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Respiración pesada, mirada vidriosa,
estado de conciencia inestable, claro. Tenía que ser, lo que sea que emanase de
aquellas asquerosas esporas me volvía a pasar factura como aquella vez hace
meses. Perdimos a un amigo << Eso a nadie sorprende >> Me empezaba
a marear y como habíamos aprendido en tan poco tiempo nuestra única salvación
era precisamente nuestro poco tiempo de reacción, inyecte una suave dosis de
adrenalina en mi brazo izquierdo para ver si me dignaba a mover el culo de una
vez, << Mala idea >> mi corazón casi se detuvo o al menos me avisó
que la había cagado dándome un fuerte dolor en el pecho.
Era ridículo la cantidad
de vástagos que esperaban campantes ante nosotros. Kelly, Joan, Megan, Cesar y yo nos encontrábamos en la ala oeste del
Hospital, podía ver a lo lejos a través de los ventanales al grupo beta que
estaba del otro lado conformado por Kamui, María y Chu. El plan era
infalible, simple y rápido. El equipo Alpha nos infiltraríamos en el ala oeste,
quizás la única zona del hospital con insumos, o al menos de la que teníamos
seguridad. El Grupo Beta nos escoltaría ya que son los que mejor manejan las
armas de distancia.
Al principio todo fue
predecible, sabíamos que encontraríamos a un enjambre, y claro que acabamos con
ellos fácilmente, Había una reina casi al final del pasillo, asimilaba a un
clásico final Boss, pero el equipo beta se encargó de retenerla mientras
nosotros preparábamos las molotov para quemar a esa escoria.
Cuando llegamos tuvimos
un fuerte imprevisto, debía haber al menos veinte comegentes aún en estado
normal. Lo malo de un comegente normal es que son jodidamente fuertes, tanto
tiempo sin haber visto uno nos dejó sin práctica, era zona invisible para los
francotiradores así que tuvimos que entrarnos a vergajasos con esas cosas, la
única con pistola era Megan pero
debía usarse solo en caso de emergencia, no queríamos atraer más a nuestra
posición.
A pesar de una que otra
arañada, moretones y algunas mordidas leves acabamos con ellos. Y hubiéramos
celebrado como enanos de no ser que la maldita ala, en todo el maldito edificio
para ser exacto no había más que una roñuda y asquerosa bolsa de frituras de
queso. El suelo estaba lleno de latas destapadas, y bolsas de chucherías,
comieron hasta el hartazgo antes de convertirse. Usando un espejo a través de
la ventana les hice la señal de fracaso al equipo beta, nos preparamos para
irnos al demonio hasta que el imprevisto saltó a nosotros.
Al parecer tan mala suerte cargábamos que
había otra reina en la escena, no teníamos fuego para dos, y la primera se
llevó todas y cada una de las molotov. Lo
más preocupante que eso no era la puta reina, era el simple hecho de que
nunca estaban solas. Podrás imaginar mi cara al escuchar el gruñido
inentendible y asqueroso, acompañado de docenas de pisadas de una pequeña horda
de hongos.
Cuatro imbéciles con cuchillos, machetes
y lanzas y solo una niña con una pistola.
– ¡Corran! – Grito Joan y no nos tembló el pulso para
hacerlo, no pensamos en nada más lógico al momento que encerrarnos en el salón
dónde estaba los comegente que hace un segundo habíamos matado, cerramos la
puerta con cerrojo y claro, un clásico, empujamos el escritorio para reforzar
la puerta. En eso momento me maldecí por no pensar en otro plan.
– Estaremos a salvo – Dijo Cesar.
– No, no estaremos a
salvo un coño de la madre. ¿Sabes una cosa en la que se diferencian los hongos
de los comegentes Negro? Simple, los comegente se aburren, y se van tan pronto
escuchan otro ruido cercano, los malditos hongos pueden plantarse a esperar hasta un maldito mes con tal de
joder a su presa y no solo eso. Si bien es cierto que lo más jode de un hongo
son sus esporas y solo las lanzan en batalla directa, una reina las puede expulsar a voluntad.
Créeme, con una reina afuera estamos todo menos a salvo.
– ¿Qué tiempo nos queda
antes de qué se les ocurra algo a los muchachos? – Preguntó Joan.
– Necesitan fuego ¡Y
mucho! Yo creo que entre el tiempo que tarden en ir a la base, ver si consiguen
alcohol, preparar los molotov y volver estaremos bien muertos.
– ¿Cómo que muertos? – Pregunto
temerosa Kelly.
– La toxina de una reina
no es como la de un esbirro, es letal y en un lugar encerrado como este será
más rápido. – Manifestó Megan.
Kelly
se empezó a hiperventilar, no sorprende, habían pasado ocho meses desde que
comenzó todo, el Z day por darle un nombre exótico, pero a pesar de ellos Cesar y Kelly así como Chu, eran buenos sobrevivientes pero
nunca han estado al filo del peligro como nosotros que ya hemos estado en
tantas situaciones.
Un fuerte sonido como de descompresión
sonó de golpe.
– Me cago en… ¡Comenzó! –
Grité, conocía ese sonido, debía ser por el coño la reina haciendo su gracia,
todos tapamos nuestra boca y nariz antes de que el gas entrase por debajo de la
puerta, a pesar de ello no estábamos protegidos por los ojos y las heridas
expuestas, así qué forcejamos rápidamente para quitar el escritorio que
nosotros mismos habíamos puesto, y aunque mi plan era suicida, era lo más
sensato. << sí tuvieras que elegir entre morir a lo seguro, o
posiblemente morir ¿Con qué te quedas? >> Entonces escuche disparos de
alto calibre, y aquello fue casi una señal inmediata.
Abrí la puerta de par en par con una
patada con todas mis fuerzas, los muchachos se asustaron por mi arriesgada
iniciativa pero no eran tontos y reaccionaron rápido, me siguieron. Empezamos a
caernos a machete y navajazos contra esas cosas mientras Megan distraía a la reina a tiros. El ambiente estaba impregnado de
gas. Fue en ese momento que me empecé a marear, a perder un poco la conciencia
y sentí que se me iba el mundo hasta que recordé que desde lo que pasó aquella
vez cargo conmigo siempre una dosis de adrenalina o cualquier otro reactivo
similar. Les abrí pasó a los muchachos para que avanzaran, Joan tuvo que escoltar a Megan
por más razones que simple amistad, era nuestra enfermera, médico y apoyo
moral. Kelly les siguió después y lastimosamente tuvo que presenciar
posiblemente en cámara lenta, o quizás así solo lo veía yo por la adrenalina,
como entre tres de esas cosas engulleron vivo al inerte y sonriente Cesar, quien parecía haber caído en la
locura segundos antes de morir. Joan
Jaló a Kelly por la muñeca con toda
sus fuerzas y mientras tanto el equipo beta a lo lejos acababa con aquellos
vástagos uno a la vez. El Corazón me dolía, pero estaba aún con chance de salir
de aquel pasillo de la muerte. Necesito repetir que veía todo en cámara lenta mientras
respiraba a velocidad normal, corrí y avancé y quizás porque fue muy repentino
o quizás porque atravesó a un hongo, pero una de aquellas balas me dio en un
brazo, no obstante no sentí dolor, solo quería salir de aquel lugar, y casi
como puesto allí por los dioses había una camilla parada verticalmente, no sé
cómo pude lanzarla tan rápido y seguir corriendo como si nada, pero eso hice,
la lance contra el suelo haciendo la barricada más pendeja y estúpida de la
historia, pero contaba con que al menos durante un segundo los detuviera.
Llegamos a las escaleras, bajamos
saltando como liebres que huyen del cazador, a todo pulmón y sin derecho a
detenerse corrimos al estacionamiento, Maria
y Kamui quienes estaban haciendo de francotiradores también bajaron de su
zona y los intersectamos justo a tiempo para montarnos todos en la camioneta.
– ¡CHU MUEVELA! – Gritamos casi al unísono, aquellas cosas nos
siguieron hasta que eventualmente y a toda marcha salimos del hospital y los
perdimos.
– Buen día para que fuese
nublado, no hay sol que los detenga. – Dije.
– ¡Amor estas sangrando! –
Exclamó María, y al ver mi brazo me
di cuenta de que toda mi manga derecha “que era blanca” estaba teñida en rojo y
negro, quizás seguía bajo efectos de la adrenalina hasta ese momento, porque al darme cuenta de
toda la sangre que había perdido, me desmayé. Era eso, o había inhalado mucho
veneno de la reina.
Aparentemente desperté al día siguiente,
estábamos en la guarida y estábamos todos bien, todos excepto Cesar claro, quien había muerto tras su
primera misión. Me levanté y lo primero que hice fue mirar mi brazo, estaba
vendado pero parecía estar bien, empuñé mi mano derecha y efectivamente todo
parecía estar en orden. Me dirigí con el resto del grupo quienes hablaban del
mismo maldito tema que me tenía el pepe flaco.
– Nos queda comida apenas
para unos días. Necesitamos hacer algo. << Murmuraban >>
– ¿Hace cuantos meses
propuse que comenzáramos el maldito cultivo? – Pregunté callando su murmullo. –
Ya no queda comida aquí, en toda esta ciudad, lo único quizás que nos de comer
es el mar pero no podemos vivir de un pescado y ya, ni siquiera sabemos pescar
bien. Yo creo, creo y sé que más de uno estará de acuerdo conmigo porque ya lo
he comentado con casi todos, es hora de irnos, y no hablo de barrio ni nada de
esa mierda. Es hora de irnos de esta ciudad.
– Aldha ya no somos un
pequeño grupo, ahora somos bueno, hasta ayer veinte personas, no podemos
movilizar tanta gente así de la nada. – Afirmó Joan.
– Como siempre sensato, pero
estaba vez creo que voto por lo que dice Aldhair.
– Completó Nelson.
– ¿Y a dónde iríamos? No
es como si solo fuera en Cumaná el problema sabemos de más de una fuente que
todo el país, todo el continente o el mundo probablemente está en esto.
Deberíamos enviar a un grupo de exploración para que encuentren una zona y si
la encuentra, entonces si irnos al diablo. – Dijo Brayan.
– Yo no voy a volver a
crear un grupito de exploración, tenemos a un hombre menos gracias a eso, casi,
también pierdo mi vida, y cada vez que hacemos un “grupito de exploración” –
Dije con voz chocante. – Terminamos con un pie metido en el culo. Quienes se
quieran quedar adelante, pero yo y sé que los míos iremos afuera, y no mandaré
a nadie a buscar a los que se queden. – El silenció se apropió de la sala
durante unos escasos segundos.
– Sí, pero la vaina es
saber a dónde vamos pues. – Pregunto Nelson.
– Yo digo que deberíamos
ir por lo seguro, y en este momento nada es más seguro que lo inhabitado, las
montañas, pa’ ya dónde no haya tanta gente. – Afirmó Kamui.
– Podríamos comenzar
yendo vía Cumanacoa. – Dijo María.
– Un momento vale,
¿enserio estamos considerando irnos de este lugar tan seguro al monte sin saber
nada de nadie o de qué? – Preguntó Brayan.
– No sería la primera, ni
tampoco la última vez. – Dijo Nelson
tocando su hombro, Y sin más, empezamos a empacar para irnos mañana, claro, que
en mis planes no estaba que esa decisión le cayera tan mal a cierto grupito de
personas.
Durante la noche luego de cenar << Si se le puede llamar cenar a comer una latica de frijol entre dos >> nos
preparábamos para dormir, hasta que escuché unos gritos y unos golpes salí rápidamente
de mi campaña junto con María, era Nelson quien estaba golpeando a Brayan y lo tenía contra el suelo con
una llave.
– ¿Qué rayos pasó? – Pregunté
histérico.
– Este hijo de puta
planeaba hacer algo raro a nuestras campañas, huélelas. – Dijo Nelson, efectivamente justamente las
tiendas de acampar nuestras, las del grupo que se iba estaban bañadas en
alcohol, de pasó pude observar un yesquero en el suelo, no tenía que ser un
genio para saber de quién era. Brayan
era el típico sujeto que no hace una mierda. El sobreviviente que sobrevive a
costillas de los demás. Y se me hacía evidente que sin nosotros no iba a durar
y eso le molesto.
– Pedazo de mierda ¿Cuál
es tú problema? – Gritó Joan quien
había escuchado todo también. Y así, todos en ese momento despertaron mientras
el sujeto patéticamente lloraba.
– ¡Debería matarte ahora
mismo! – Grito Nelson iracundo como
pocas veces lo había visto.
– No, no vale la pena que
te ensucies las manos con un sujeto así. Sácalo de aquí. – Afirmé autoritariamente.
– No es diferente a morir.
– Dijo Nelson, A fuerza bruta y con
una llave de la cual no podía zafarse, Nelson
saco al sujeto a la calle, yo solo abrí y cerré la puerta. Nadie dijo nada,
escuchar los gritos, sollozos y lamentos de disculpa del sujeto del otro lado
de la puerta daba la cruda imagen de que éramos asesinos fríos y calculadores, pero
ellos sabían que hacíamos lo correcto, no psicópatas ni criminales era casi una
ley entre nosotros.
“¿Cómo sacaremos a
dieciocho personas de la ciudad sin ser devorados en el intento?” Pensaba
mientras analizaba los peligros de la acción.
– Bandidos, comegentes,
hongos, posibles bestias. Casi todas las opciones terminarían en una muerte
segura. – Afirmó Nelson.
– Ya hemos vivido lo
suficiente como para preocuparnos por morir. – Afirmé.
– Y por esa razón nadie
te verá como un líder. Quizás tú no. Pero todos aquí quieren vivir, quieren
sobrevivir a esto, cuando el mundo ya esté roto y ya lo está. No puedes
decirles a personas que llegaron tan lejos que morir es una opción. ¡Vamos a
sacarlas de aquí! Y ¡vamos a sacarlas con bien! – Dijo Nelson, y aunque sus palabras me animaron y me hicieron sonreír
repliqué.
– Solo estaba siendo
estadístico, hablamos de algo grande. Quizás lo más grande que hemos hecho en
nuestra vida, estamos hablando de qué hay casi veinte vidas en nuestras manos.
– No sabrás hasta que lo
intentes, te necesitaré para mañana, así que espero que ese rasguño en tu brazo
no sea excusa. – Manifestó Nelson, y
le respondí.
– Eres una mierda. No
tienes idea de cuánto me duele.
– Sufrías más cuando las
termitas se comían a Mauricio. – Respondió y nos partimos de la risa. Risas
después de condenar a un hombre, así era ahora.
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