"Para mí, para mis amigos, para cualquiera interesado en leerlo.
Nada especial, solo hobby."

-AldhaRoku

martes, 12 de septiembre de 2017

Capítulo 30

30



     No tengo idea de que día era, cuanto tiempo había pasado, las cuentas se habían esfumado. Ya no importaba realmente quien muriera, cualquiera podía hacerlo, podrías enamorarte de alguien, sí, pero vivirías cada momento con el miedo de que en la noche despierte su instinto caníbal. Cuando todo empezó el problema eran los caminantes, necrófagos, caníbales, locos, como quieran llamarle, aquellos pedazos de carne despojados de su cordura, tu mamá, tu abuela, tu hermanito, la señora que ayer te saludo en el supermercado en una colita, tu enamorada o enamorado, ¿importa?. Había roto tantos cráneos de personas vivas, personas que quizás solo estaban enfermas que me daba asco, existían noches en qué no podía dormir, me sentía como un vil asesino, temblaba, pero ahora no, vi como violaban a personas, a sobrevivientes, mujeres, niñas, niños, todos estaban hambrientos, ¿hambrientos? Vi como los devoraban, ¿Qué caníbal era peor? El inconsciente producto de las setas, o aquel que estaba consciente y lo hacía más que por necesidad, por morbo… Miré hacía mi lado derecho, allí se encontraba mi amada, mi novia, estaba Nicole nuestra primita, tenía a un buen puñado de mis amigos, y sabía que en el otro local estaban los demás, Kamui, Joan, Hernán… ¿Pero importaba? Mi exterior mostraba serenidad, pero dentro de mi cabeza los gritos de mí mismo me hacían retorcerme en las noches. Quizás por eso no quería dormir, y no lo iba a decir, no necesitaba preocupar más a nadie, pensaba, ¿qué más tiempo iba a transcurrir antes de volverme loco? Porque sí, cuando estaba solo empezaba a reír y a golpear cosas, estaba harto, una parte de mí quería que solo muriéramos, ¿cómo sería si nos transformáramos y solo ya dejáramos de pelear. Siempre quise un cuerpo definido, y ahora lo tenía, mi abdomen estaba marcado como lo deseaba, lo que el gimnasio no hizo, y lo odiaba, tenía hambre, mi cara empezaba a mancharse producto de la dermatitis. Era inútil alegrarme de ver a mis seres queridos, ¿Cuántos días faltarían para que murieran? A veces cuando estaba solo en las noches podía escuchar la voz de mis camaradas caídos. Que martirio, que molesto, ¿cuán impotente se puede ser?




     Abrí mis ojos ¿en qué momento me dormí? Me pregunté. No me había puesto los amarres de seguridad, voltee hacía los lados, las personas seguían durmiendo todo parecía estar bien, observé entonces que la pareja amiga de Indriago estaba conversando, no me hice el loco, fui hacía ellos y les pregunte:

     – Hola ¿De qué hablan? 

     – Ahh… Hola no vale, nada. – Respondió Carla.

     La respuesta me fastidió un poco, para mí solo eran desconocidos a pesar de que no parecían ser malas personas.

     – Enserio, ¿de qué hablan? – 

     Volví a preguntar y los miré con el entrecejo fruncido.

     – ¡Queremos irnos! – Respondió de manera rápida y exaltada Fabio. 

     – ¿Ya? ¿En plena madrugada? ¿No deberían esperar a que salga el sol? – Pregunté. 

     – No, no, para nada salir cuando está el sol. Ellos son más activos durante el día, y no creerán que somos tan locos como para salir a la calle el mismo día que nos escapamos. – Añadió Carla. 

     – Entiendo tu lógica pero me parece una estupidez completa irse tan pronto, y aunque no es mi problema ¿si quiera saben a dónde llegar? – Pregunté. 

     – Disculpa chico, pero eso no es algo que tengamos que responder. – Replicó Carla. 

     Exhale.

     – Bueno… – Fui a despertar a Nelson quien estaba dormido y le expuse la situación. No le importó en lo más mínimo la decisión de ellos, solo se paró para abrirles la puerta, bostezó. 

     – ¿Y a dónde van? – Pregunto Nelson.  

     – Escuchamos que hay un lugar seguro con comida y muchos más sobrevivientes en el Hiper Galerías. – Respondió Fabio. 

     – Y a él si le responden… – Susurré. 

     – Yo no confiaría en ese lugar, pero no soy quien para decirles que hacer, ya estuve allí, y saque a mis amigos de ese aparentemente tranquilo lugar. – Agregué.

     Ellos no parecían confiar en mí, pero eso era su problema. Nelson revisó las cámaras de seguridad, y al ver que no había moros en la costa les abrió las puertas y la Santamaría. 

     – Vamos vallan rápido. – Les dijo Nelson, la pareja salió corriendo y se escudriñaron entre las casas y automóviles, ya no eran nuestro problema.

     – ¿No se supone que los pecados debemos optar por la seguridad de las demás personas? – Pregunté en tono sarcástico. 

     – Ellos querían irse, aquí estábamos seguros, muriendo pero seguros. – Respondió. 

     – Haha… Claro, ¿y qué te vas a dormir? – Pregunté. 

     – No, ya no. Perdí el sueño… No sé, no sé qué haremos mañana marico, no sé qué será de nosotros, no tenemos comida, somos la caza de un ejército de locos. Llevo no sé. ¿Un mes encerrado en está mierda? ¡Me estoy volviendo loco! – Añadió Nelson. 

     – ¿Qué tan loco? – Pregunté. 

     – Lo suficiente como para morir por una empanada. – Respondió Nelson. 

     Empecé a reír.

     – Yo tengo una idea, no es buena, pero es una idea ¿te digo? – Pregunté. 

     – Si no hay de otra. – Respondió.

     – Mano, aquí hay más armas que gente y si vamos y Por los demás, Joan, Hernán y Kamui… 

     – ¿Y entramos a tiro a esa cuerda de mamaguevos? – Interrumpió Nelson. 

     – Eso, somos ¿Cuántos que sabemos disparar un arma? ¿Seis no? Tú, yo, María, Joan, Kamui y Hernán. – Añadí. 

     – No sé, no me cae del todo bien ese negro. – Respondió Nelson. 

     – ¡Nelson!

     – Hahaha… Es jodiendo, tranquilo. La primita de María también sabe disparar, Mariale le enseño.  – Agrego Nelson. 

     – ¿Y Michelle? – Pregunté.

     – Ella sabe correr… – Respondió. 

     – ¿Será que voy solo a buscarlos y de paso traigo la comida que tenemos allá? – Pregunté. 

     – Yo había pensado en que nos fuéramos todos y armados solo para no volver a este lugar. – Agrego Nelson. 

     – Te puedo decir mano, que aquí estamos mejor que allá, al menos aquí tienes electricidad, a medias, pero tienes. Además, tienes la Santamaría. – Respondí. 

     – A mí lo que no me cuadra es que tengamos tan cerca a esos fanáticos de Madmax. – Respondió Nelson. 

     – Me sorprende que conozcas Madmax pero no es mi punto, si lo que quieres es sacrificarte y morir de pie antes que esperar a que la muerte nos coja, solo si existe la mínima, la mínima posibilidad de lograr esto necesitaremos dónde poner la comida, este bodegón es el lugar mano, aquí es… 

     – Me da una arrechera cuando tienes razón. – Agrego Nelson, me hizo reír. 

     – ¿Cuándo sería? – Preguntó Nelson. 

     – Ahora mismo mano, todos tenemos hambre y no podemos seguir así, esperando a ser comida de alguien o algo. – Respondí. 

     – ¿Cómo te vas a ir? 

     – ¿Me prestas la camioneta? – Pregunté.

     – ¡Coño tú si jodes! Pero me la devuelves como te la entregué, carro que llega a tus manos, carro que se pierde, te roban, explota o cualquier cosa, me traes esa mierda con o sin Hernán. – Respondió Nelson.

     – Coño ¿vas a seguir con el pobre negro? – Pregunté y me partí de risa.

     – ¿Sí María pregunta? – Preguntó Nelson. 

     – Dile que fui por un helado y ya vengo.

     Entonces sin más rodeos aprovechando que aún no salía el sol, salí corriendo hacía el auto que estaba estacionado cerca del bodegón. Nelson cerró rápido y sin tapujo, entonces encendí esa cosa con miedo a que hiciera ruido, tuve suerte, era un modelo bello su trasmisión y arranque era limpia, casi ni sonó. De modo que agarré mi camino hacía el local con los muchachos.



     Ya al volante agarré hacia la Gran mariscal, tome atajo hacía el mar porque iría vía Marina Plaza. Y me sorprendí de algo, mientras sentía el aire frío de la mañana antes de que se asomará el sol, baje la velocidad para esquivar tranquilamente todos los escombros y esqueletos de automóviles y buses en el camino. Pude ver a lo lejos sobrevivientes, había uno que otro grupito de personas con mochilas corriendo entre las casas y ocultándose entre matorrales, algunos inclusive iban por techo y otros por canales del caño, trataban de ocultarse de mí, quizás me veían como un potencial enemigo, así que no les llame o pregunté nada, solo seguí mi camino. Fue una sorpresa agradable, y me puse a pensar, quizás hay más gente de la que pienso aquí, bueno, era evidente. << Si nosotros estábamos ocultos como ratas ¿por qué otros no? >> De modo que de cierta forma, me dio esperanzas sobre nosotros. 



     Llegue al Marina plaza, todo iba bien, por fin pude darme un respiro, porque sabía que el trayecto que venía era un pueblo fantasma. Recordé que cuando toda esta locura comenzó estábamos pasándola de mejor en el Marina, hablábamos sobre qué tan asqueroso es Venezuela, este hermoso país cuyo gobierno fundió hasta la ruina, el chiste es que ahora estaba peor... << ¡Ja! >> Seguí mi camino, casi llegando al mercado una mujer con al parecer un bebé enrollado en trapos me vio y empezó a pedir ayuda. A mí no me engañaba, aceleré con la camioneta y casi me la llevo por el medio, no escuché bien pero creo que me llamó mamagüevo lo qué es seguro es que saco su supuesto “bebé”, tenía una pistola guardada allí y aunque le dio al chasis no fue nada grave, la perdí eventualmente, ¿Un bebé en esta época? Creo que ni ella se lo cree.



     Logré salir de la zona de escombros y vehículos fantasmas, había llegado a la Virgen del valle, aquí el camino era tranquilo y directo, de modo que aceleré la camioneta a lo que dio, el sol ya empezaba a salir, << Se estaba tardando >> Hacía frío y mi cuerpo lo resentía, temblé un poco por los escalofríos. El número de cuerpos en la carretera se había multiplicado un poco.

     – ¿Pero qué mierda? Solo me fui un día. – Afirmé.

     La camioneta aplastaba restos de cuerpos y esqueletos de ocasiones anteriores como si no hubiera más en el camino. Entonces llegué al local, me paré y pude ver por la ventana desde adentro que Hernán se encontraba apuntando a la camioneta con recelo, se veía algo paranoico, abrí lentamente la puerta y grité:

     – ¡Hernán soy yo!

     Salí y entonces un disparo salió y casi me da,  pude escuchar como conecto contra el suelo.

     – ¡¿Qué te pasa negro?! ¿Te volviste loco? – Le grité. 

     Hernán levantó la mirada y abrió los ojos como platos. 

     – Coño man disculpa, disculpa ¡ES ALDHA! – Gritó hacía abajo.

     – Vamos, lanza la escalera. – Le pedí. 

     – Se la robaron. – Respondió Hernán.

     – ¿Cómo que se la robaron? – Pregunté. 

     – Hay… busca la manera de subir y te explico. – Afirmó Hernán. 

     Tuve que acercar el auto casi chocando contra la pared y subir en el techo de la camioneta, salte para agarrarme de un muro y después contra el otro muro, me sentía mexicano. Una vez arriba entré, y cerré la compuerta. 

     – ¿Por qué tanto salvajismo? – Pregunté.

     Mi cara se volvió la viva imagen de la preocupación al ver a Kamui bañado en sangre y con un brazo totalmente vendado y rojo con vendas más negras que blancas. – ¿Qué demonios pasó aquí? Pregunté. 

     – Amiguito Tss… ja… – Kamui sonrió, pero estaba golpeado como nunca. Megan le estaba limpiando las heridas, y a lo lejos pude ver a una chica desconocida llorándole a un cuerpo tirado en la oscuridad y bañado en sangre, no se distinguía quien era y entonces me alteré y pensé en voz alta. 

     – ¿Dónde está Joan? ¡¿Dónde está Joan?! 

     – ¡Hernán! – Se escuchó desde afuera, Hernán subió y yo le seguí. Era Joan quien estaba afuera buscando medicamentos para Kamui. Lo ayudamos a subir. Pero entonces, ¿Quién era esa chica? ¿De quién era ese cuerpo? ¿Qué había pasado ayer aquí desde que me fui con Jonás?



     La chica se llamaba Samara, tenía veinticinco años, el cuerpo al que le estaba llorando era el cadáver de su hermano menor, Después de que yo me fui con Jonás, ese mismo día en la tarde Joan siguió la exploración solo, consiguió a Samara y su hermano cautivos dentro de la casa de un demente quien por suerte no estaba, de una balazo rompió el cerrojo y los pudo rescatar, el niño estaba traumado, y ella casi totalmente desnuda, era una chica hermosa, solo la imaginación daría pruebas de lo que pudo haber pasado. No había comido en dos días, parece que el desgraciado quien los tenía cautivos murió porque más nunca fue y si no era por Joan hubiera muerto de hambre encerrados allí entre sus propias eses y desgracias, los muchachos les dieron de comer, les ofrecieron agua para que se ducharan y refrescaran, ropa. Agradecido sería poco para expresar como se sentía por haberlos sacado de una muerte segura, Megan curo las heridas del niño, la chica parecía estar bien, más allá de los suaves signos de anemia. Esa noche, mientras dormían no hicieron el rutinario, Las chicas dormían en un lado distinto al de los chicos, Hernán como se había dispuesto personalmente, estaba haciendo guardia, el pequeño entonces se transformó, le paso aquello que tanto tememos y deseamos que no nos pase a ninguno, se transformó y ataco al que tenía más cerca, Kamui. Empezó arrancándole un pedazo del brazo derecho, precisamente el antebrazo,  le araño toda la cara y cuando trato de defenderse, el niño gritando como una bestia furiosa casi le arranca una oreja, las chicas se despertaron y gritaban, no entendían que estaba pasando. Hernán bajo de golpe y se dobló el tobillo, y en la desesperación del momento Joan tomó un cuchillo y mientras el niño le arrancaba pedazos de piel del pecho a Kamui. Joan le clavó al niño el cuchillo en la cabeza matándolo de inmediato, Samara lloró y gritó, por un momento todo pareció estar en perfecto estado y ahora tenía el cuerpo sin vida de su infante hermano entre sus brazos. Todo eso pasó horas antes de que yo llegara, al menos eso me contó Joan. La situación era evidentemente tensa, y mi proposición era alocada, pero tenía que hacerla.

     – ¿Y Jonás? – Preguntó Joan. Me quedé frío con esa pregunta. 

     – Cosas, cosas pasaron Joan, y… << Exhale con fuerza >>... Jonás no lo logró, ya estaba muerto antes de que yo pudiera hacer algo. – Empecé a temblar y hablaba inentendible, los ojos se me llenaron de lágrimas pero más por la ira que por la pena y el dolor de una perdida, estaba enojado, estaba furioso. 

     – Entiendo, no se puede hacer nada. – Afirmó Joan. 

     Hubo un minuto de silencio, lo único que se escuchaba eran los sollozos de Samara. 

     – Me encontré con María, Michelle, Nicole y Nelson, están a salvo, pero no duraran mucho sin comida. 

     – ¿Qué? ¿María sigue viva? – Preguntó Hernán. 

     – ¿Enserio? Aquí tenemos como para tres o cuatro días si los contamos a ellos. – Afirmo Joan. 

     – Lo sé, y tenemos un plan, plan que no creo que alegre muchos, podría morir alguno, o varios, o todos… Pero si se da, no tendremos que preocuparnos más por comida por meses. 

     – Morir estúpidamente o vivir como ratas de las cloacas, yo opto por morir. – Respondió Kamui sonriente en su ensangrentado estado. 

     – No estés hablando. – Lo regañó Megan. 

     – ¿Y cuál es el plan? – Pregunto Joan. 

     – Primero que nada debemos ir con los demás, tienen electricidad, tienen  seguridad, tienen armas, solo les falta comida… 

     – ¿Tienen Ron? – Preguntó Kamui interrumpiendo. 

     – Sí, tienen mucho Ron, es un bodegón. Considero que debemos recoger todo lo que sirva en esta tienda e irnos todos en la camioneta a planear el ataque que haremos. 

     – ¿Ataque? – Pregunto Megan.

     – Hay gente muy mala Meg, gente muy pero muy mala con cosas que necesitamos, son ellos o nosotros y sé que lo sabes pequeña. 

     – ¿Y qué hacemos con Samara? – Pregunto Hernán. 

     – Dudo que esté menos loca que tú que casi me matas, así que llevémonosla. Es obvio que no podemos dejarla sola aquí llorando la pérdida de su hermano. 

     – ¿Cuándo nos vamos? – Pregunto Joan. Su tono era repelente o de dolor, quizás era por haber acabado con las esperanzas de una chica inocente, pero si no hubiera actuado, quizás Kamui hubiera muerto. 

     – Ahora bro, no podemos perder tiempo. – Afirmé. De modo que empezamos a recolectar, empacar y sacar todo con valor, para irnos del lugar, ¿peligroso durante el día? No, no era peligroso era un suicidio, pero de por sí lo que haríamos después era aún peor y mucho más riesgoso, así que ¿Por qué darse mala vida?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario