"Para mí, para mis amigos, para cualquiera interesado en leerlo.
Nada especial, solo hobby."

-AldhaRoku

domingo, 5 de febrero de 2017

Capítulo 8

    El motor del Malibu sonaba con ira dado a la velocidad a la que yo iba de regreso a la ciudad, pasé por el hospital solo para afinar mis sospechas, paré el auto de un frenazo debido a la maza de escombros que irrumpían toda la calle del hospital, retrocedí y agarré por el otro camino, mire por el parabrisas y aunque poco, pude fácilmente diferenciar que el mismo estaba minado, estaba lleno de esas criaturas como si fueran gusanos infestando el trasero de un cerdo moribundo, no sabía si verlos como una plaga o ponerme filosófico y pensar en que quizás nosotros éramos la plaga y ellos la cura. Aceleré y cogí camino hacia el Marina's Plaza, el lugar dónde celebramos nuestra última reunión de amigos, llegando estacione el vehículo cerca de la entrada y cerré sin seguro, debía tener el auto listo por si las cosas se volvían rudas, así que también deje las llaves pegadas al mismo, no me importaba si alguien robaba el auto, quizás sea un pensamiento estúpido, pero sentía que si alguien lo robaba, seguramente era porque alguien lo necesitaba.




    Empecé a caminar sigilosamente mientras veía a lo lejos a los comegentes andar, trague saliva y me levante los huevos porque eran demasiados como para arriesgarme a lo que iba a hacer.

    – ¡MUCHACHOS! ¡¿HAY ALGUIEN CON VIDA?! – Empecé a gritar esperando una respuesta y vaya que recibí una, empezaron a correr hacía mí esas repulsivas bestias, estaba seguro de que eran lentos de día, pero eso no se aplicaba a todos, algunos si bien no eran tan furiosos y temibles como los de la noche, ciertamente eran rápidos persistentes. Gruñían y gritaban mientras corrían hacía mí, yo corría y los mareaba mientras gritaba en búsqueda de una respuesta, llego un punto en que se hicieron demasiados, y solo tenía dos opciones, la primera era seguir gritando y esperando respuesta y correr hacía el mar e irme nadando hacia una orilla, o simplemente correr al auto e irme. Opte por la segunda opción, aparentemente María Plaza estaba muerto y yo no les agradaba a sus nuevos habitantes, corrí y salte hasta llegar a la entrada, casi me rompo el tobillo estúpidamente por tratar de hacerme el chico parkour, pero eventualmente llegué, abrí la puerta y arranque el auto antes de que llegaran siguiera a tocar el vehículo.



    No podía agarrar por el terminal porque la calle estaba bloqueada, quería ir a Traki porque me pareció al momento el lugar más seguro posible al cual podría ir alguien, pero debía conseguir otro atajo, debía tomar el centro así que pensé, ya que estaba allí, ¿por qué no volver a revisar los puntos de encuentro? Detuve el auto cerca del apartamento de Ángel y nuevamente volvería a subir, revisar y preguntar, << No había nadie >>, revise el Cumaná Plaza y se repitió lo mismo, << Nada >>, más adelante estaba cerrada la calle, cosa que era normal con tantos choques en una carretera tan pequeña como está, así que tome atajo y empecé a sonar el claxon, a su vez empecé a gritar.

    – ¡María! ¡María!... – Pero nadie me atendió, pude ver gente en sus casas viéndome desde sus ventanas, el terror se veía en sus ojos, nadie confiaba en nadie. Y entonces di un frenazo, casi choco a una mujer que se metió contra el carro.

     – Ayuda por favor, mi esposo está herido.
 
    Camino hacía Traki estaba conduciendo yo en un Malibu Classic cargando como pasajeros a una mujer, 2 niños pequeños de no más de tres años y su marido moribundo por mordidas.

    – ¿Así que conocen algún lugar a dónde ir? – La mujer me empezó a ver y hubo silenció en el ambiente.

    – Creí que…

    – ¿Creíste que yo era un rescatista y que te llevaría a un fuerte lleno de comida y muchos sobrevivientes o algo así?

    La mujer se quedó callada y no dirigimos más la palabra, el silencio era incómodo, casi llegaba al parque Ayacucho, iba a tomar esa ruta para ir a Traki pero cosas pasaron en solo esas pocas horas que estuve ausente, había un maldito convoy militar y muchos autos tapando todo lo que vendría siendo las rutas hacía allá, comprendí en ese momento que debía ir caminando pero no quería dejar a esta familia sola.

    – ¿Sabes conducir? – Pregunté – Conduce hasta Makro escuché que tiene un lugar seguro, qué hay sobrevivientes y comida, ¿no es eso lo que buscan? – Reafirmé.

    – No sé cómo llegar, no somos de aquí estábamos de vacaciones hospedados en el hotel Savoia.

   Hubo silencio, empecé a rascarme la cabeza hasta que pensé en una cosa, “Si los llevo a Makro no sería un viaje en vano, quizás allá consiga a alguno de los muchachos”. Arrancamos entonces hacia Makro, La carretera era larga, pero estaba de humor para seguir, así que chocando a unos cuantos cuerpos de comegentes por el camino nos adentramos hacia dónde el diablo dejo la chola.



    En casi cuarenta minutos de carretera llegamos a Makro, cogiendo atajos y callejones como delincuentes escapando de la policía, chocando cuerpos vivos y no vivos, manchando la carrocería en rojo y negro por fin llegamos, habían unos cuantos en la entrada yo me encargue de ellos, eran como cinco máximo, por suerte de los lentos, de los muy lentos. Toque la puerta principal pidiendo ayuda esperando una respuesta, hasta que se abrieron las puertas, me puse en guardia, pero allí estaba el viejo que me habló del lugar.

    – Muchacho…  – << Me veía con sorpresa >> asome mi cabeza y atrás de él pude observar cómo había cantidad de personas, algunas heridas otras sanas, de todas las edades. Fui entonces a buscar a la familia que yacía esperando en el auto, para cargar al marido de la señora me asistió un sujeto fortachón que ayudaba al viejo, entonces el señor empezó a hablarme, pero yo lo estaba ignorando, trataba de ver entre la multitud si veía algún rostro conocido a alguien, el tiempo parecía detenerse a mí alrededor, entonces la  vi, sentada en una esquina a lo lejos, acompañada por una chica más pequeña a su lado que yacía durmiendo, no había duda, eran María y Nicole. Empecé a correr hacía ellas, corrí hasta llegar hacia ellas y me paré justo en frente de las mismas

     – Puedes largarte no estamos interesadas – Dijo María, quien miraba el suelo como un grandioso perdedor.

    – ¿Tú no dejas la descortesía ante nadie verdad? – Pregunté, ella entonces me devolvió la mirada, se sorprendió al instante abriendo sus ojos como platos, yo la veía sonriente, casi lagrimoso, pero el encuentro no pudo ser más emotivo, puesto a que María se desmayó al instante golpeando su cabeza con el muro adyacente.



     Para el momento en que ella se despertó yo estaba hablando con Kenyi quien también estaba refugiado allí en Makro, le estaba dando la espalda cuando empecé a sentir unos golpecitos precisamente en la espalda y una voz sollozante y mucosa me empezó a hablar.

     – ¿Dime dónde demonios estabas? – Los golpecitos pararon  y me voltee para abrazar a mi novia y lo único que pude decirle fue.

    – Luego te cuento, te juro que no fue mi intención desaparecer esa noche.María en ese instante empezó a llorar y yo no sabía si sentirme aliviado de tenerla con vida y conmigo o sentirme apenado por la escena en particular. El silencio nos abrazó y ella no parecía querer soltarme, empecé a toser.

    – Fui a Guirintal, allá están Nelson y Héctor esperándonos… – Largue una pequeña carcajada y dije – Me gustaría ir devuelta a Guirintal para antes de que anochezca, no sé si te parezca buena idea.

    – Iré a dónde tú vayas…

    – Muy bien tortolos ahora se me calman que falta poco para que sea de noche. – Dijo Nicole con un tono burlesco y gracioso. De inmediato, María, Nicole y Yo partiríamos a la casa de playa.

     – ¿Seguro que no vendrás Kenyi?.

    – No, pero dile a los muchachos que estoy bien, aquí me necesitan y además, hay comida, dónde dormir y bueno, todo eso.

    – Entiendo, cuídate entonces mano. – Con una despedida tan simple como esa, los tres partimos camino a Guirintal, era poco más de las cuatro de la tarde, y a partir de las seis las cosas empiezan a ponerse picantes por así decirlo, así que sin perder el tiempo y esperando que mi suerte no me quemara otro motor o me dejará sin gasolina, arrancamos directo a nuestro nuevo hogar. El motor arrancó, partimos a gran velocidad a casa, el camino era largo, así que empecé a contarle a las muchachas sobre todo lo ocurrido después de mi partida, todo estaba en excelente estado pero por alguna razón el auto se detuvo, un fuerte sonido salió del tubo de escape, por suerte la carretera estaba más sola que la misma nada, ni una basura había en la calle. No nos faltaba mucho para llegar, eran las cinco y tantos minutos, el sol parecía que se podía meter en cualquier momento, y me alteré demasiado, empecé a golpear el capot con la esperanza de que eso sirviera de algo y para mi sorpresa si sirvió, arrancamos a toda marcha hacia la casa de playa, llegando, el sol estaba desapareciendo por el horizonte y Nelson estaba vigilando la entrada de la puerta celosamente

    – ¡Rápido! – Gritó, empezamos a escuchar gruñidos de comegentes así que empezamos a correr hacia la casa, como si fuera una maldita bomba de tiempo entramos antes de que siquiera nos percibieran los comegentes. Luego de ello Nelson y un sorpresivo amigo cerraron la puerta rápidamente, la bloquearon lo necesario como para andar tranquilos toda la noche y…

    – ¡Ja!... logramos entrar. – celebramos.

    – Cállense cabezas de verga. – Dijo Nelson.

    – Sinceramente no esperé ver a tanta gente hoy, aunque realmente me hace feliz… – Dijo Joan. Yo me quedé sorprendido, quizás más que María y Nicole respectivamente dado a que ellas no sabían con creces quien estaba en esta casa pero yo sí.

    – ¿Tú también estás vivo? – Dije con tono un poco lloroso, era difícil admitirlo, pero me parecía una fantasía encontrarme con tanta gente normal hoy. Joan solo una suave carcajada.

    – La verdad es que para mí, más raro es que tu estés vivo a que yo lo esté, pero tranquilo, ya Nelson me contó todo. María me abrazo y me parecía bastante romántico, pero debía romper el momento.

    – Amor, entiendo que quizás te quieras poner posesiva hoy, pero hay alguien que creo te necesita más.

    – No, no quiero. – Respondió María. – Es Michelle y está muy mal. – le dije, y no necesite decir más, tal como si fuera una madre ella fue a encontrarse con Michelle quien estaba en el cuarto superior derecho, Nicole se quedó con nosotros.

    – ¿Y man que paso? ¿Cómo llegaste hasta aquí? Cuéntame, quiero saber. – Antes de que Joan empezara a contarme, llegó Héctor con unos juegos de mesa retando a quien sea que le respondiese, Nicole acepto jugar con él, debo decir que me sorprende lo calmados que estamos la mayoría tras todo lo ocurrido, quizás sea gracias a tantas películas y series, o quizás ya estábamos bastante mal para que las cosas se pusieran peor, pero así eran ahora.  Empezó a hablar Joan.

    – Bueno, la cosa es que en la noche, no sé por qué, no sé cómo, al momento creímos todos que eran las mordidas ahora sabemos que no es así, el gordo ese, tú sabes, yo casi no lo conocía, se convirtió en una de esas cosas, tratamos en todo sentido de retenerlo pero era de noche y bueno, ya aprendimos que de noche es imposible joderlos…

    – Bueno, yo no diría imposible. – Interrumpió Nelson sacándole una risa a Joan.

