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Indefensos e incautos nos mirábamos las
caras mientras todo el pandemónium ocurría a nuestro alrededor, maldita sea.
¿Experiencia? Nunca se está preparado para el fin del mundo, no podía evitar
sentir aquel vacío enorme engullir mi corazón al pensar que todas estas muertes
eran mi culpa, ¿debíamos quedarnos en Cumaná? ¿Valía realmente la pena
arriesgarse por una oportunidad? Preguntas que bombardeaban mi subconsciente.
– ¡Haz algo carajo! – Escuche de golpe de
parte de Hernán quien interrumpió mi
letargo.
– ¡Tenemos que irnos Aldha! – Perdimos,
tan simple como eso, ¡Perdimos! Me voltee para dar una última mirada y veía
como esas cosas devoraban a los niños y a los más indefensos, como nuestros
limitados alimentos se consumían en llamas, como nuestras herramientas habían
seguramente quedado inútiles.
– ¡AYUDA! – Me aturdió el chillón grito
proveniente de Megan, largué la
mirada y aunque borroso pude notar que estaba tratando de defender el cuerpo
inconsciente de Joan. Hernán no tardo en saltar a su ayuda y
aunque mis intenciones no eran diferentes, mi cuerpo simplemente no podía
moverse, caí de rodillas al suelo y mi respiración era pesada, mi vista se
hacía cada vez más borrosa y yo sabía que no era el veneno de las setas, no,
estos eran comegentes normales, no hongos, yo me estaba rindiendo, mi cuerpo no
quería seguir en esto. Frustrado, molesto y sobre todo deprimido me puse de pie
y aunque tarde salte a matar a esos malolientes engendros de uno en uno usando
solo mis confiables cuchillos de caza, largue la vista debíamos haber en total
como seis, pero apenas unos cuantos peleaban.
Los comegentes eran más, valla que más. Y
peor aún, no dejaban de caer de arriba del acantilado. Algunos al caer, su
espalda se rompía en dos, otros se quebraban las piernas o caían de cabeza
muriendo en el acto, pero igual, eran demasiados y no todos sufrían daño al caer
así que grité a todo pulmón.
– ¡CORRAN! – Levantamos a los caídos, los
desmayados y lisiados y como pudimos nos fuimos, Hernán cargaba a Joan
mientras Megan con la pistola de escasas balas alejaba a los indeseables, Pepe
cargaba a su hermanito Saúl y yo
llevaba encima a una María que no
hacía más que preocuparme más, su cabeza no paraba de sangrar se había hecho
una grande herida. Aparte de ellos habíamos despertado a Mirian quien tristemente fue devorada por perder el paso, a duras
penas pudimos escapar de aquel calvario, dejando no solo a amigos cuyo destino
se nos era inciertos, sino también lo poco que teníamos y cadáveres que no
tendrían un sepulcro jamás.
Aquellas cosas nos persiguieron por un
largo rato, Megan gastó la última de
sus balas y no podíamos detenernos por nada en el mundo. No fue sino hasta
aproximadamente tres kilómetros al oeste que entre tanta maleza y arboles los
perdimos. Cruzamos el río esperando que el sonido del agua los confundiera más
y continuamos hasta tener la suerte de encontrar algún refugio.
Cansados por no permitirnos la opción del
descanso nos topamos con lo que parecía ser una posada, miento, aquello era una
casa << de estética colonial >> con una plantación de yuca, tomate
y pimentón bien formada, dije susurrante.
– Esta mierda le debe pertenecer a un
loco, te lo aseguro.
– Alguien debe ir a revisar. – Afirmó Pepe…
– Yo iré. – Respondí.
– ¡No irás solo! – Exclamó Hernán.
– ¿Qué pretendes entonces? O muere uno
intentando ver si es seguro o morimos todos aquí. – Manifesté.
– Yo voy a ir. – Recalcó Pepe.
– ¿Pero qué verga dices Pit? Te vi la pierna,
sé que estás malherido.
– Soy el más rápido del grupo, la pierna
no me detuvo en todo este rato, cuida tu mejor de mi hermanito, si algo sale
mal Megan puede con Saúl, solo tiene cinco años. Solo, solo confíen ¿ok?
