"Para mí, para mis amigos, para cualquiera interesado en leerlo.
Nada especial, solo hobby."

-AldhaRoku

sábado, 15 de abril de 2017

Capitulo 24

     El desgarrador grito de un hombre se las empaño para despertarnos en el umbral de la madrugada.

     – ¿Pero qué dem…? – Afirmé aún medio dormido, el grito de aquel sujeto era ensordecedor, parecía provenir de al lado del local. 

     – ¿Salimos? – Preguntó Joan.

     Lo Pensamos, nos quejamos, pero por solidaridad o curiosidad necesitábamos saber de qué se trataba, abrimos la escotilla superior del local, Hernán se las arregló para volver a recostarse en su colcha, Joan, Kamui y yo decidimos salir, armados con nada más que pistolas, dejando nuestras armas características dentro nos asomamos afuera para ver de qué se trataba. Nos postramos en la orilla de la platabanda y entonces vimos a un hombre solitario corriendo y gritando descontrolado, la delicia mórbida nos hizo reír un poco, parecía que se hubiese cagado los pantalones, entonces vimos por qué huía, supuse que los tukkis lo estaban cazando, pero quizás, quizás era algo peor. ¿Seis, siete, ocho? Quizás nueve comegentes descontrolados iban tras el sujeto. Su temor era de entender, << ¿Qué mierda le pasaba a los comegentes? >> Sus características patológicas eran cada vez más amorfas, parecían desarrollar tumores, y hasta escamas por todo el cuerpo, se deformaban cada vez más, parecían ser más fuertes, más rápidos. 

     – ¡CARAJO! – Afirmé. Bajé de un salto hacía el suelo, me dolió la planta del pie, pero no sufrí ningún daño, caí bien. Kamui hizo exactamente lo mismo, y sin previo aviso empezamos a disparar a las cabezas de aquellas malditas cosas. Rápido y conciso, uno, dos, tres disparos. Caían uno tras otro hasta que todos los que estaban a la vista perecieron. El hombre quien corría se hecho al piso y viéndonos con miedo levanto las manos, era un cobarde o era muy precavido, pero no parecía una mala persona. Al menos no un tukki. 

 
     Lo veíamos fijamente mientras esperábamos que se aclimatara. 

     – ¿Y entonces nos dirás quién demonios eres? – Pregunté, el hombre me miro a los ojos, y el cobarde que parecía ser se había esfumado porque la respuesta que me dio fue de alguien con muchos huevos.

     – ¿Y acaso yo debo ser alguien? – Me devolvió la mirada, hubo silencio. 

     – Te salvamos la vida, te dejamos entrar aquí, te dimos agua y actuaras como una diva. – Respondí. 

     – Lo siento, generalmente me cierro ante los criminales. – Respondió el sujeto.

      – Criminales, ¿de qué habla este tipo? – Añadió Joan. 

      – Si no vas a aportar nada entonces vete. – Le afirmó Kamui, quien se veía bastante enojado por la actitud ególatra de este sujeto. La situación entre este poco agraciado, poco simpático, calvo, bajito y de trajecito manchado en sangre y sus orines, era bastante tensa, lo íbamos a mandar afuera, o lo que es lo mismo, a la guillotina, pero empezó a hablar. 

     – Dr. Cesar Agustín Verde, gracias por… (Tosió) ayudarme en aquella situación, ahora me gustaría preguntar. ¿Puedo quedarme con ustedes hasta por lo menos, que salga el sol? Ahora que los veo bien, parecen buenas personas. – Lo vimos con cierta intriga y Kamui Afirmó.

      – ¿Por qué? ¡¿Por qué aun no te hemos disparado?! 

     – A… a todo esto, ¿qué hacía en la noche corriendo y gritando solo por ahí? – Pregunté.

     – No, no, solo no. Mi compañero y ayudante, Henry, fue quien gritaba, a su vez me acompañaba en mi investigación.  Bueno, ya que asumo que me dejaran quedarme un rato no me pesa contarles lo que paso, me separé de mi grupo, todos jóvenes como ustedes, habían solo dos mujeres mayores, de unos cuarenta o cincuenta años, no sé, se supone que teníamos las transformaciones bajo control pero entonces algo fallo, nos dieron al parecer las píldoras equivocadas, una transformación llevo a otra y seguridad no pudo contenerla, bueno, es evidente dado a que seguridad también se transformó, escapé junto a un pequeño grupo, pero, una cosa llevo a la otra y nos separamos, ¿Suena sospechoso? Bueno, quise volver a “la vieja base” por así llamarle, a recuperar mis estudios pero, nos acorralaron, así que el ayudante y yo corrimos para salvar nuestras vidas, lastimosamente perdí los datos de la investigación, y por eso, por eso fue que me hallaron sin nada en mano. – Al terminar de contar su increíble historia, a pesar de que personalmente a mí me sonaba a invento, tenía las dudas e intenciones de hacer varias preguntas. 

     – ¿Y qué paso con Henry? – Se me adelanto Joan, al preguntar. 

     – ¿No lo escucharon gritar? Se lo comieron, ¿cómo creen que pude escapar de ellos? – Afirmó el Dr., el comentario fue tan pedante, tan corrosivo que casi ameritó un golpe en la boca, pero nos lo aguantamos. 

     – Hay muchas cosas que no entiendo… 

     – No lo dudo – Interrumpió el Dr. Mientras hablaba.

     – Como decía, ¿de que va su investigación?, y a qué se refirió con todo eso de las pastillas o yo que sé. – Pregunté.

     – Mañana podría amanecer muerto así que, ¿por qué no compartirlo?, al inició se creyó en la discrepancia de que fuese un virus zombi, Ja, absurdo como si fuese una vulgar película, desde el día 0 he investigado, junto con algunos otros compañeros, y llegamos a la hipótesis, de que quizás, tan solo quizás y por ley de descarte, sea una Cepa modificadora, en un contexto más simple. La razón por la cual esta singular reacción física y psicológica no se infecta al contacto con los afectados, se debe a que no es un virus o un patógeno de orden parecido, podría ser, y solo es una teoría, alguna espora tipo hongo la cual se filtra de alguna manera en ciertos individuos y dependiendo la resistencia del mismo muta o no muta, así de simple. Claro, que todo esto es un disparate aún, no tengo las pruebas para validar lo dicho, pero en resumen a eso iba mi investigación, bueno, la investigación del grupo de doctores. – Las aclaraciones del Dr fueron fascinante, pero aún sentía, al menos de mi parte, aquella aura de desconfianza que solo se puede expresar si se experimenta. 

     – Wao, parece justicia poética, la naturaleza reclamando lo que pertenece y eliminando el virus que la contamina, la gente. – Añadió Joan quien sonreía ante la ironía. 

     – Doctor, gracias por aclarar detalles pero, y con el debido respeto, es más de lo mismo, solo que más especificado, ¿qué demonios son las pastillas que menciono? Dijo que no sirvieron o les enviaron las equivocadas ¿a qué se refirió? – Pregunté. 

     – Trataré de no sentirme ofendido y me limitaré a responder… Son pastillas experimentales, en Caracas, al igual que en cada ciudad principal de cada nación se intentó sintetizar un aislante del patógeno, pero la poca cantidad de datos no dio para más que un prototipo, en teoría creamos unas pastillas que frenarían el efecto agresivo de la Cepa en el cerebro, pero bajo dos advertencias, la primera es que su funcionalidad no es segura, y la segunda es que de prestarle al usuario, deberá volverse dependiente o la Cepa podrá atacar el sistema nervioso… El gobierno se había encargado de distribuir cargamentos de estas pastillas a los puntos de concentración más grande, pertenecieran o no a uno de esos grupos no los hubieran sabido, solo se le entrego a los líderes y representantes… – Afirmó el doctor.

     – Y entonces así podrías distribuir la sustancia de las píldoras o pastillas en la comida y prevenir la mayoría de las transformaciones – Susurré para mí mismo acordándome del grupo de Jefe dónde yacía Dante. 

     – Aún no confió del todo en ustedes a pesar de que me ayudaron, no pienso dormir. – Agrego el Dr. 

     – Nosotros tampoco no se preocupe, son las cuatro de la mañana, tan poco es que falte mucho para que amanezca – Añadió Joan.

     – Doc, una pregunta más, de su grupo de sobrevivientes, ¿alguna idea de su paradero? – Pregunté.

     – Quizás, tengo un estimado, los importantes ya murieron pero, los demás, si no mal recuerdo eran diez quizás once, uno de ellos era alguien “Supuestamente importante”, un niño de papi, dijeron algo acerca de ir al Hiper Galerías. – Sin más que decir, el Dr. Cerró su boca y no volvió a hablar esa noche.

     – De modo que Traki ¿eh? – Pregunté en retórica. 

     – Yo me aguanto temprano. – Afirmó Joan. Y esperamos al amanecer para planificar nuestro día.
     El sol apenas nos había regalado su primer rayito y ya estábamos en movimiento, en la cocinita me encontraba haciendo un café << Un viejo lujo >>, aparté, preparaba la sartén para hacer unas panquecas con una harina de trigo que conseguimos ayer en una de las casas, los muchachos preparaban botellas de agua, las armas y unas vendas y alcohol por si lo necesitábamos, muy simple pero útil, cada quien con un bolsito pequeño, con armas municiones, agua y algunos kits médicos, parecíamos unos malditos scouts, comimos y sin más, partimos. 

     – Hernán… ¿Vienes? – Pregunté, pero me ignoró. 

     – Si encontramos algo volveremos por ti – Le afirmó Joan, Hernán se limitó a levantar la mirada y casi apuñalándonos con la misma asintió, de modo que partimos, el Doctor también vino con nosotros, no tenía a donde ir, así que no nos molestó, pero tan poco confiábamos en él, así que no nació de nadie darle un arma, estaba por su cuenta, y lo ayudaríamos hasta cuanto se pudiera. Kamui se adelantó, y a unos metros.

     – ¡Muchachos encontré un auto! – Gritó. 

     A suave velocidad por la cantidad de escombros, cuerpos y esqueletos de autos estorbando la calle, íbamos en dirección a Traki, sin miedo a nada agarramos por la ruta más obvia, elevado, cuatro esquinas, centro. Casi estábamos llegando, y algo me pareció extraño, aunque no creo haber sido el único en darse cuenta.

     – ¿Qué raro no? No creo que sea porque es tan temprano, pero no hay nadie en las calles, un motorizado, un vagabundo, una banda de malandros, nada – Añadí. 

     – Ahora que lo dices, tienes razón – Respondió Joan.  

     Lo único humano allí eran los cuerpos a medio comer y destrozados de personas en las calles, que ya se hacía costumbre desde hace tiempo. 

     – Una tranca. – Afirmó el calvito. 

     – NOJODA, dame el volante. – Agregó Kamui, entonces el muy psicópata, subió los cauchos izquierdo por la acera y acelero, ignorando todos los bloques, cauchos, troncos y restos de autos  enfrente, siguió a toda velocidad, usando los mismos bloques que yacían adelante, cuan si fuera una rampa logro pasarlos, el paso sobre el techo de otro auto y cayó al otro lado, nuevamente con la mitad del auto en la acera y la otra mitad en la carretera. Kamui subió la velocidad, giró a mano izquierda y ¿cómo no?, saltó las escaleras hacía el parque provocando gran estruendo, las llantas delanteras salieron volando y el pobre auto no dio para más, se apagó y allí quedó. 

     – ¿Estás demente? – Preguntó desesperando el pobre doctor.

     – A mí me han contado vainas de aquí todo el mundo a partió un carro, yo no quería quedarme atrás. –  Afirmó Kamui. 

     – No hay más pues, a caminar. – Añadió Joan. 

     El parque se sentía extrañamente calmado, más de lo que debería, de hecho, además de nuestros pasos no se escuchaba más que el viento. 

     – Pónganse pilas, la última vez que estuve aquí una gran horda casi me hace mierda. – Afirmé. Cada uno a excepción del Doc tomamos una pistola completamente cargada, y como si fuéramos policías élites entrenados íbamos con nuestra cara e’ culo y el ano apretado por el parque de los niños. Pegó una ventolera tan fuerte que la rama de un cocotero cayó y nos puso en guardia a todos de golpe. La tensión era grande así que empecé a hablar para romper el hielo mientras nos encaminábamos a Traki.

     – Doc, ¿qué opina si le aseguro que vi a un perro antropomórfico afectado por el virus a tal nivel que parecía un tigre mutante? – El doctor me quedo viendo con cara de escepticismo y respondió 

     – Te diría que estás demente, porque las pruebas han demostrado que la Cepa es demasiado fuerte como para que un animal la soporté, todo animal afectado por la Cepa muere por inmunodeficiencia física. – A lo que yo le respondí.

     – ¿Y acaso nosotros no somos animales?, yo sé lo que vi. –  Llegamos a la entrada principal de Traki, la horda había desaparecido, “¿Nueva migración?” pensé, y esperamos en frente del centro comercial. 

     – ¿Y entonces como entramos pues? – Preguntó Kamui alterado. 

     – Hasta dónde yo lo veo hay dos opciones, o esperamos a que amablemente nos abran la puerta, o forzamos la entrada del estacionamiento, quien convenientemente está abierta. – Las opciones no eran muchas, y una era un fastidio y una pérdida de tiempo que no nos llevaría a nada. De modo que optamos por lo seguro.

    – Yo no me quiero quedar a esperar – Afirmé. Bajamos hacía el estacionamiento, estaba obscuro, pero podías distinguir aun tranquilamente. 

     – Miren allí está la puerta de emergencia – Dijo Joan. Quien se hubiera esperado que esas inocentes palabras casi, nos constarían la vida, de la nada, oculto entre las sombras y pilares comegentes empezaron a alterarse y a atacarnos, aún ante la oscuridad podías distinguir su forma, estaban llenos de verrugas y tumores, reflejaban una mutación genética completamente desagradable. Aquellas cosas estaban ocultándose del sol, y tuvieron la inteligencia para usar el estacionamiento. Empezamos a disparar a todo lo que se vinieran en contra nuestra. Arma que gastábamos, no había tiempo para recargar, otra arma que sacábamos de los bolsos, bolsillos o dónde sea que tuviéramos. 

     – Doc, habrá la puerta. – Afirmé. 

     – ¿Te crees que soy llave maestra? ¡Está cerrada! – Afirmó el sujeto. 

     – ¡MALDITA SEA! Joan ¡Dásela! – Le grité a Joan. Mientras nos encontrábamos a fuego cruzado, fallando más balas que las que acertábamos por la poca experiencia y perdiendo la orientación por el ruido de los disparos al estar disparando en un ambiente tan cerrado sin protección, Joan saco de su bolso una amiga que queríamos mantener oculta, una escopeta recortada. Rápidamente se la lanzó al doctor y solo le grito:

     – ¡Úsela! – Sin darnos cuentas de cuantos quedaban, solo por el miedo de aquellas cosas nauseabundas de estítica lovecraftiana y leprosa, tan pronto escuchamos el sonido del cerrojo romperse corrimos con el doctor. Rápidamente cerramos la puerta con los cerrojos manuales, tenía tres y parecían ser bastante resistentes, parecíamos estar seguros. Así que pudimos bajar toda la tensión del momento y exhalamos al mismo tiempo, estábamos bien, estábamos en nuestro destino, el centro comercial Hiper Galerías, el más grande de la ciudad y el único que aún conservaba electricidad. 

     – Extrañaba el aire acondicionado. – Agrego Kamui.

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