    – Sigo, cuando logramos salir del edificio, las calles eran un verdadero pandemónium, Héctor, Hernán, Yue y yo nos fuimos juntos, entre todos teníamos que apoyarnos por la situación de Hernán, en cierto punto no recuerdo cual perdimos a Héctor, por eso me pareció raro verlo aquí cuando llegué. ¿Estoy dando muchos detalles o…? – Se detuvo para preguntar.

    – No, no vale, está bien, además, tenemos toda la noche y quizás toda la vida de sobra, tomate tu tiempo que me gustan los detalles. – fue mi respuesta.

    – Bueno, Hernán se las arregló para correr estando cojo y Yue lo ayudo, pero era demasiado, nos iban a alcanzar, así que le dije a Yue y Hernán que corrieran hasta un auto y que se encerraran en silencio allí o si era posible conducirlo mejor, lo último que supe de ellos fue que corrieron hacia Hidrocaribe, esa zona, yo noté que algunos carroñeros de esos iban tras ellos así que empecé a hacer rudos y gritar, entonces perdieron interés en ellos y lastimosamente tomaron interés en mí, << carcajeo >> pero bueno, pude correr hasta un lugar saqueado con las puertas y ventanas completamente destruidas y solo habían dos opciones, adentro o afuera, decidí que adentro y quizás, quizás fue mi mejor decisión, tuve la maldita suerte de que no había nada, nada ni nadie, pero tenía escaleras que daban hacia la azotea, el techo, subí, cerré la ventanilla de acceso y allí en el techo pase la noche, recuerdo que mi ritmo cardiaco estaba horriblemente acelerado, escuche gritos y eso no hacía más que ponerme peor, sentía que el corazón se me salía por la garganta y antes de que me diera cuenta, me quedé dormido, desperté porque el sol me daba en toda la cara pero parecía sonámbulo, creo que fue demasiada acción por una vida.

    – Marisco, tú lo que eres es zendo lechuo, ¿me vas a decir tú, qué con esa pancita hiciste todo eso? No, no, no, es joda, marico le salvaste la vida a Hernán y a Yue. – Dijo Nelson y me quito las palabras de la boca.

    – ¿Por cierto que hiciste después? Quiero saber todo. – Pregunté.

    – No Al rato, sino más bien al instante de abrir los ojos, lo primero que me pregunte es en dónde estaban los muchachos, rápidamente abrí el pasador de la ventanilla y baje, cuando estaba en el local, fui mordido pero solo en la ropa, por uno de los comegentes, el local estaba inundado de ellos, no sabía si entraron anoche, en la mañana o estaban desde antes pero no los vi por lo oscuro que estaba todo. Lo primero que hice fue ir al al edificio, pero la parte inferior estaba inundada de esos, me empezaron a perseguir algunos, corrí entonces, me había volteado y me di cuenta de que me había acorralado por así decirlo así que corrí centro adentro, logré perderlos cambiando de cuadra, pero allí una moto se me paro, trate de perdirles ayuda, pero me apuntaron con una escopeta y me dijeron que al piso, me arrodille y levante los brazos, y el que iba atrás en la moto empezó a revisarme, “Este mamaguevo no tiene nada” dijo el tuki e’ mierda ese, y se fueron, y yo que creía que los comegentes daban miedo. Iba a devolverme, pero los comegentes se minaban cada vez más y más, por suerte vi un automóvil en perfecto estado, bueno, tenía los vidrios estrellados, pero servía que es lo que importa, me monte y más o menos allí, le agarré el hilo, unos frenazos pero pa’lante, agarré camino a mi casa, era lo único que tenía en la cabeza si te soy sincero, creo que fue lo mejor que pude haber hecho en ese momento, cuando llegue a casa lo primero conque me tope es que la casa estaba sola, no había nadie, todo estaba cerrado con seguro, X, parecía como si todo el mundo hubiera salido, no sabía si alegrarme o preocuparme, pero como no los vi muertos me alegré, no me enorgullezco de lo que hice, pero la situación no estaba para dársela de héroe, pase unos días en mi casa, hasta que se acabaron los recursos y… Perdón si suena hipócrita, cuando ya no tenía nada en la casa, fue que pensé en buscar a los muchachos, en mi cabeza solo resonaba algo “si yo sobreviví no veo porque los demás no” Quería buscarlos, pero no tenía idea de por dónde comenzar, no me causaba para nada buena espina regresar al edificio de Ángel, pero, me acorde en ese momento de lo que hablo Nelson antes de que se prendiera esa mierda, Guirintal, y casi como la solución a todos los problemas, como si fuese el paraíso, sabía que tenía que buscar la manera de llegar aquí, pero no iba a ir desarmado, agarré unos cuchillos, un casco, que no es mío por cierto, y este bebé. – En ese momento Joan saco lo que parecía ser un rifle antiguo con punta y empuñadura de león con ojos de cristales, una completa belleza que nos asombró a todos los presentes. – Bueno, este amiguito me ayudaría más de lo que pensé, llegando a Guirintal no ubicaba la casa de playa y evadiendo uno tras u otro cada vez se hicieron más frecuentes los comegentes, y si no fuera por este rifle con punta no sé si me hubiera ido tan bien, los mataba como mantequilla, bueno, rato antes de que llegarás fue que llegue y luego de acabar con unos desgraciados, me topé con Nelson agarrando sol tranquilamente en la orilla de la playa. Me quede viendo a Nelson con una expresión de intriga incalculable.

