"Para mí, para mis amigos, para cualquiera interesado en leerlo.
Nada especial, solo hobby."

-AldhaRoku

domingo, 5 de febrero de 2017

Capítulo 15

    El día comenzó como debía comenzar, la luz entraba por las rendijas del negocio y las pequeñas ventanas superiores en las esquinas del local, en toda la noche no se escuchó ningún ruido, “¿dónde estaban los comegentes?” rezaba esa pregunta, antes de mi persona Carla y Kamui ya se había levantado, “ Madrugadores “ Pensé. Estaban preparando algo en la cocinita, parecían ser huevos revueltos, pero era queso, lo estaban tostando con trocitos de pan duro, la idea era hacer fondue usando un material que íbamos a botar << Los panes >> Bostezó y me regocijo viéndolos desde el otro lado del local.

    – Buenos días chicos. – Dije con tono todavía cansado, evidentemente me respondieron con sonrisas en sus rostros, desde ayer, cada vez que los veía no parecía que el mundo más allá de estas paredes no era un infierno, me senté y puse un poco serio el ambiente. – Kamui, ¿Podrías prestarme la moto para dar una visita al Cumaná Plaza? – Pregunté sin repujo.

    – No te molestes Aldha, ya fui, ayer antes de que te encontráramos, mientras estuviste desmayado y hace una hora antes de que despertaras también fui a tu punto de encuentro, no ha llegado nadie. – No iba a poner en duda las palabras de mi amigo, así que me quede tranquilo y fingí no estar preocupado, el fondue hervía, ya estaba listo, como los propios criollos servimos el contenido en grandes pedazos de casabe, nos preparamos para comer.

    – ¿Puedo hacer una pregunta? – Pregunté congelando un poco el ambiente.

   – Ya la hiciste, ¡Hug!... Si tiene que ver con los comegentes o muertes, con gusto te respondo, pero después de comer. – Respondió Kamui. Una vez terminados de comer, digerimos la comida con un té cargado << Sabía a mierda, odio el té >> y me preparé para iniciar las pregunta. – Si vas a preguntar sobre Héctor, ya te dije todo, no sé qué más decir. – Respondió Kamui con el ceño un poco fruncido antes de pudiese preguntarle.

    – Entiendo, ya imaginaba esa respuesta, pero mi pregunta era otra. – Afirmé.

    – Dale, ¿Cuál? – Interrumpió Kamui.

    – Quizás ya te diste cuenta de que el virus, o lo que sea no se contagia por el medio oral ni cualquier otro que se pueda ver a simple vista, las mordidas, arañazos, inclusive he sabido de gente que ha consumido algo de sangre de ellos y nada, no se contagia. Me pareció raro lo que dijiste sobre el despertar, ¿a qué te referías? – Pregunté, a lo que Kamui respondió:

    – Solo fue un término que acoté acorde a la situación, si te acuerdas, bueno, no te acuerdas, no estuviste allí, pero como te contaron, el gordo que se transformó en el edificio de Ángel fue durante una noche porque sí. No recuerdo que él tuviera mordidas o algún malestar anterior a ello, el padre y el hijo trasformados en la casa dónde me aloje después de la huida, el hermano, la abuela y la mamá de Carla, ninguno de ellos estaba infectado, bueno, solo el señor herido, y la mamá de Carla que poseían algunas mordidas, pero como ya sabemos no tienen nada que ver, tú estás lleno de mordidas y estas normal, yo he sido mordido, X, cuantos sean. El punto es que todos estaban normales y en algún punto saltaron a eso que son ahora. Para mí no es un virus, es como despertar, y por eso lo dije. – Afirmó Kamui.

    – Eso es imposible… – Respondí asombrado.

    – No del todo. – Contesto Carla.

    – No porque lo sea realmente, sino por lo que esto representa. – Afirme un poco alterado, ambos arquearon la ceja al verme.

    – ¿No lo entienden? Imagínate por un momento que estás reunido con tus amigos, familiares o conocidos, un grupo mediano o grande, y de repente, solo porque sí, durante la noche uno, o hasta dos, se transformen en una de esas cosas, ¡Claro que pueden imaginarlo, ya les paso! Imagínate lo que puede hacer una de esas cosas de noche dentro de un lugar encerrado lleno de gente que probablemente esté durmiendo. ¡Directamente significa que cada uno de nosotros es propenso a volverse un asesino caníbal en cualquier momento! Podrías estar durmiendo con tu novia, pasando la noche con algún sobreviviente y no sabrías si él o tú se despertaran como uno de esos de repente… – Miré directo a sus ojos mientras les hablaba. – Si esa teoría es correcta, explicaría la transformación de Lucas y significaría que cada grupo  de sobrevivientes, así sea una minúscula e insignificante cantidad de personas no está segura. Al decir eso la tensión se me bajo un poco y mi imaginación voló, vi escenas de mis cámaras muertos y de mi novia desmembrada, la posibilidad de que alguno se transformara durante la huida existía ahora. La realidad de la teoría daría pie a que nuestras más grandes preocupaciones no serían los comegentes como tal, sino el convertirnos en ellos. La mirada se me perdió, eventualmente se hizo borrosa y hasta que finalmente caí. 




    Me levanté rato después en la tarde, era exactamente la una y cuarenta y tres, había un calor abismal, pero sentía un frio acojonante en los huesos << Me había enfermado de fiebre >> las nuevas condiciones de higiene, alimentación y encierro me habían debilitado, mis defensas estaban más bajas que nunca en la vida. Pasé de ser alguien que prácticamente nunca se enfermaba a un enfermo fastidiando la seguridad del grupo, caliente como una parrilla, con un poco de temblor y con obvios síntomas de fiebre fingí que no me dolían los huesos y me levante para seguir conversando con los muchachos.

    – Lo siento chicos, sigo algo mal de ayer. – Dije con los ojos cerrados aun despertando.

    – ¿Ah? ¡Oh, despertaste! – Dijo Carla quien  estaba preparando una lanza con troncos pequeños afilándolas con un cuchillo de cocina. – Javier no está, fue a dar una vuelta para ver si conseguía recursos o algún sobreviviente. – Afirmó Carla con una sonrisa, no importaba realmente, menos en esta situación pero su cara, al decir el nombre de Kamui se volvía una sonrisa, ella estaba realmente enamorada de él.

    – Jujug… Ha… Debería ir yo también a ayudarle. –Afirmé luego de una suave risa.

    – Nada de eso, aún estas enfermo y no puedes engañarme, nada de peros ¿Ok? – Afirmó Carla tal cual lo haría una madre.

    – Jaja… Sabes que no puedo quedarme aquí mientras uno de mis amigos arriesga el pellejo por su cuenta, además, ya me siento mejor, solo que la calentura no ha bajado. De igual manera, volveré antes de las cinco para prevenir el anochecer. – Dije sonriente, Carla lo pensó, lo meditó un momento, hasta que finalmente me dio respuesta.

    –  Ah… Vale, está bien, pero no te vuelvas a desmayar en medio de la carretera ¿ok? 

    –  Hahaha… Okay.  – Reí y me despedí.




    Una vez en las calles no sabía que era zona segura y que no, todo estaba tan sepulcral, tan callado y solitario que aunque aterrador, al no dar señales de comegentes ni tukkis daba una pequeña sensación de paz. Caminé hacia los puntos conocidos, el edificio de Ángel, la iglesia, el Cumaná Plaza, no necesito decir que recorrí toda la perimetral, las calles adyacentes, y no había nadie. Conseguí una moto tirada  casi que en el caño, no estaba totalmente enterrada allí sino más bien solo una rueda, logré sacarla no sin antes comprobar que aún encendía, así que una vez afuera conduje lentamente para observar el panorama, dónde una vez habían peatones no quedaba nadie, no había gente en las casas, las menos resistentes estaban saqueadas de pies a cabeza, no había comegentes, quizás dos o tres moribundos y ya casi en los huesos merodeando << mejor dicho arrastrándose >> por allí. No había señales de tukkis, El centro de Cumaná, y toda la redoma era un pueblo fantasma. Con mi fiebre no debía aventurarme, pero podía resistir una pequeña aventura más, mis piernas ya estaban mejor ahora que la izquierda estaba totalmente vendada y tratada, y la derecha tenía un trozo de madera amarrado para mantener el muslo firme. Mientras conducía pase por una calle que no conocía, había pasado por allí, pero no conocía el nombre, tampoco importaba ahora, pero al ir lentamente pues era un paseo de reconocimiento, pude ver a lo lejos a una mujer cargando un bebé. Lo que cargaba podría ser cualquier cosa, ya que solo se veía un tumulto de trapos enrollados. Detuve la moto, la mujer no se había percatado de mi presencia a pesar de estar lo suficientemente cerca para yo escuchar sus gritos, “Ayuda, ayuda…” aunque poco escuchaba por la distancia podía distinguir que eran gritos de auxilio, pero no me aventuré, seguí un rato sentado en la moto viendo, y más temprano que tarde observe como salían un grupo de tukkis de todos los alrededores, estaban campeando, rápidamente lo entendí, “Nuevamente esta treta” Pensé. La mujer “inocente” de anzuelo y los tukkis esperando que el pescado muerda el mismo. Seguí adelante y cruce a mano izquierda, aceleré en caso de que si notaran mi presencia, que no pudieran seguirme el paso.




    Había conducido hacía el parque Guaiqueri, no había nadie, seguí camino hacia el Ayacucho y como estaba en moto y el cruce de la carretera estaba bloqueado subí la moto hacía la acera, la experiencia me había enseñado que no nací para ser acróbata, así que me baje de la misma y la baje por las escaleras poco a poco, como si fuera un scout ayudando a una anciana a cruzar la calle, eso mismo pero conmigo y una moto. No podía seguir por la acera porque más adelante también estaba llena de escombros y mierdas, así que una vez bajado las escaleras seguí mi camino, pase por el museo, estaba cerrado pero tampoco me interesaba entrar de hecho, el parque de niños estaba hecho un caos, la cantidad de sangre seca y trozos de carne pútrida, órganos y mierda era colosal, pensar en todos los niños y padres que fueron devorados allí era escalofriante. Seguí mi camino rápido, la peste era repulsiva. Faltaba poco para llegar a Traki. Me detuve antes de llegar, primero que nada porque una horda, literalmente una maldita horda que llenaba ambas calles estaba amontonada golpeando y gruñéndole a la reja de entrada. Me daba dos opciones:

    1) Eran atraídos por hipotéticos sobrevivientes dentro del centro comercial.

    2) Eran atraídos por la música.

    Al ser el centro comercial más grande de Cumaná, Hiper galerías << Traki >>, su sistema eléctrico está sujeto a paneles solares y generadores, así que técnicamente era la única parte en Cumaná, mejor dicho en Sucre, que poseía energía eléctrica. No había apertura aparente, el garaje estaba cerrado, la entrada principal cerrada y reforzada, parece que entrar a Traki sería una opción mucho más difícil que sobrevivir por nuestra cuenta. Moví la moto silenciosamente, todo sin encender el motor y agarré hacia atrás, no me di cuenta de que aún más sigiloso que yo, un comegente se me lanzo por la espalda, y me mordió la nuca, no pude evitar gritar por el impacto. Aunque por suerte la criatura estaba desnutrida, no tuvo la fuerza suficiente como para arrancarme un pedazo, igual aún, tenía dos problemas. El primero era que mi cuello se estaba desangrando, no me arranco pero si clavo sus dientes y rasgo algo de piel y el segundo es que mi grito atrajo la atención de algunos indeseables.

    – ¡Mierda! – Grite, ya a fin de cuentas, me habían empezado a perseguir, aquellas cosas parecían contorsionistas, algunos corrían al ritmo del zombi clásico de Romero, otros parecían atletas de alto rendimiento, otros parecían el zombi asiático, aquel lleno de venas que se contorsiona y conserva algunas palabras de su vida pasada. Todos eran asquerosos, no me iba a dar tiempo encender la moto,  y como acto reflejo corrí hacía el parque, tenía a una buena cantidad de esas cosas tras de mí. Casi todos me perseguían se notaba que llevaban tiempo sin comer, estaban furiosos, una vez llegue al parque noté que algunos eran más rápidos que yo, parecían los comegentes nocturnos y era aterrador. Me lancé sin pensarlo dos veces por el río Manzanares y empecé a nadar hacia el otro lado del mismo “el centro”, No vi atrás de mí, pero escuche como caían algunos en la parte de tierra, escuche también que algunos llegaron al agua, pero hasta allí llego su recorrido, no  tenían la capacidad de nadar, yo por mi lado logré cruzar, y aunque sorprendido, el dolor en mi pierna me hizo reaccionar, “Se acabó la aventura, duele demasiado, voy al local” pensé. Jadeando del cansancio, con mis piernas templadas como pilares  y con un dolor punzante noqueando cada neurona de mi cerebro, observé como las criaturas intentaban inútilmente llegar hacía la orilla donde me encontraba, los gritos y sus miradas eran sofocantes, sin más que decir, ver o hacer, partí de regreso al local, la aventura había muerto por hoy.

1 comentario: