"Para mí, para mis amigos, para cualquiera interesado en leerlo.
Nada especial, solo hobby."

-AldhaRoku

sábado, 1 de abril de 2017

Capítulo 23

     Me encontraba en la penumbra susurrando con Kamui, ya previamente había ido con Hernán quien ahora estaba con Joan quien no podía hacer nada por él, y al igual que el mismo, trate y trate, pero no había palabra, acción o nada que pudiese hacer para llegarle, su corazón estaba destruido a tal punto que hacía temblar a cualquiera que lo viese u ollera, sentando allí en el suelo, con la mirada perdida hacía abajo, sus ojos empañado por lagrimas que no paraban de caer, era una mezcla entre dolor, ira e impotencia, temblaba, lloraba, sollozaba y rechinaba los dientes. Si imaginar la muerte de la persona que más amas era duro, tenerla muerta frente a ti debía ser un sentimiento fuera de la compresión y el entendimiento, solo aquel que sufre podía verlo. Al lado de Hernán estaba Joan quien sin decir ninguna palabra se las apañaba para ser un pilar a su lado, Yo no era un amigo excepcional, no tenía ese don que tienen los mejores amigos para animarse entre ellos, y si yo no era tan cercano como me gustaría ser, Kamui mucho menos. 


     En contraluz de la depresión de Hernán se sentía un vacío al mirar a sus piernas, allí yacía el difunto cuerpo de Yue quien se recostaba delicadamente ante sus piernas. Apreté mis puños, no sabía qué hacer, había llegado en un momento tan delicado que quería que me tragase la tierra, estaba lo suficientemente lejos de Hernán como para que no me escuchase así que pregunte en susurros a Kamui que me aclarase que había ocurrido, me respondió.

     – Desde la madrugada su fiebre que parecía estar yéndose empeoró de repente, paso toda la mañana temblando y sudando en frío, le dimos unas pastillas para la fiebre, el novio nunca se separó de ella, hizo cuanto pudo pero al final, la fiebre era demasiado alta, más o menos, más o menos a las cuatro, cuatro y media, pocas horas antes de que llegaras, la chica había muerto. Dejo de respirar y, no te mentiré, los tres tratamos de hacer reanimación básica, aun sabiendo que una muerte así no puede ser reanimada, digo, fuimos tan imbéciles, caímos en tal nivel de desesperación que tratamos de hacer RCP a un cuerpo que murió por fiebre, yo casi no la conocía, pero no quería volver a experimentar una muerte cercana. – Afirmó Kamui quien demostró cierta impotencia e ira y apartó la mirada a una pared. 


     Todo este tiempo preocupado por una transformación, y casi había olvidado que Yue se encontraba enferma, me preguntaba si realmente era fiebre lo que la mato, pero no iba a divagar en silenció, sería una falta de respeto al cadáver y a su pareja, exhale, fue triste, pero la muerte de Yue hizo que todas mis preocupaciones se fueran, suena hipócrita, pero no es lo que la gente normal pensaría, la muerte de Yue y ver a Hernán tan deplorable me hizo darme cuenta de que la definición de problemas había decaído una vez más. 


     Yo en todas mis facultades físicas estaba excelente, tenía la esperanza así fuera mínima, pero la tenía, de que mi pareja siguiera viva, y sí, había perdido a mis padres, a mi hermano menor, pero aún tenía algo por que seguir adelante, aquella muerte me hizo pensar más en frío, no iba a decaer por absurdeces, las posibilidades de sobrevivir era bajísimas como para que me preocupara por algo más, de modo que me levante, fui hacía Hernán, y sin más, solo me senté a su lado, al igual que Joan no dije ni una sola palabra, solo me senté, esperando que de alguna manera sirviera para reponer al negro. Sé que si hubiera estado María le hubiera dado un gran abrazo que mínimo lo haría despertar de esa penumbra dónde descansaba, pero ella no estaba aquí, y lo mínimo y único que podíamos hacer por él, era estar a su lado. 


     La mañana fue estruendosa, nos despertamos por una explosión que debió haberse escuchado hasta el centro, nos despertamos, Kamuí, Joan y yo salimos a la parte de arriba para ver de qué se trataba, Hernán por obvias razones estaba inmóvil aún, Pudimos observar un poco de humo atrás del edificio que teníamos enfrente, entonces pensé “El galpón”, bajamos la escalera, Joan se quedó a cargo de la misma esperando arriba. 

     – Maldita sea salí sin arma – Afirmé mientras corría con Kamui a ver qué diablos pasaba. 

     – No le pares – Afirmó Kamui, pero que podía saber él, si cargaba encima su ballesta. 


      Fuimos hacía mano izquierda, corriendo hacía la Hyundai, pero tan pronto como llegamos a la calle para cruzar nos tuvimos que paralizar, Habían fuerzas militares élite resguardando lo que sea que hacían, formaban una cadena de metralla en cuclillas que llegaba de acera a acera, quitaron el seguro, esa fue una advertencia, dimos un paso hacia el frente y un disparo dirigido frente a nuestros pies lo dejo claro, debíamos irnos, así que empezamos a retroceder lentamente con las manos arriba, y tan pronto como salimos del rango de ese cruce corrimos hacía el local, por instinto sabíamos que esa explosión atraería a los indeseables, la curiosidad era menos que el instinto de supervivencia y no queríamos terminar involucrados en una guerra civil, de modo que subimos al local y allí en la platabanda, recostados panza abajo esperamos.


     La Metralla se hizo presente, previamente habíamos escuchado como un maldito enjambre de motos se acercaban como carroñeros, pero sin advertencia ni condiciones, la lluvia de metralla empezó, podías escuchar un maldito holocausto bélico allá afuera, balas, casquetes, explosiones, no veíamos, pero imaginábamos lo que podía estar pasando, moto que llegaba, moto que explotaba a fuerza de plomo, el sonido del plomo era irregular, de modo que daba a pensar que los motorizados tampoco se quedaban atrás, era plomo contra plomo. Esto se estaba descontrolando, de modo que decidimos entrar hasta que cesará la acción bélica. Y lo hicimos, esperamos dentro del local esperando que no llegase hasta aquí tal masacre, lo teníamos a solo una cuadra, el factor miedo estaba implícito en nosotros, esto era lo que debían sentir aquellos países africanos e islámicos que se encuentran en una guerra eterna, así solo fuese por unos minutos, lo sentimos, teníamos al infierno a nuestro lado. El plomo seso al cabo de veinte minutos aproximadamente, veinte minutos que se sintieron eternos, pero el reloj no mentía. 

     – Nadie salga aún, esperemos una o dos horas mínimo. – Afirmó Kamui. Pero era evidente que no íbamos a salir, no después de lo ocurrido. De modo que esperamos.


     Debió haber pasado en retrospectiva, unas dos o tres horas, escuchamos un sonido metálico que cualquiera que allá visto películas de guerra reconocería perfectamente, un tanque, junto con el mismo se escuchó como partían lo que evidentemente eran camiones, y no camiones pequeños precisamente, debían ser colosales, de modo que esperamos hasta que el sonido seso, de que ya sabíamos que se habían marchado. Ahora sí, podíamos ir y ver qué demonios había pasado con toda seguridad, el día era corto, se podía hacer bastante aún, bajamos, está vez Joan bajo con nosotros, la escalera la dejamos torpemente acostada en el suelo, pero como solo saldríamos unos minutos no le prestamos atención. La vista era en resumidas cuentas innecesariamente gore, la cantidad de carne, huesos, restos de ropa y metal, la cantidad de cuerpos convertidos en coladores, llegaba a ser asquerosa, pensar que todo esto fue patrocinado a no más de cincuenta metros de nosotros. 

     – Coño les sacaron la mierda durísimo. – Afirmó Joan. 