    – ¿Qué? – Exclamo el mismo.

    – Y básicamente, esa es mi historia hasta ahora. – Luego de que Joan terminará su anécdota nos regocijamos en el umbral y el silencio, no sé los demás pero yo estaba muerto.

    – ¿Nelson puedo hacer algo de comer? – Le pregunté.

    – Bueno, si quieres, si puedes para todos mejor. – Me respondió, así que me fui a la cocina dónde abrí una Harina Pan y monte el fuego para hacer unas arepas, Habían unas latas y abrí una grande atún, con eso comeríamos todos, cuando apagué las arepas, llego María, yo estaba sirviendo las arepas.

    – ¿Y Michelle? Preguntó Nelson.

    – Se quedó dormida –Respondió María. – Podría darle fiebre. – Completó.

    – ¿Qué tú crees debería despertarla para que coma algo? – Pregunté yo.

    – Tápasela y guárdasela, tiene que dormir. – Respondió María.

    – ¿Ella te dijo que paso? – Le pregunté.

    – No pudo hablar bien, pero si le entendí. – Respondió con fría seriedad.

    – Era imposible hacer algo por él. En esta situación. – Afirme.

    – Lo sé. – Comíamos, cuando terminamos de comer la cabeza me picaba, ¿hablar o no?

    – Tss… – Gruñí un poco.

    – En la iglesia, hace unos días, cuando andaba buscándolos, ya me había encontrado con Héctor, me encontré un cuerpo mutilado. – Todos voltearon a verme en ese momento. – No necesito decir que era de uno de los nuestros, Tsss… Maldita sea, una parte de mí quiere guardárselo, pero…

    Mejor dilo de una vez Aldha. – Dijo Nelson.

    – El cuerpo era de Kyoko. – El silenció era detestable, no le ví la cara a ninguno pero sabía que debían ser parecidas o hasta peor que yo cuando la ví. – No entraré en detalles, solo diré, que, Kyoko no lo logro. – En aquel instante solo se escuchaba el sonido del fuego quemando el oxígeno, ese típico sonido que hacen las velas en la total penumbra era muy frío, voltee con el rabillo del ojo y me di cuenta de que María temblaba, la abracé, pero no dejaba de hacerlo, entonces supe, en ese mismo instante, que sin importar que tantos sobrevivientes allá, que tantas esperanzas tengamos, ya los daños sin irreversibles. Y qué nuestra vida jamás volvería a ser tan felices como una vez llegaron a ser y ni siquiera nos dimos cuenta.

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