Esperen.
Tras esas palabras Pepe partió a explorar el área, le di uno de mis cuchillos, no le
di ambos por si las cosas se ponían feas para nosotros. Entonces comenzó la
espera, aquella tortuosa espera que pareció ser eterna. Yo no dejaba de tronar
mis dedos esperando el momento de una respuesta entonces escuchamos los
matorrales moviéndose y como era costumbre nos pusimos en guardia, no dijimos
ni una sola palabra solo esperamos, callando incluso la respiración. Para mi
sorpresa de entre las hojas salto un comegente anciano hacía mí, atrás de él Pepe saltó de igual manera clavándole el
cuchillo de oreja a oreja obviamente matándolo en el acto, el cuerpo cayó
desplomado al suelo sangrando sin parar y Pepe
exclamo.
– Sabía que había uno, pero no lo
encontraba. – Y sonrió.
La casa era enorme, estaba construida de
bloques y puertas enormes, parecía ser bastante resistente pero igual no
podíamos fiarnos, la cocina era un empedrado con carbón, a su vez la casa
estaba dotada con sacos y sacos de carbón, también tenía baldes de gasolina y
lotería, fósforos.
– Tengo la impresión de que ese hombre era
el dueño de esta finca, quizás se transformó hace poco y quedo atrapado
deambulando por ahí, no se veía flaco así que quizás es reciente. – Afirmó Pepe.
– O quizás ya se comió a todos los que
estaban cerca, completo Hernán.
– Como sea debemos aprovechar el lugar
para reponernos, dentro de unas horas se hará de noche y no quiero ni pensar en
cómo se pondrán los comegentes bajo la luna, – Afirmé.
A todos se nos veía derrotados, cansados y
sucios, apartamos un cuarto para atender a los heridos. En lo que parecía ser
el cuarto del viejo, una cama gigante diría yo, acostamos a Joan, María y Saúl. De buenas a
primeras quien parecía estar en peor estado era María, Joan y Saúl
parecían solo tener una contusión y estaban desmayados, igual checamos su
respiración y revisamos si no estaban mal heridos físicamente, María aunque me tenía la cabeza mala
parecía que también estaba en el mismo estado que Joan y el niño, la diferencia es que se había roto un poco la
cabeza, pero solo era superficial, me dejé llevar por toda la sangre que corrió
de su cabeza a su barbilla, empecé a limpiarla, afortunadamente el viejo
cargaba con dos pipotes bien llenos de agua << quizás agarradas del río
>> así que aproveché.
Antes de que cayera la noche salí al patio
y junto con Hernán seleccionamos unas verduras, para nuestra suerte el viejo
aparte de tomate y yuca también tenía papa, pimentón y todo tipo de aliño.
Cogimos los suficientes y rezamos porque el viejo tuviera algo de sal guardado.
Además de sal, el viejo tenía cubitos, Harina pan y orégano, mucho más de lo que
pensábamos así que encendimos el carbón, montamos la parrilla y la olla donde
sancocharíamos las yucas, además preparamos un guiso de tomate estilo boloñesa
y sancochamos papas para acompañar con puré. Notamos que había tablones que
cerraban las ventanas y monolíticos trozos de troncos para cerrar la puerta,
quien sea que fuese este viejo, no solo se había adaptado mejor que nosotros a
sobrevivir, sino que probablemente estaba mejor preparado, sin que siquiera
llegase la puesta de sol cerramos bien las puertas, usamos los troncos como
barricadas y cada uno se turnó para darse un baño.
Rato más tarde, a penas caída la noche
despertó Joan, comíamos cuando
caminando como un zombi se acercó a nosotros.
– ¿Qué paso? – Preguntó.
Megan
dejo su plato de comida a un lado para darle un abrazo.
– Ven, siéntate y come y te contamos todo.
– Afirmó Hernán.
Mientras comían y le contaban lo ocurrido
a Joan yo había terminado mi plato, Joan se tapó la boca y dejo de comer
cuando Hernán le comento sobre Michelle y yo me alejé para ver a mi
novia. Aparté mi mirada hacía su lado y vi Saúl,
aquel niño de tan solo cinco años y apreté mis puños al unísono que salían mis
lágrimas al recordar a todos esos pequeños caídos.
– Apenas llevo unas semanas desde que te
conozco Aldha, pero sé cómo eres. Sé que te culpas por lo ocurrido y te digo.
Estamos aquí viejo, nos hubiéramos quedado o hubiéramos hecho este inevitable
viaje el destino iba a ser el mismo. ¿Sabes cuál es la diferencia y por lo cual
no puedo estar molesto contigo ni con ninguno de los líderes? Que quedarse en
Cumaná hubiera sido morir a lo seguro, venir al contrario te daba un rayo de
esperanza, y... – Pepe empezó a
llorar también.
– Mi hermanito está bien, viejo, mi
hermano sigue aquí y eso es todo. Es mi familia, y seguimos aquí, no sé si
gracias a ti. Pero algo es seguro, todos los que murieron estaban preparados
para morir. Y que sigamos vivos, algunos, maldita sea, créeme que representa
que no todo está perdido. – Completo Pepe
quien me dio fuerzas poniendo su mano en mi hombro, no dije ni una sola
palabra, todo estaba dicho.
En la misma habitación revisé y descubrí
que el viejo tenía unos bozales, tres para ser exacto, le pusimos uno a María, uno a Saúl y le entregamos el otro a Megan,
los demás rompimos una camisa vieja del guardarropa del viejo para usarlas como
cubre bocas para la hora de dormir, nos reunimos en la sala a conversar, muy en
voz baja por supuesto y tras desahogarnos y pasar el mal trago con un guarapo
de caña con limón que encontramos en una vieja y descompuesta nevera Joan comentó.
– Así que Nelson… ¿se fue?
– No está muerto hasta donde sabemos, al
menos quisiera creer que no, tras el impacto salió volando a quien sabe dónde y
no tenemos idea de su paradero, también Nicole y probablemente otros más. Estoy
seguro de que vi a Kamui durante el desbarate, pero no sé, Podemos ser
realistas y decir “Lo más probable es que murieron” o podemos ser optimistas y
esperar pronto encontrarnos con ellos, si es así no deberían estar muy lejos. –
Opiné.
– Yo creo que siguen vivos, no son del
tipo de gente que muere rápido, sus cicatrices hablan mejor que nuestras
palabras. – Completo Pepe.
A eso, mientras conversábamos empezó a
llover, y nos cayó como anillo al dedo porque hizo un frío más que delicioso,
lo único malo es que atrajo a la casa los alacranes y ciempiés, maté antes de
dormirme a dos alacranes y a un ciempiés enorme. Hasta que eventualmente deje
de darle importancia y tras arropar a María
y al niño, le pedimos a Megan que
durmiera en el otro cuarto que parecía ser uno de niño o de huéspedes con una
cama más pequeña, los demás dormimos en la sala, Joan agarro el mueble pequeño, Pepe
el mueble grande y Hernán y yo nos
quedamos en el suelo, unas sábanas hicieron de futón para nosotros.
A la mañana siguiente Pepe me despertó apresurado.
– ¿Qué haces despierto tan temprano bro? –
Pregunté tras quitarme el tapabocas.
– Hermano tienes que ayudarme, Saúl tiene
una fiebre muy alta, está hirviendo… – Respondió Pepe.
Rápidamente fuimos corriendo a verle para
ver la seriedad del asunto, los demás seguían dormidos, ciertamente la cabeza
del niño estaba hirviendo y sudaba como cerdo, recordé entonces que allá en el
cultivo había unas hojas de lo que parecía ser paracetamol, aunque fuese para
el dolor tomaríamos eso como un comienzo.
– Báñalo con agua fría primero Mano. – Le
manifesté.
A eso que digo eso María se despierto abruptamente y se desesperó por completo, había
empezado a patalear y gritar como una loca, así que a la fuerza le quite el
bozal y la agarre por la cabeza gritándole.
– Todo está bien amor, Todo está bien,
¡Cálmate! A lo que ella asustada y temblando, tras despertar a todos quienes
corrieron a ver qué demonios ocurría, exclamo.
– ¡¿Quién eres tú?!