando por una rápida muerte, los gritos de dolor que propiciaba mi novia y Nicole, también la pequeña Michelle al ser violadas repetidas veces por aquellos barbaros monstruos era horrible, la blasfemia de sangre, semen y excremento era un paisaje solo concebible en el averno, y yo no podía hacer nada, entre más cojeaba para llegar hacía ellos más me alejabas, y escuchaba sus gritos, gritos que penetraban en mi corazón y lo hacía añicos, me volvía loco, volteaba a ver a Nelson quien llorando me pedía que por favor le matase, Joan no tenía conciencia, era un maniquí que ya lo había perdido todo, la imagen de Megan siendo violada múltiples veces por tres y cuatro hombres al mismo tiempo lo había marcado eternamente mucho más que el hecho de estar desollado, era eso, o quizás ya había muerto solo que al no tener parpados no le cerraba los ojos y daba la imagen de que aún seguía con vida. Los gritos aumentaban.

     – ¡Cállense! ¡Cállense! ¡Cállense! – Y los bestiales hombres de proporciones ciclópeas se mofaban de mí hasta que no pude más y explote a un grito mudo. Desperté, mi respiración era fuerte, y agitada como si acabase de ver un espíritu, estaba sudando en frío, y a pesar de estar en medio de la total obscuridad di un vistazo a mis manos, estaban temblando como nunca, una larga lágrima recorrió mi mejilla, y aún con el alivio de haber despertado y analizar que solo fue un terrible y abominable sueño, aún no paraba de sudar y temblar, aún no para de sollozar y ver aquellas imágenes que representaban mi más grande pesadilla, como pude corrí hacía el inodoro, vomite.

     Luego de Vomitar me quedé sentado en las baldosas sucias y polvorientas ennegrecido por la basta obscuridad,  seguía temblando y un frío inenarrable recorrió mi cuerpo, en ese mismo momento empecé a escuchar lamentos y alaridos, eran los lloriqueos de un hombre desconsolado, era Luziko quien se escuchaba a lo lejos en la habitación, y decidí ir a él, como pude me arrastré frente al mismo y le pregunté en voz baja y sin esperanzas de una respuesta real

     Luziko amigo… ¿te acuerdas de mí? Soy yo Aldha. – En ese momento dejó de llorar, y volví a preguntar Luziko maldita sea, ¿te acuerdas de mí? Di algo, lo que sea. – Pero el sujeto no emitía ningún sonido. – ¡CARAJO! – Grité, pateé la puerta con gran ira y me resintió en la herida de mi pierna, había olvidado que estaba delicada, mis quejidos se volvieron entonces gruñidos de dolor, y me senté en la pared de la habitación donde estaba el silencioso muchacho.
     – Jorgen, ¿cómo estás mi amigo? – Le dije dejando salir una risa sincera aunque solitaria. El sol parecía ya estar saliendo, al menos se veía que el negro cambiaba a gris, de modo que debían ser las cinco y media de la mañana más o menos.

     – Lárgate… – Afirmo una voz rasposa, desentonada y extraña, pero sabía que era Luziko.

     – ¿Despertaste he? – Le dije sarcásticamente, pero él solo Dijo:

     – Lárgate… – y cada vez más repetía más. – Lárgate, Lárgate, Lárgate… –Hubiera seguido  con mi insistencia pero sus frases se volvían gritos agudos y cada vez más eran más y más fuertes – ¡LARGATE!... – Empezó a tratar de derribar la puerta del cuarto, era una puerta improvisada así que mucho no haría, de modo que empecé  a quitar la pequeña barricada, me iría a la verga como quien dice, no podía arriesgarme a nada. Así que sin más, me fui, y esperando que tuviese un poco de raciocinio no le encerré, apenas cerré la puerta pero sin cerrojo ni candado cualquier cuerdo podría salir. Sin pena ni gloría entonces salí, desplazándome como un zombi caminé a casa de Nelson, una mierda. El lugar estaba no solo vacío, sino saqueado y destrozado. La carretera estaba llena de sangre seca y me dije en mi cabeza << así que no estaba loco, sí vi esa horda gigante >> y bajé las sepulcrales y solitarias calles de aquella maldita localidad empinada, pensé en que tal vez debería ir a qué Megan, pero no me apetecía agarrar hacía la cárcel, no era racional de mi parte ni la de ellos o al menos eso pensé. Entonces partí al centro para eventualmente ir a casa de María, En el camino me rugían las tripas y empecé a hablar solo

     – Carajo vomité toda la maldita comida que tenía en el estómago, como quisiera una puta taza de café, solo una maldita TAZA de café, con MUCHA AZÚCAR COÑO. – Decía y gritaba a lo largo del camino, creo que realmente me importaba menos si alguien o algo me veía o escuchaba, yo ya estaba muerto para lo que me importaba. 

     – No te bastó con nacer en este puto país de mierda con la peor calaña bananera de gobierno, sino que putos zombis, o lo que mierda sean, porque sí, cada vez que creemos que tocamos fondo, ¿adivina qué? ¡CAEMOS MÁS! Puta… Gritaba y carcajeaba por todo el camino solitario mientras tropezaba con mis propias piernas como un ebrio. No tardo mucho hasta que llegase a casa de María, me sorprendió el inmenso número de cadáveres que había, la mayoría esqueletos en sí y otros parecían carcazas, pero mi mente tampoco estaba para divagar o analizar la situación, ¿qué era? No sabía, no me importaba, el punto es que no había nadie allí. Solo dos esqueletos y nada más, me adentré al fondo al cuarto de María para ver si había algo, aunque ya sabía que lo habían saqueado, pero igual fui.

      – Yo mismo desbalije está mierda ¿qué estoy haciendo? – Me hacía esa pregunta, entonces partí de aquel aparatoso y triste lugar, anhelaba un auto más que la comida misma porque estaba decidido a ir a casa de Joan ahora, más allá de tres picos, pero ya no había nada, comida, autos, gasolina, agua, todo lo tenían ellos, y si no lo tenían los hijos de puta del estadio lo tendrían los religiosos mugrientos, de modo que partí a pie a casa de Joan esperando que fuese mi último destino.

      Vía a casa de Joan y bastón en mano me di cuenta de que la tierra estaba muriendo,  se veía medio blanquecina aunque tal vez podría ser por la falta de agua, hacía tiempo que no llovía. Pero eso es arena de otro costal, en algún punto un corola destrozado y antiquísimo se paró frente a mí. Debía tener buena trasmisión porque no lo escuche venir, del mismo salió una mujer con una pistola y me apunto, yo simplemente me detuve y me quede quieto, la mujer quien me veía supongo yo, como un vagabundo por mis fachas no hizo ninguna pregunta, entonces levante mi brazo y saque mi pulgar pidiendo una cola, una mujer quien pronto me daría cuenta era la madre de dos adorables chiquillos Ben y Ramón de ocho años los dos, sonrió y no tuvo problema en que me montara, quizá si había un Dios allí arriba era eso o el hambre me estaba haciendo pensar estupideces, pero lo importante es qué me diría a mi último destino.

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