"Para mí, para mis amigos, para cualquiera interesado en leerlo.
Nada especial, solo hobby."

-AldhaRoku

jueves, 9 de febrero de 2017

Capítulo 17

    El tiempo transcurría de una manera tan lenta que era en el sentido más específico de describir, ahogante. Allí estaba él, Kamui, quien se encontraba sentando aparatosamente en una esquina oscura tomando una botella de Cacique, era imposible imaginar que solo habían pasado unas pocas horas, un día cuando mucho de la muerte de Carla, no me límite a preguntar, no me preocupe por decir algo, el tan solo imaginar lo que se debe sentir acabar con tus propias manos con la chica que te gusta << O al menos de esa manera lo veo yo >>, provocaba una enorme sensación de impotencia. No comimos durante el día anterior, teniendo recursos, teniendo con que, el hambre solo no llego. Lo veía y no podía apreciar su único ojo, estaba totalmente oscuro, sin brillo alguno, su ballesta entre las piernas y la botella fuertemente agarrada como si fuese su único compañero, la viva imagen de un hombre destruido. La experiencia te enseña que los amigos son buenos para romper con momentos así de melancólicos, pero yo no era ese tipo de amigo, hablar conmigo lo hubiera deprimido más, son esos momentos en que solo necesitas al amigo más loco quien te saque de putas a volverte mierda y despertar en una zanja, yo era el impotente hombre aburrido que a veces sonríe, así que opte por lo otro que me enseño la vida, dale tiempo y espacio para que las heridas sanen solas. Me fui a continuar mi búsqueda.




    Era ilógico preguntarle a Kamui si iría conmigo, para el estado en que se encontraba sería llevarle a su condena de muerte, mejor era dejarlo allí ahogándose en las tres botellas de ron que tenía guardadas. Yo por mi lado tenía mucho que hacer, el día anterior fue productivo, pero en este debía aumentar esa productividad, así que me puse a pensar, “¿Qué lugares aún no he visitado?”, y como si fuera un flash, repentinamente llego a mi cabeza y afirmé en voz baja.

    – La casa de Nelson. – Sin más que acotar, una vez ya afuera en las calles empecé mi búsqueda comenzando por algo crucial, un auto. A pesar de la devastación, el abandono y la desaparición de la mayoría de los ciudadanos de Cumaná, cada vez se hacía más difícil encontrar autos, al menos con todas sus funciones activas, casi siempre era lo mismo, o no tenían gasolina, o les robaron la maldita batería, o en su defecto no tenían llaves. Así que el tiempo se iba en aquellas búsquedas, fue más o menos a los cuarenta minutos, y casi llegando a Hidrocaribe que encontré una vieja moto Yamaha tirada en la acera. Al acercarme a ella y confirmar su buen estado me subí sin perder el tiempo en la misma, ya estaba listo, mi destino estaba fijo. 




    Me había vuelto increíblemente cauteloso, los comegentes solo me preocupaban durante la noche, si bien de día no eran tan amenazantes ahora que no estaban regados sino más bien moviéndose en manadas, era mucho menos acojonante, al menos para mí, las posibilidades de escapar de ellos eran increíblemente altas. Me preocupaban más, infinitamente más eran aquellos malditos enajenados mentales que estaban disfrutando esto, como freak de la sociedad siempre me había imaginado la situación en la que estábamos, pero aquellos eran diferentes, toda la cloaca de la ciudad, toda esa mierda fue precisamente la que sobrevivió, la calle no estaba infestada, pero debías tener cuidado de que no te viera alguna de aquellas malditas pandillas, violadores, asesinos, ladrones y demás, Armados y con vehículos, ¿Quién era más peligroso?. Cuando iba por la Bermúdez tuve que bajar la velocidad y prepararme para cambiar de carril, vi algo extraño a lo lejos, una concentración, no iba a quedarme a averiguarlo, agarré hacía la cuadra de la esquina y estacione la moto, en la misma esquina me asome para ver que era aquella concentración, si bien estaban bastante lejos podía distinguir más o menos de que se trataba, estaba borroso, pero allí había una pandilla de, calculando a lo groso al menos unas veinte o veintidós personas celebrando, a lo que mis ojos llegaron a distinguir, todos estaban reunidos  frente a lo que parecía ser un hombre, Si era un comegente o una persona normal no quería averiguarlo, solo pude ver el momento en que le vaciaron un tobo encima de lo que intuyo era gasolina o algún combustible, y con un soplete lo encendieron en fuego, antes de que empezara a retorcerse me oculte por completo, preferí no seguir viendo, me subí a la moto y seguí recto, no quería toparme con aquellos imbéciles, si iba a llegarme a casa de Nelson iba a llegar por otro camino, agarré  camino a la Cajigal para luego ir al cuartel, del cuartel cruzaría por el parque y una vez en el parque tomaría camino hacía la clínica oriente, el plan era girar allí para subir directo a casa de Nelson, pero pensé en algo interesante, iba a revisar dos cosas, primero que nada, la clínica en sí, y segundo, la construcción incompleta de al lado, desde mi punto de vista aquel parecía un muy buen lugar para ocultarse, cuando no sabes pensar como los demás, a veces lo mejor es hacer lo que tú mismo harías. 




    Las puertas de la clínica oriente estaban cerradas, parecía un fuerte bien protegido.

    – Buena señal. – Pude afirmar, al verlo pensé en todas las posibilidades, Makro no podía ser el único lugar con gran concentración de sobrevivientes normales, lugares como Hiper Galerías, Express Mall, y ¿por qué no? También universidades pequeñas como la UNEFA o el IUTIRLA, quizás también albergarían algunos sobrevivientes, estacione la moto justo en frente del portón, me subí en el asiento para darme la mayor altura posible, y grite:

    – ¡¿Hay alguien allí?! ¡¿Me escuchan?! – Fui ignorado con un silenció abismal, al menos así fue durante los primeros veinte segundos cuando un fuerte golpe que se multiplico repetidas veces, con cada vez más fuerza, cada vez con más entusiasmo me sacó de onda, empecé a escuchar gritos y gruñidos. Rápidamente comprendí que la clínica estaba totalmente infectada, era imposible la existencia de alguna persona normal allí.

    –  ¡Maldita sea! ¡Coño! – Gruñí, era frustrante en todos los sentidos posibles que cada vez que llegaba a algún punto, el maldito punto sea un calvario. Fui caminando junto con la moto hacía el lado, empecé a silbar como imbécil, quizás para atraer a más o solo para cabrearlos más, no lo sé. Mis opciones se estaban acabando ¿por qué no ser un hijo de puta de vez en cuando?, uno me salto por el lado derecho una vez cruce, no pensé que estuviera alguno cerca, pero fue perfecto para sentirme aún más bastardo, aquella comegente era una mujer de gran barriga, quizás estuvo embarazado cuando se convirtió, no me tembló el pulso al rebanarle el cuello en dos de un solo corte, la sangre mancho mi ropa, y el cuerpo calló sin cabeza al suelo y como si fuera una gallina su cuerpo se retorció un poco antes de quedar totalmente exánime. 




    Caminé entre matorrales y hiervas, la construcción ya había sido abandona muchos años antes de que todo esto ocurriera, solo eran unos cuantos bloques y pilares, tenía varios pisos, la viva imagen del progreso cumanés, edificios grandes con muchos pisos que solo concluyen hasta el esqueleto, no avanzan de allí y eventualmente se convierten en casas para invasores y vagos. Subí hacía el primer piso y aunque me sorprendió durante un segundo, mi cara en general no se inmuto. Había una familia muerta tirada allí, no necesite acercarme a ellos, de lejos se podía ver los posos de sangre que de ellos salían, era un padre, una madre y dos niños, la mujer no tenía pantalones ni ropa interior, el hombre vestía bien, parecía ser un ciudadano prodigio, los niños tenían ropa fina, zapatos de marca, me acerque a ellos. Sus cuerpos estaban un poco inflados y su piel estaba pálida, aún no apestaban, pude notar que tanto los niños como el padre tenían varios huecos en la cabeza y el cuerpo, evidentemente fueron asesinados a plomo, la mujer solo tenía un disparo en la cabeza, y por su condición daba a imaginar que había sido violada y luego asesinada, violada quizás luego de ver como asesinaran a su familia. Los cuerpos no parecían tener más de tres días, me había vuelto muy bueno diferenciando cuerpos, y no me sentía orgulloso de eso.

    – Con que así es el mundo ahora… Quizás siempre lo fue. – Murmuré mientras me retiré de aquel espantoso lugar. 




    Había bajado unos cuantos escalones cuando escuche un fuerte sonido que me crispo de inmediato, acto seguido escuche la caída de un portón, el sonido metálico y pesado era inconfundible. “Mierda” pensé, corrí los pocos escalones que me faltaba y me subí rápidamente a la moto, había dejado la llave pegada, por suerte es una simple Yamaha, encendió rápido, pero el ruido del encender ya había atraído a unos cuantos hacía mí, la moto arrancó, pero casi no la cuento, pude esquivar de coña a los tres comegentes que tenía en frente, no iba a arriesgarme a llevarme alguno por el medio, no quería bajo ninguna circunstancia que la moto dejase de andar, era mi único escape, mi desgarré estaba “bien” por así decirlo, pero la fisura me daba dolor cada cierto tiempo, no podía arriesgarme a correr. Tomé camino hacia la plaza, fui rápido. Voltee hacía atrás, debía haber más de cincuenta de esas cosas tras de mí, lo bueno es que muchos eran lentos, pero habían al menos cuatro que aun siendo de día eran más rápidos que una persona normal, casi le hacían competencia a la moto, aceleré, tome ruta hacía la iglesia, << Mala idea >> allí habían más, doblé mano izquierda hacía la plaza bolívar, luego hacía el teatro, no pude ver bien, pero allí estaban dos moto taxistas cantando la zona, cuando me vieron alzaron la voz al airé y prendieron sus motos, iba a seguirme y habían llamado refuerzos, “Maldita sea” pensé, agarré hacía la plaza pichincha, tome todos los atajos que pude y que no alargaran el camino hacia la casa de Nelson, subiendo noté dos cosas, no escuchaba motos aparte de la mía, si fuera creyente diría que me quemaría en el infierno por estos pensamientos, pero ojala que la horda que me perseguía les hubiese caído encima. Pasé al lado del castillo, pensé en revisar allí, pero primero me interesaba llegar a casa de Nelson, “Zona despejada” Pensé. Habían solo uno que otro comegente regado por allí, me veían pero no corrían hacía mí, se limitaban a voltear y observar, llegué entonces a la casa de Nelson, Fue una vista rápida, cualquier pensamiento de búsqueda o ilusión de encontrarlos se vio rota allí justo en ese momento. Las rejas y puertas estaban hecha mierda, la reja principal ni siquiera estaba, la habían arrancado.  Cuan si fuera poco, al apartar la mirada de casa de Nelson pude ver dónde se habían reunido los comegentes, fue durante ese segundo, esa milésima de segundo que recordé que ellos también era terroríficos. La carretera, toda la maldita carretera era un mar de aquellos, no podía contar, pero sería infantil decir más de 100, habían cientos, quizás miles, fue imposible contarlos, gracias a la corte celestial que no apague esa moto, porque durante ese segundo que vi la casa, y esa milésima de segundo que voltee a ver la calle, fue en ese instante que aprendí que tan útil es para un choro una buena moto, arranque sin pensarlo un segundo, fue de inmediato, solo giré ese  volante y retrocedí camino. Los escuchaba correr, eran trotamundos, el sonido de sus pies contra el asfalto hacía eco, mi única ventaja fue que al ser tantos se tropezaron muchos la mayoría se frenó sola, no lo vi, pero el sonido enseña. Baje por calles dónde nunca me había metido, era irrelevante, debía irme, necesitaba largarme, ¿pero a dónde? “¿Traki, Makro, Gran mariscal?” pensaba, nada de eso, opte por el lugar más obvio, el lugar dónde debí ir desde un principio, el lugar que quizás sería un viaje innecesario, pero era un punto con sentido.