     – Esos pudimos haber sido nosotros. – Agregó Kamui, como si estuviéramos en el purgatorio, caminábamos entre cuerpos y charcos de sangre fresca, nos habíamos vuelto sádicos, ni sorpresas, ni arcadas, la muerte era común ahora, y yo en mi mente solo pensaba, “Una plaga menos”, Joan cargaba su confiable rifle que parecía de museo, Kamui evidentemente su ballesta, y yo como era de costumbre un arma nueva, claro, que llamarle arma a una simple pala deja mucho que desear, pero serviría, por suerte teníamos esta guardada en el local. Agarramos por don Bosco, cuando cruzamos el panorama no era diferente, más deberes, tanto de tukkis como de soldados, podía verse a lo lejos como marcas de ruedas y la cinta de obviamente un tanque arrastraban carne y sangre en su camino. Volteamos la mirada y observamos como la puerta del galpón yacía desaparecida, como si simple y llanamente hubiera desaparecido, no era eso, sino que quizás habían caído sobre un camión y la habían arrastrado hacía unos cien metros más o menos del lugar, pero lo importante era el galpón, entramos y observamos como nuestra más grande esperanza alimenticia se destruía, el mismo estaba echo mierda, no tenía nada,  podías ver que habían comida porque en el suelo habían algunas latas aplastadas, restos de azúcar, arroz, etc… lo normal, que siempre hay fugas en las pacas. 

     – Maldita sea. – Afirmé con desprecio. 

     – No dejaron nada marico. – Complementó Joan. 

     – Carajo vámonos de aquí. – Añadió Kamui. – Un momento. – Afirmó Kamui antes de nos marcháramos, 

     – ¿Qué paso? – Preguntamos Joan y yo. 

     – Las armas, vamos a revisar los cuerpos. – Añadió Kamui, y ciertamente, era repugnante, pero casi cada cadáver que había estaba armado, y eran cientos de cuerpos. 


     Yacían las tres de la tarde << Aproximadamente >> habíamos hecho del local chino, nuestro hogar, una maldita armería. Teníamos suficiente munición como para gastar de vicio, la mayoría del armamento pesado se lo habían llevado los mismos militares, no eran estúpidos, pero más o menos entre chopos, revólveres y beretas teníamos una colección de más o menos diecinueve o veinte armas. Tuvimos que escudriñar entre tripas, sangre y mierda, dentro de pantalones y bolsillos cagados para recolectar cualquier munición que tuviera guardada. 

     – Se está acabando el papel higiénico. – Afirmo Joan.  

     – Bueno, pues ve a buscar mano, no te va a comer revisar una de las casas a la redoma. – Afirmé. La comida era una cosa, pero preocuparse por papel higiénico era irrelevante, cada casa tiene así sea un maldito rollo. 

     – Aldhita, ¿no deberíamos movilizarnos para buscar más comida? – Preguntó Kamui. 

     – Verga, yo creo que tenemos bastante ¿o no? – Añadí. 

     – Creo que lo dice más bien por los militares, están buscando recursos y solo será cuestión de tiempo hasta que las grandes fuentes de comida, galpones, toda esa mierda se les acabe, solo es cuestión de tiempo hasta que empiecen a revisar casas también. – Agrego Joan. 

     – Bueno, tenemos unas cuantas horas, no es mala idea movernos un poco más. – Respondí. 

     – Si, mañana hacemos lo otro. – Agrego Joan. Por hacer lo otro se refería a movilizarnos para iniciar la búsqueda del resto del grupo. 

     – Oigan y qué hacemos con… 

     – Déjalo. – Agrego Joan callando a Kamui. 

     – De todos, el que está peor aquí es él, debemos trabajar y darle espacio creo yo… – Afirmé en respuesta a Hernán obviamente, aquel noble y pobre sujeto se encontraba solo en la plaza de don Bosco. Cavando con la pala un agujero en la tierra rodeada de flores con una intención más que obvia, a su lado se encontraba completamente vendado el cuerpo de la persona que una vez lo significo todo para él. Antes de marcharnos lanzamos al mismo tiempo una mirada hacía él, quien no paraba de cavar con irá y vigor, y no sé en qué diablos pensaban mis dos acompañantes, pero en mi mente solo había una cita, “¿Qué tan frío se ha vuelto el mundo?, para que no siente ningún pesar en este momento”, Los muertos eran muertos, y solo me sentía mal por Hernán. 

Vámonos. – Susurró Joan antes de que partiéramos en búsqueda de más recursos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario