"Para mí, para mis amigos, para cualquiera interesado en leerlo.
Nada especial, solo hobby."

-AldhaRoku

lunes, 6 de febrero de 2017

Capítulo 16

    Llevaba exactamente cuatro días alojado en el local acompañado solo de Kamui y Carla, nuestros días se habían vuelto rutinarios pero aceptables, estábamos sobreviviendo y podíamos darnos el lujo de una que otra comodidad. Habíamos adoptado un método para dormir un poco drástico, pero la situación lo ameritaba. Usando unos cubre bocas nos daba una pequeña ventaja estratégica a la hora de las mordidas, y de paso, cada vez, antes de dormir, nos amarrábamos una camisa en las piernas, usábamos un nudo desata fácil, pero que no salía forcejeando. Todo aquello era un método para evitar que alguno de nosotros “despertará” aún era una teoría, pero ninguno estaba dispuesto a averiguarlo en la marcha. Yo no podía dormir sin mis machetes cerca, aquellos que tome hace poco en una ferretería que saqueamos, así como Carla no podía dormir sin su lanza y Kamui sin su ballesta también robada. Cualquiera que nos vieran hubiese pensado que tuvimos alguna especie de entrenamiento militar, o que pasamos toda nuestra vida pensando en cómo sobrellevar una situación así. Pero no era más que el instinto lógico de supervivencia lo que nos mantenía con vida. En el local teníamos reserva de comida suficiente como para un mes << Al menos distribuida para los tres >>. Pero igual teníamos la mente abierta en caso de toparnos con algún amigo o familiar, nos habíamos vuelto mente fría, en especial yo. Dábamos la mano a cualquiera que la necesitase, pero no dejábamos que nadie desconocido se quedará con nosotros. La situación no estaba para eso. No nos faltaba nada, medicina, comida, armas. Estábamos seguros hasta dónde se podía ver. Nuestro local al estar completamente cerrado con doble reja era una barricada perfecta. Nuestro único punto de acceso era por la escotilla superior, así que mentalizados de nuestra seguridad pudimos darnos el lujo de relajarnos un poco. “Relajarnos” por así decirlo. Yo, aprovechando que era temprano en la mañana empezaría mi post rutina, iba a conducir por toda Cumaná si era necesario pero iba a encontrar a mis amigos << Así estuvieran muertos o transformados >> Así que viajando en un Jeep blanco que encontré el día anterior por la panamericana me movilicé, mis planes eran sencillos, Iba a conducir hasta Brasil y pasaría por ciertos puntos de encuentro, la casa de Elio, la casa de Hernán; también iba a conducir a la Llanada, tenía planeado pasar por casa de mi tía, casa de Angélica, casa de mi viejo amigo Edixón. Y luego del recorrido, iría a Villa Venecia y Cumaná tercera, eso último más bien por asuntos familiares. Estaba consciente de que aquellos barrios eran zona de guerra, todos aquellos delincuentes y vagos armados hasta los dientes no era un bonito lugar de visita, pero debía hacerlo de cualquier forma u otra.  Si no me falla la memoria, Kamui iba a buscar unas bombonas de gas, dado a que se nos estaba acabando la que teníamos en el local, pero lo haría más tarde.




    Arranqué camino a Brasil, por alguna razón me dio por ir primero a Bolivariano, así que lo hice, en solo quince minutos de conducción << Y, por los huecos y escombros>> llegué hasta mi destino, Bolivariano estaba igual que la última vez, desolado, solitario, no había comegentes, no había personas, entrando en la calle del hueco pude notar, observando por la ventana, qué habían sobrevivientes, pero aquellos sobrevivientes era gente del cerro. No debía pensar mal de ello, pero la experiencia me ha enseñado que en situaciones así solo sobrevive la hierba mala. Y al conocer a la mayoría de aquellas personas, sabía que cosas buenas no saldrían de allí. Me devolví sin siquiera entrar a mi casa, seguía todo cerrado así que no había que perder, claro, derribaron el portón superior. Pero ya no había nada allí que me interesara. No necesité bajarme del auto para saber que fue una pérdida de tiempo, metí retroceso y agarré camino hacía Brasil, podía agarrar por Cascajal viejo, pero preferí ir por el camino más frecuente, Cascajal, subiendo por Barrio Chino llegue al taller mecánico y pensé en mi buen amigo Elio. Pero al estar todas las puertas y portones cerrados le di caso omiso y continúe mi camino hacía Brasil, en el camino observé sobrevivientes en  grupos pequeños, dos, tres personas << Ni siquiera sé si a eso se le puede llamar grupo >>, algunos pedían ayuda y se metían frente al carro, yo solo bajaba la velocidad pero no me detenía, eventualmente se quitaban solos, se ofendían y me lanzaban piedras al auto, me gritaban groserías y demás obscenidades, pero yo no iba a hacer más que darles caso omiso y seguir mi camino.




    Una vez en Brasil hice algo que no había hecho realmente, me metí por varios trechos y caminos que desconocía, la intención era llegar a casa de Elio con el auto y no a pie, habían comegentes, muchos realmente, debían haber al menos tres o cinco por cuadra, fue un cambio radical pasar de cero a tantos así y me parecía sorpresivo, más aún sorpresivo era el hecho de que no había criminales en las calles, “¿dónde estaban todos aquellos desgraciados armados de la última vez?” pensaba. Cuando llegue a casa de Elio me baje del auto, saque las llaves, después de todo, aunque mis piernas estaban mucho mejor, si me ponía en trote continuo nuevamente no iba a mejorar jamás. Al bajarme del auto observé el caño, al estar tan cerca de la casa es inevitable verlo, abrí los ojos como platos al observar la gran cantidad de cuerpos amontonados y flotantes allí. La escena era asquerosa en el sentido bizarro de la palabra, era morboso, era sadista a más no poder. Así que aparté la mirada y con mis machetes en mano caminé unos pocos metros a la casa, “Está abierta, las puertas están rotas” pensé, no sabía porque me sorprendía, con todo eso del saqueo, los más fuertes y maliciosos armados hasta más no poder y la situación irreversible por la cual pasábamos, era obvio que las casas, en especial las de protección media iban a ser desvalijadas. Entré a la casa, todo estaba regado, sucio, tirado por doquier, había sangre seca en todos lados, agarré un mueble y lo moví poniéndolo en la entrada, la idea era prevenir la entrada de cualquier malnacido que me escuchase, aunque de todos modos, con la cautela con la que me movía parecía imposible que alguno se fijara en esta casa para perseguirme. Revise la zona de la hamaca, robaron el televisor, herramientas, la bombona, pero lo más importante, no había nadie, camine hacía el cuarto de Elio y al notar que uno de los comegentes estaba en la entrada, siendo bloqueado por el mueble, gatee hacía la ventanilla con un tornillo en la mano, suavemente sin hacer ruido abrí la ventanilla, y lancé el tornillo hacia el Jeep. El ruido fue suave pero se escuchó, podía matarlo en cualquier momento pero quería evitar la acumulación de escoria, el ruido funciono. La criatura se apartó de la entrada, fue a ver de dónde provino el ruido. Caminé entonces hacía el cuarto de Elio, la puerta estaba destrozada así que no tuve que abrirla, se habían llevado hasta la cama, no quedaba nada, era una habitación vacía, había como se hacía costumbre, sangre seca y basura, pero en general, no quedaba nada, ni el escaparate. Caminé al frente entonces, el baño estaba hecho mierda << Literalmente, no le bajaron >>, se robaron el papel higiénico y todos los productos de limpieza. El segundo cuarto estaba hecho un chiquero, de allí se robaron solo el colchón, en la cocina no quedaba nada de valor, cubiertos, chichillos, alimentos, condimentos, hasta la nevera entera se había llevado. Solo quedaban algunas ollas y embaces de plástico, me dolió en particular eso ya que la cocina aquella era una belleza sinigual, camine hacía el último cuarto, el de la mamá de Elio, la puerta había sido desprendida, así que era un marco solamente, debo afirmar que me dieron ñañaras en la nuca porque realmente no sabía con qué toparme, pero entré, el cuatro estaba oscuro, pero podía diferenciar que también había sido saqueado, en menor escala, pero también lo estaba, mi temor se hizo presente cuando observé un cuerpo pútrido y de espalda contra la pared a lo lejos, trague saliva, me acerque lentamente hacía él o ella, aquel era un cuerpo pálido, era alto y tenía capucha. Entre más me acercaba más detalles vislumbraba. “¿Songer?” pensé, recordé que Héctor me dijo que Songer y Elio habían cogido camino hacía aquí, así que con un último trago de saliva me acerque con un machete en la mano derecha y rápidamente con la otra mano jale por la capucha al sujeto. El sujeto cayó al suelo y pude ver como los gusanos  ya había empezado a devorar su piel, sus ojos se habían inflado y los gusanos habían anidado allí, las arcadas producidas fueron inevitables pero no llegue al punto de irme en vómito, me acerque y pude observar bien su rostro, era un desconocido, no era Songer, tenía un balazo en la cabeza justo entre las cejas, probablemente un ladrón al cual el papá de Elio dio un disparo, quizás alguien que estaba en el lugar incorrecto en el momento incorrecto cuando empezaron los saqueos, eso no importaba, aquel sujeto era un X en el plano de las cosas que me importan. – No hay nadie aquí, dije en voz baja mientras tragaba saliva y retomaba la respiración, corrí al baño a vomitar, mala idea, olvide que estaba bañado en mierda. Así que me aparte y termine vomitando en el segundo cuarto, el de al lado. Luego de vomitar y jadear, me repuse y salí de la casa, observé que mi auto estaba siendo acosado por tres comegentes, eran del tipo decrépitos y desnutridos, había uno en el lado derecho y dos en el lado izquierdo, me tome la libertad de cortarle la cabeza al del lado derecho y entrar por esa puerta, aquel lado del Jeep se macho por completo de negro y rojo, pero ¿a quién coño le importaría? Metí las llaves y continúe mi camino.

    – A que Hernán. – Dije antes de partir. 

    De casa de Elio a casa de Hernán no era más que un patético camino de seis minutos. Seis porque esta maldita ciudad no puede tener una maldita cuadra sin huecos y baches, detuve el auto más allá del mercadito, justo en el estacionamiento, Me habían seguido unos cuantos comegentes, pero nada que me importase, lentos en su mayoría, a los rápidos los estaría esperando con mis machetes en mano. Una vez frente a la casa de Hernán empecé a gritar.

    – ¡Hernán! ¿Alguien? – Todo repetidas veces, No parecía salir nadie, fue una de las casas casas que aún se conservaba cerrada, escuche unos sonidos que solo podría describir como gruñidos de zombi, aquello más que gritos eran intentos de gruñir, pero no salía más que aliento.




    Entonces pude ver, una mujer de piel caucásica, faltante de un ojo y con la mandíbula desviada, aquella criatura se arrastraba en el piso hacia mí de una manera tan inútil y patética que más que miedo daba lastima.

    – No hay nadie aquí. – Dije en voz baja, voltee la mirada y noté que me habían alcanzado algunos de los comegentes, eran tres, pero eran de los rápidos, un gordo putrefacto, un flaco pinta de tukki y un niño, probablemente de doce o trece años. Primero vino corriendo hacia mí el gordo, fue fácil rebanarle el cuello, solo me eche a un lado y deje que el machete hiciera su trabajo, luego el niño y el tukki siguieron. Al tukki le clave en el acto el machete en la cabeza, al niño lo aparte de una patada y rápidamente antes de que se levantara, con el otro chuchillo, el que use para rebanarle el cuello al gordo, le raje de igual forma el cuello, no lo mate en al momento, lo escuchaba gritar y retorcerse, lanzaba mordidas de manera perdida mientras su sangre salía a borbotones manchando mi camisa y cara, las manos me temblaron al verlo, no pensé en más que agarrar el máchate con las dos manos y apretando bien los dientes clavárselo en la cabeza, el niño dejo de retorcerse. Caminé hacia el auto, los lentos aún no llegaban, posiblemente se distrajeron con algo más, había escuchado una moto antes así que quizás fue eso, me senté justo frente al volante, me tome mi tiempo para respirar y afirme en voz baja.

    – Esto me va a volver loco, no debo acostumbrarme a esta maldita matanza. – Baje la cabeza y por cosas de la vida observe el retrovisor, no me imagine el susto que me llevaría, una niña, quizás de dieciséis o quince años, cabello negro cubriéndole un ojo, la viva imagen de un emo de los noventa.

    – Suelta tus navajas. – Me dijo aquella chica mientras me apuntaba con un arma de fuego en la cabeza, la experiencia me enseño a no moverme mucho en situaciones así, pude ver por el retrovisor que era una bereta, se veía muy real, así que hice caso, solté mis armas y escuche lo que tenía que decirme. – Pásalas para acá, y dame las llaves del auto, quiero que te bajes lentamente y te vayas corriendo. – Me dijo con una mirada muy seria, pude ver en sus ojos que hablaba en serio, ya había disparado antes << conozco esa mirada >>, eventualmente con mi mano derecha, manteniendo la izquierda levantada, agarré los machetes y los puse atrás, ella rápidamente los cogió con la otra mano poniéndose en una situación dónde me daba chance quitarle el arma, no era muy lista o quizás no sabía mucho sobre armas,  pero no actué, solo me dedique a hablar.

    – ¿Cómo te llamas? – Pregunté.

    – ¡A ti que te importa! ¡Dame las llaves y vete de aquí! – Me respondió gritándome y pegando la punta de la pistola con más fuerza en mi cien.

    – Calma, solo quería hacer una conexión, ¿acaso sabes conducir?

    Eso a ti no importa, dame las llaves. – Replicó, observé por el retrovisor como se le estaban empezando salir las lágrimas, estaba temblando un poco, noté que estaba desesperada, supe que no iba a razonar y saque las llaves de mi bolsillo, se las ofrecí, cuando bajo la guardia para agarrarlas me voltee rápidamente y con la mano izquierda agarre la pistola, me lance hacía ella y con la mano derecha le agarré la otra mano con la intención de que no agarrara los machetes, quizás muy rudo de mi parte pero el instinto me grito que lo hiciera, le di un cabezazo justo en la nariz, fue tal la fuerza del mismo que se desmayó, se la había roto. 




     Rato después, habiendo metido los machetes y la pistola en un bolso para que no estén al rápido alcance de nadie, la muchacha despertó, la había sentado en el asiento delantero. Le amarré las manos con unos trapos que tenía guardado en caso de necesitar atar algo, y le pregunté:

    – ¿Qué coño tratabas de hacer? 

    – Suéltame, maldita sea, suéltame. – Gritó mientras se tambaleaba y hacia ruido.

    – ¡CÁLLATE! ¿Acaso quieres atraerlos a nosotros? – Le grite en contra respuesta a su berrinche. Esperó unos segundos para aclimatarse y me dijo:

    – ¿Por qué sigues vivo? ¡Yo te dispare! 

    – No me disparaste, la pistola ni siquiera tenía balas, ¿acaso la revisaste antes de actuar como un criminal? – Le respondí casi que regañándola. – Ahora me dirás, ¿Qué demonios quieres? ¿Por qué el asalto? – Pregunté, la chica no quería dirigirme la palabra, estaba callada, y se tragaba su propio orgullo. – Hagamos algo, la luz del día es muy valiosa en estos tiempos y yo tengo mucho que hacer, te voy a bajar, te voy a desatar y te marchas, si quieres llévate tu pistola sin balas  y resuelve con eso. – Al decirle eso la chica me miró con una cara de tal preocupación que era indignante luego del vals de hace rato, decidió hablar.

    – ¡Tienes que sacarme de aquí! 

    – ¿Tengo? 

    – Por favor, ¡tienes que sacarme de aquí!... Hay unos tipos que me están siguiendo, y ahora que mate a uno de los suyos y escapé será todo mucho peor. – Era exactamente lo que había visto por el retrovisor, no era la cara de un criminal, era la cara de una víctima.

    – Así que… ¿Mataste a alguien? – Pregunté.

    – yo y otras dos chicas fuimos capturadas por ellos, no sé qué decir para convencerte, ellos, ellos… Nos violan entre todos a diario, nos golpean por no saberles cocinar… – La chica empezó a llorar, no pudo seguir hablando. – Por… Por favor, ayúdame, solo quiero regresar con mi papá. – Lo que dijo me llegó como un trago muy amargo, me agarré el entrecejo y pregunté:

    – ¿Desde cuándo están en eso? – La chica se dio un momento para respirar y limpiarse la cara, luego de eso me habló.

    – Desde, desde que cayeron las armas, el número de mafias creció y todo, todo se fue al demonio, yo era sobreviviente junto con mi novio y unos amigos, todos de aquí. Entonces empezaron a hacer locuras y mataron a… Mataron a mi… – La chica no pudo continuar hablando y le pedí que por favor parase.

    – ¿A dónde te dirigías? – Pregunté.

    – Solo quiero ir a casa, Villa Olímpica… 

     No te preocupes, precisamente iré por esos lares. – Le respondí, la chica subió la mirada y me observó, agarré las llaves del auto y las metí en el vehículo, lo encendí y me sentía listo para partir, escuchamos una moto entonces, se acercó hacía nosotros y la chica se alteró, su respiración se volvió fuerte y sobreentendí que era su perseguidor, sin pensarlo dos veces metí retroceso a toda velocidad, el motorizado se cago puesto que se detuvo bruscamente, pero ya era tarde para dar vuelta. Me lo lleve por el medio. La chica grito y se agarró los cabellos, estaba asustada. – Bueno, uno menos ¿no? – Afirmé, la chica no dijo nada, estaba muy ocupada superando el shock, entonces seguí mi camino hacía Villa olímpica con esta peculiar chica. 




    En el camino aproveche para hacerle algunas preguntas a aquella chica, ¿dónde se ubicaban los malditos aquellos, quienes eran, cuantos eran, a quienes tenían?  Preguntas que no podía evitar hacerle. La chica me respondió todo con lujo y detalle, eran de la llanada, estaban ubicados en el cruce llanada/Brasil. Eran veintiséis miembros pero bajaron a once sin contar el que ella había matado, la chica me contó que una noche muchos de los miembros se convirtieron en esas cosas, que ella y otras chicas se salvaron porque las mantenían encerradas en una habitación jaula. Ella no sabía con certeza cuantos se habían convertidos, solo escucho los gruñidos y los disparos, para la noche siguiente solo quedaban once, me contó que habían capturado a ocho chicas, que habían más pero al no ser bonitas las mataron, solo estaban interesados en las más atractivas, también me contó que estaban armados hasta los dientes, beretas y revólveres, AK’s, chalecos policiales, lacrimógenos, cuchillos de caza. También tenían un esmeril para irrumpir en casas y negocios, lo hacían andar con una batería de auto, el líder parecía ser un antiguo jefe de policía que tenía tratos oscuros entre manos. Le pregunte acerca de si había visto a alguno de mis amigos, les describí como era mi grupo, pero me respondió que no sabía nada de eso, ella solo estaba para cocinar, limpiar y dar sexo, aquello parecía una película de Mad Max, el mundo que muchos locos desean con todo su corazón.

    – Bueno, llegamos, muchas gracias por responder mis preguntas, y disculpa si te incomode. – Le afirmé.

    – No te preocupes, gracias a ti, enserio gracias. – Me respondió sonriendo, primera vez que lo hacía desde el encuentro, claro, tampoco es que hubiera pasado mucho, pero me hacía feliz verla sonreír, saque las llaves y las metí en mi bolsillo, saque los machetes del bolso y salimos del auto.

    – Toma uno, el truco está en ser contundente, si te vienen muchos, no te hagas la heroína, solo corre y ponte a salvo. – Le dije antes de partir.

    – Yo iré al frente, no sabrás dónde vivo. – Me replico la chica. La seguí y nos encaminamos, no paso mucho hasta que una piedra me golpeara, la maldita roca me dio Justo en la pierna derecha << La fisurada >>, inevitablemente caí al suelo.

    – ¡AHH! ¡GR! – Gruñí por el dolor, ni recordaba la sensibilidad de mis piernas hasta ese momento, pronto otras piedras empezaron a golpearnos, era una emboscada.

    – Soy yo, soy yo, ¡Soy Anna! – Grito la chica, Entonces de los edificios salió un chico, de más o menos veinte años a calcular, atrás de él varios niños. Corrieron hacia nosotros gritando su nombre, el chico lloraba y gritaba.

    – ¡Prima, prima! – Se lanzó hacia ella y la abrazó. Eran muchas personas, pude observar que había más de diez niños, y además del joven, había otros cuatro adultos, todos de la misma comunidad, al rato luego de su reunión emotiva pidieron disculpa por lo de las piedras, resulta que los extraños solo les habían causado problemas, me dio igual, así que decidí irme.

    – Espera, estás herido, ¿Por qué no te quedas? – Me pidió una señora de entre el grupo.

    – Por favor quédate hoy, tú me salvaste. – Me pidió también la chica.

    – Tú tienes tu grupo, ya te reuniste con él, yo también tengo el mío, estamos separados, uno me está esperando y otro está perdido, así que debo moverme rápido. No se preocupen por mí. – Les respondí, declinando su invitación. Antes de irme les di información sobre la teoría de transformación, pero como era obvio no era el único que sabía, estaban conscientes de ello, y al igual que yo, no tenían explicaciones de porque o cómo ocurría, sin más que compartir, me retiré. 




    Eran  las dos de la tarde, aún el día era joven, pero la pierna me dolía demasiado, quería buscar hasta las cinco PM mínimo, pero mi condición solo me llevaría hasta Villa Venecia, conduje lentamente hacía ese lugar, cada vez que pisaba el pedal del auto era un dolor punzante en la pierna muy fastidioso, debía admitirlo, me estaba haciendo el fuerte, realmente dolía. Una vez en la entrada observé que el característico gran portón de la villa estaba roto, lo habían echado abajo, más adelante observé que el pasaje había sido destruido y mucho más adelante aún pude ver la razón, había un camión, una gandola para ser exacto que se había llevado todo por el medio, era obvio que había sido hecho a malas intenciones, la gandola yacía estrellada, quemada y echa mierda más adelante, “fue un acto cobarde, y el conductor también debió matarse”, pensé. Villa Venecia era un mundo en sí, todo estaba callado, no había gente, no había comegentes, al menos no a la vista, la bodega estaba abierta, pero abierta saqueada sería una mejor expresión. En aquel lugar solo se escuchaba el viento, yo me había estacionado cerca de la entrada en dirección contraria en el caso de que me tocara huir repentinamente, camine cojeando un poco hacía adentro, primero que nada, al ser el lugar más conocido por mí, iba a llegarme el apartamento de Songer, una vez adentrándome fue que la tranquilidad y la paz del lugar se vio corrompida. Todo el suelo estaba repleto de esqueletos, decir cuerpos queda pequeño, no quedaba más que huesos y pequeños trozos de carne putrefacta allí, había un cuerpo cada diez metros mínimo. Era repulsivo, podías ver como los gusanos se comían la poca carne sobrante pegada a aquellos huesos que variaban de tamaño, de altos a pequeños, allí habían niños y bebes también, ver al suelo era horrible, pude ver a lo lejos algo que me llamo la atención, había una masa negra que me pareció familiar, pero mi vista se desvió al escuchar unos gruñidos, al lado del edificio, sin que me diera cuenta habían unos comegentes en estado de desnutrición avanzada, pero tenían algo raro, eran rápidos, estaban rabiosos. Parecían monos con mal de rabia, me dio tiempo reaccionar y de un machetazo le volé la cabeza a uno, el que le seguía saltó hacía mí y con el mismo cuchillo le atravesé el cerebro, había uno más, era el de una niña, corría hacía mí en cuatro patas, y como si fuera un muñeco de cuerda no paraba de morder con sus dientes la nada, sus ojos perdidos daban vueltas y cuando estaba lo suficientemente cerca, la aplasté y empezó a retorcerse, entonces aproveché el momento para clavarle el machete en la cabeza.

    – ¿Qué coño pasa con los comegentes de aquí? – Pregunté en voz baja, me acorde entonces de lo que me había fijado antes, la mancha negra, caminé hacía la dirección donde estaba, y al ponerme justo en frente pude darme cuenta de que era un pájaro, era un cuervo inflado que se había puesto como una pelota, tenía gusanos en las patas y sus ojos estaban lechosos e inflados. 

    – Un animal. – Dije nuevamente en voz baja. No me pareció raro porque aunque no se veían animales corriendo por allí, pájaros sí que había visto, muy escasas veces, pero había visto, lo que era intrigante era el estado de aquel cuervo, su pequeño e inflado cadáver, sumado al cuerpo sin ojos que andaba a su lado me dio la idea de que, de alguna manera, se había infectado de gravedad al comer restos de esa persona. No sabía que pensar realmente, seguí mi camino en retroceso, entré al edificio de Songer y al estar las puertas abiertas sabía que era mala señal, con mis piernas en mal estado no iba a pedirle peras al olmo, la evidencia me mostraba que puertas abiertas en situaciones así era señal de muerte, así que me alejé, cerré la reja de entrada y me acerque desde afuera a la puerta del edifico, y pregunté:

    – ¿Hay alguien con vida? – Luego lance una piedra adentro para que hiciera ruido y esperé unos segundos, al no salir nadie se había hecho más obvia la situación, me iba a ir, quería primero pasar por casa de Penott, pero el panorama dentro de Villa Venecia no daba señales de vida, además, el dolor en las piernas me fastidiaba mucho, se había calmado un poco pero desde que aplasté a la mocosa aquella el dolor había vuelto, “Maldita sea, ¿será que se me va a quedar para el resto de mi vida este dolor?” Pensé, me fui cojeando en dirección al Jeep, iba a regresar al local. Arranque el motor y rápidamente salí de dónde estaba, agarré justo enfrente hacía la Nueva Toledo y lo único que me importaba era llegar, comer algo de ramen instantáneo y bañarme. 




    Cuando pase el elevado observé que un pequeño pero considerable grupo de comegentes, se estaba reuniendo allí, se estaban comiendo a alguien por lo que vi. Sin sorprenderme o darle importancia seguí mi camino hacía el local, aceleré para perderlos en caso de que alguno me siguiera. Cuando llegue al punto observé dos cosas, la primera es qué Carla no estaba arriba esperando la llegada mía o de kamui para lanzarnos la escalera, como acostumbraba, y la segunda es que había una horda de comegentes golpeando la entrada, sabían que había alguien adentro.

    – ¡Maldita sea! – Dije al ver eso, aceleré el vehículo y me llevé a unos cuantos por encima, se estrelló el vidrio del vehículo, seguí adelante y di vuelta, volví a llevarme por el medio a unos cuantos, ya la callé se estaba despejando, si habían treinta, ahora quedaban como quince, volví a pasarles el auto por encima a unos cuantos que optaron por perseguirme, nuevamente, avancé, di vuelta y regresé, aquellas cosas me gruñeron y se metieron todas contra mí, me los llevé a todos con el auto, el golpe fue tal que la maquina no aguantó, el motor se apagó y no quería reaccionar, aún quedaban algunos vivos, agarré el bolso y me lo puse, solo con un machete en mano, me baje del vehículo, habían algunos vivos bajo el auto, otros fusionados con el capote,  aún gruñían, lo único bueno de esta situación es que el auto estaba lo suficientemente cerca del local como para que de un buen salto pudiese llegar al techo, como pude me subí encima del auto y guarde el machete en el bolso, aguantando el dolor de mi pierna me encorvé para dar un salto y como una situación de “All or nothing” salte hacía el techo de la tienda, casi no lo logro, pero me pude agarrar con una mano el suficiente tiempo como para agarrarme con la otra mano, no había espacio para fallas, debía lograr subir sí o sí, y sacando fuerzas de dónde no sabía que tenía logre encaramarme sobre  el techo y poder darme el lujo de descansar y decir jadeando como un perro con sed.

    – ¡Lo logré! – Allí me quede echado con el sol en la cara unos tres minutos, era poco más de las cuatro a dónde mi reloj biológico me indicaba, entonces abrí la escotilla, generalmente la cerramos con candado solo de noche, durante el día nos da igual,  baje con las escaleras lentamente, todo estaba oscuro, había silencio, pude ver a lo lejos una silueta negra, cuando mis ojos aclararon pude ver que era Kamui, y a sus piernas estaba Carla quien dormía en su regazo con cierta paz anormal, me acerque cojeando hacia ellos y entonces observé lo que la distancia no me dejo ver, el agujero en la frente de Carla y las lágrimas de Kamui.

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