    – La autopista. – Afirmé.

    Le exigí todo a esa pobre moto quien fue más fiel que cualquier objeto existente, bajé hacía el teatro sin importarme las consecuencias y observé con desagrado a la maldita y gigantesca horda de comegentes, no me persiguieron, parecían estar dándose otro banquete. A gran velocidad tome camino hacía la gran mariscal, pasé por el Bicentenario, el Farmatodo, el Hospital, el IUTIRLA, avancé hasta Makro, pero aunque era tentador no iba a visitar ninguno de esos lugares. Llegando casi a Makro giré en dirección derecha, – Puta madre no es por aquí. Dije, me había perdido durante un momento, recordé entonces que se puede llegar a la autopista solo siguiendo de largo, después de Venesalud, me di vuelta y seguí el camino adecuando dándome cuenta de algo triste pero interesante, el número de comegentes en aquella zona había aumentado, habían muchos en la zona de estacionamiento de Makro, y más aún por las calles, era triste porque recuerdo que antes no habían tantos, pero no sabía si se había reunido un grupo de comegentes de las residencias cercanas << Que es lo que quería creer >>, o simple y llanamente los sobrevivientes de Makro sufrieron una transformación, y si era así, no solo Kenyi si no toda esa gente… Menee mi cabeza, trataba de pensar en algo más, entonces finalmente llegue, la desembocadura de la autopista. 




    Subí por la carretera tomando camino a mano izquierda, estaba ya en la autopista, allí baje la velocidad, empecé a recorrerla y cada cincuenta metros más o menos gritaba:

    – ¡Nelson!... ¡María!... ¡Joan!... – Gritaba el nombre de alguno de los muchachos, pero no recibía respuesta, el sol estaba jodidamente caliente, me estaba friendo, no quería que mi dermatitis empeorará más aún, así que me quite la camisa y entré en modo árabe, enrolle mi cabeza y tape gran parte de mi cara solo dejando mis ojos al descubierto. Seguí con mi llamado. El tiempo paso, se hacía fastidioso, ya lo era mejor dicho.

    – ¿Será que voy a llegarme hasta la Llanada así? – Afirmé preguntándome. Pero vi algo que me llamo fuertemente la atención, en uno de los ranchos a la redoma de la autopista vi que salía humo cerca de la misma, podía ser un pequeño incendió, de eso estaba claro, pero también podía ser algo más, y lo que sea que fuese ese más debía saberlo. En la moto me dirigí hacía aquella peculiar casa, me quite la camisa de la cara y la volví a poner en su lugar, para no asustar a nadie en caso de ser una persona normal, saque mis machetes del bolso que siempre cargaba conmigo, me baje de la moto,  sigilosamente caminé hacía los laterales de la casa, iba a acercarme a ver cuándo un hachazo casi me rebana la cabeza, el hachazo salió del otro lado de la pared, no nos veíamos las caras. En mi defensa me aparté, quise mantener la distancia, tampoco quise hablar, solo mantenía mi guardia.

    – ¡Fuera de aquí! ¿Acaso crees que no te vimos maldito encapuchao’? – Preguntó aquella persona de voz tan familiar que me pareció imposible.

    – ¡Adio! ¿Qué pasa aquí pues? – Preguntó Joan quien apareció de repente de al lado de la casa, saliendo de un almacén pequeño. Luego del otro lado de la pared, el hombre del hacha se hizo presente, me miró a los ojos y con cara de sorpresa me dijo:

    – No puede ser… – Aquel hombre que casi me amputa con un hacha, de barba semi frondosa y una pierna completamente vendada no era más que Hernán.

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